Pronto es 6 de diciembre. Fecha de la que
tanto hicimos referencia para dilucidar
entre dos maneras de construir un rumbo y un destino en la Venezuela que nos pertenece por
igual. Han sido 16 años de divergencias, separados por
absurdas barreras, siendo del mismo patio y cobijados bajo el mismo cielo. El acto
de mañana, más que votar por la fórmula de nuestra preferencia, tiene
una dimensión de mayor alcance, porque en ella va insertado el testimonio de lo
que hemos vivido y somos testigos.
Nadie mejor que todos -en tan
maravilloso momento de reflexión- para decidir con conciencia lo que en verdad
preferimos, dibujando en nuestra imaginación lo que cada uno crea que deba ser la patria grande y el futuro de
nuestros hijos.
No hace falta herir
susceptibilidades repitiendo hoy lo que tantas veces llegamos a manifestar como
si persistiera el pesimismo y las largas noches sin amaneceres, donde lo
insólito alentaba la rebeldía; al contrario, intentemos rebosarnos de ilusiones
pensando que mañana será el encuentro del mismo objetivo, para rendirle juntos
un tributo a la paz; para que en la
expresión del voto sea el corazón quien
divulgue nuestro orgullo de ser venezolanos, sin desviaciones ni motivaciones
influenciadas que lleguen en algún momento de la vida a enrojecernos el rostro de vergüenza; y en fin, para que sean las blancas
banderas de la paz y las del tricolor nacional las que nos arropen en un abrazo emocionado,
jurando que más nunca, nunca más, permitiremos que alguien nos divida.
Quienes creemos en
Dios, con su nombre endulzando nuestros labios, pronunciaremos una oración para que además de pedirle un día sin
contratiempos, le lleve el recuerdo a los caídos en el campo de la
confrontación absurda e inexplicable. Ellos, los grandes ausentes, no están con
nosotros, pero seguirán por siempre viviendo en la memoria como los héroes anónimos que poco se les
nombra, pero se les recuerda de por vida.
Ellos contribuyeron a edificar el
sueño. ¿Qué mejor momento que mañana
para disponernos a completarlo? El voto, que antes que cegados por rencores
que nos queman la piel y nos endurecen el alma, debemos depositarlo con un
propósito de beneficio colectivo. Los indicios de victoria son
alentadores; habrá repique de
campanas con un cielo preñado de luces, diciéndole
al mundo que Venezuela tuvo el parto de una hija que lleva por nombre:
Democracia.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo - Venezuela
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