Carlos Rangel, en su celebrado libro El Tercermundismo aborda y analiza realidades ideológicas que dábamos por superadas, y que, empero, en este Siglo XXI, han tomado un nuevo aliento. El ensayista considera que este modelo “o más generalmente el “ánimo socialista” no es de ninguna manera una “etapa superior”, o “un progreso”, con relación a lo que es hoy es conocido como Capitalismo, sino una reacción, un reflejo pasadista, un rechazo visceral a las consecuencias sociales, culturales, económicas y políticas de la economía de mercado.”
De igual manera, el autor se pregunta ¿Qué es el Tercer Mundo?
luego de sesudos y enjundiosos análisis concluye: “La verdad del caso es que
los pueblos englobados en la tipificación tercermundista muestran más
divergencias que semejanzas. Tienen una extraordinaria diversidad en historia,
cultura, demografía, geografía, y una gran variación en facultades, actitudes,
costumbres, niveles de vida, grados de atraso o modernización. Se incluye en el
Tercer Mundo áreas de estancamiento relativo, al lado de otras de violento
cambio y hasta de rápido avance económico y de acelerada modernización;
naciones homogéneas y Estados compuestos por un mosaico de naciones que ni
siquiera hablan la misma lengua; sociedades secularizadas junto con otras de
virulento fanatismo religioso; regiones de agobiante densidad demográfica y
vastas áreas casi despobladas; sociedades rígidamente estratificadas como si
fueran comparables a otras de gran movilidad social; a los habitantes de
ciudades modernas como si no se diferenciaran sino superficialmente con
aborígenes que viven en la edad de piedra.”
Rangel -
en lo relativo a lo que denomina con toda propiedad la Revolución
Capitalista - subraya: “El capitalismo
no sólo ha causado una prodigiosa revolución económica, sino además, otra
igualmente importante en la sensibilidad. De esta segunda revolución uno de los
productos más significativos ha sido el Socialismo. Esto lo sabía perfectamente
Marx y lo dice abundantemente, a pesar de su prejuicio emotivo contra la
civilización capitalista. Lo que no pudo ver Marx, cegado por ese prejuicio, y
lo que persisten en no admitir los socialistas actuales, a pesar de que existir
ahora sobradas pruebas de ello, es que los ideales libertarios y humanitarios
del Socialismo no sólo son creaciones de la civilización capitalista, sino
además proyecciones utópicas de virtudes y prácticas sin duda imperfectas, pero
ligadas indisolublemente a la organización capitalista de la sociedad, e
incompatibles con el Socialismo.”
En su libro más
elogiado Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario, publicado originalmente en
francés por una reputada editorial parisina, el autor sostiene, con aguda y
actualísima percepción, que en el caso de los latinoamericanos hay una
necesidad permanente de integrar socialmente y psicológicamente al indígena
amerindio. En este sentido, Rangel expresa que en América Latina “esa necesidad
ha sido el hecho central y ha sido el cáncer de Latinoamérica, donde el
conquistador creó una sociedad de la cual los indios, reducidos a la
servidumbre, formaban parte orgánica e indispensable, los hombres por su
trabajo, las mujeres por su sexo. En consecuencia, los latinoamericanos somos a
la vez descendientes de los conquistadores y del pueblo conquistado, de los
amos y de los esclavos, de los raptores y de las mujeres violadas. El mito del
Buen Salvaje nos concierne personalmente, es a la vez nuestro orgullo y nuestra
vergüenza. En la extremidad de esta frustración y de nuestra irracionalidad llegaremos
a no admitir otra filiación, y aun hijos o nietos de inmigrantes europeos muy
recientes, seremos tupamaros (de Túpac Amaru, líder en el Siglo XVIII de una
sublevación indígena en el Virreinato del Perú). De este modo, el Buen Salvaje
se convierte en el Buen Revolucionario, “aventurero romántico, Robin Hood rojo,
Don Quijote del comunismo, nuevo Garibaldi, Saint – Just marxista, Cid
Campeador de los condenados de la tierra, Sir Galahad de los miserables, Cristo
laico, San Ernesto de la Higuera.” Che. O Hugo Chávez añadiríamos nosotros.
En relación con
Venezuela, paradójica y tristemente,
Carlos Rangel pareciera estarse refiriendo a la actual, confusa y convulsa
realidad nacional producto de la llamada Revolución Bolivariana. Sin embargo, a
pesar de las duras y difíciles realidades que ha experimentado y experimenta
Venezuela, el ensayista transmitió siempre un mensaje de optimismo para
enfrentar a las Casandras nacionales, a los profetas del desastre, a “los neo –
pesimistas” que cada vez abundan más.
El escritor universal
que continúa siendo, aseveró que: “Reiteradamente he sostenido, desde diversas
tribunas, que el mal radical reside en que entre nosotros, la sociedad civil,
que nunca fue fuerte, se ha debilitado aún más, relativamente, mientras que el
Estado se ha vuelto monstruoso, dueño de casi todo y además
omniintervencionista: un gigante de cerebro minúsculo, sin memoria, sin
percepción clara del presente, sin visión de futuro y que, sin embargo,
persiste en postularse como único capaz de normar, hasta en sus mínimos
detalles, la vida de una sociedad a la cual se supone compuesta por eternos
menores de edad en eterna necesidad de tutela.”
¡Buena lectura para
estos tiempos bolivarianos de buenos salvajes y mejores revolucionarios!
Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
Salamanca - España
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