El
próximo domingo nos corresponde a los venezolanos la escogencia de una Asamblea
Nacional para que defina en los años que viene políticas y leyes importantes
que podrán encauzar al país por senderos diferentes a los actuales. Es una
oportunidad para la Historia. Ciertamente, en una nación que se sitúa al borde
de la crisis más fuerte que ha tenido después de 1830. Es desde luego, un
acontecimiento invariable y único por cuanto, si no hubiese existido la
situación actual de estupor económico y social, no hubiesen sido tan
importantes unas elecciones legislativas como las que tendremos que presenciar
y participar los venezolanos el domingo que viene.
La
democracia se caracteriza por la idea esencial plasmada como una costumbre ya
universal, donde el diálogo y la convergencia deben encontrar un espacio serio
y alentador entre las diferencias políticas que surjan en un determinado
momento. Constituye en sí mismo, aquello, lo cual fundamenta todo los modelos
democráticos en el mundo moderno y donde la cultura de los hombres de manera
civilizada debe magnificar las creencias y los pensamientos dirigidos a
solventar crisis y dar soluciones, no para la entera felicidad, por cuanto ello
no es posible, pero si, para mantener al menos una situación común que nos
permita a los venezolanos navegar y distraernos en el mundo de la cultura de la
paz y de la civilización y todo lo que ello significa hoy en un mundo
enteramente globalizado y extraño.
Conciencia
tengo, de lo difícil que es cumplir con las frases expuestas. No son tan
ilusas, entre muchas razones, por el hecho cierto de que Venezuela es gobernada
por la expresión de lo más negativo que dirigencia alguna haya llegado a los
altares del poder político. Mediocridad, ineficiencia, corrupción, locura,
complejos de inferioridad y ánimo de venganza frente a todo lo que hacen, los
identifica cristalinamente frente a ellos mismos y frente al mundo, lo cual disminuye
con alto riesgo el hecho de que una eventual democracia en el parlamento pueda
ser difícil de renacer o encontrar. Sin acariciar lo contrario, me atrevo a
señalar que aun ello es posible, si el domingo que viene asumimos una conducta
típicamente de venezolanidad y de madurez, es decir, pensar no solo en nosotros
como seres humanos, sino en todos, como ciudadanos, como participantes, como
andantes en un país saturado de inconvenientes y de calamidades. Es una hora
difícil pero alentadora, trágica pero con esperanza, si vamos con tranquilidad
de conciencia y ánimo de vivir posiblemente mejor, poner el dedo en la tarjeta
donde los futuros diputados demócratas puedan sobresalir y hacer que nos
representen en el parlamento con la voz de todos y no solo con la de ellos. Es
desde luego, acudir a ejercer un ejercicio de democracia, de cultura
democrática, aun a sabiendas de que existen muchos venezolanos que por muchas
causas, justificadas unas y otras no, no pueden ejercer su derecho al sufragio
alentados por la culpa o la tristeza de no poder votar, es quizás un elemento
no auditable en estos momentos. Vamos a votar pues, queridísimos lectores, a
sabiendas de las condiciones del árbitro abiertamente en favor de la tolda
dominante y gobernante pero aun así, enlazados en un ejemplo común, estemos
donde estemos y en la situación que sea, es una hora muy importante para los
venezolanos. Votar es la consigna invariable para elegir un parlamento nuevo
que se enfrenta con buena lid a la corrupción y a la autocracia. Así lo creo.
Gustavo
Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas
Miranda -
Venezuela
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