Como si su campaña fuese manejada por sus peores
enemigos, Maduro comete error tras error y se hunde cada vez más en el fango de
su incompetencia. El más importante de los deslices es haber convertido el
proceso electoral en un plebiscito alrededor del más execrable de los gobiernos
en la historia de Venezuela desde el descubrimiento.
A quienes oyen a Maduro les va quedando claro que si la
rojocracia gana las elecciones parlamentarias, las cosas se van a poner todavía
peor. Así como lo lee apreciado lector, todavía hay un espacio infinito para
que las cosas sean aún más malas de lo que estamos sufriendo ahora. Votar por
Madurose convierte en una suerte de harakiri en el que se le ratifica al gobernante
que el rumbo que lleva el país es el adecuado y que puede seguir su camino
hacia el barranco de la destrucción e incluso desintegración del país. Ya lo
predecía el ilustre escritor y médico venezolano Francisco Herrera Luque en su
obra póstuma 1998, los venezolanos incapaces llevan a Venezuela al borde de la
pérdida de su soberanía y a su desmembramiento en varios territorios dominados
por intereses foráneos.
Votar por Maduro es ratificar la política de darle
prioridad al pago de la deuda externa y al desembolso de los intereses a los
tenedores de deuda venezolana en contra de la prioridad impostergable de
inyectar dólares a la economía para que las empresas puedan producir y para que
los venezolanos puedan en última instancia alimentarse.
Votar por Maduro es insistir en que la abominable
política del control de cambio es adecuada para un país menguado que sigue
transitando a toda velocidad la senda del atraso y la pérdida absoluta de
competitividad a nivel internacional. Es suponer que una PDVSA saqueada por la
rojocracia y una casta dolarófaga van a poder manejar adecuadamente la crisis
económica más severa que nos ha tocado vivir a los venezolanos.
Votar por Maduro es apoyar la inexistente política de
seguridad del gobierno. Una complacencia tal con los criminales que hace que
los venezolanos seamos víctimas de cientos de secuestros, asaltos de trenes del
metro a mano armada, asesinatos y sicariatos por miles, robo de la propiedad y
todos los desmanes que al hampa gobernante se le pueda ocurrir.
Votar por Maduro es la aceptación de que la Asamblea
Nacional es un simple monigote al servicio del partido de gobierno. Seguir
teniendo un parlamento que no legisla sino que le otorga esa facultad a un
presidente inepto. Una asamblea que no controla porque quiere tapar los
desmanes, incompetencias, latrocinios y corruptelas de la clase política más
nefasta que le haya puesto mano al poder en nuestro país.
Votar por Maduro es decirle a la rojocracia que está bien
presentar como candidato a diputado a un individuo que fue dado de baja con
deshonor del ejercito venezolano por robarse los dineros destinados a financiar
la alimentación de la tropa y personal profesional bajo su cuidado. Es dejar
que la moda Viutton se siga burlando de los venezolanos con sus fantasías y
mentiras.
Votar por Maduro es condenar a Venezuela al oscurantismo,
al retroceso, a la pérdida de espacio en la geopolítica internacional, a la
incapacidad de competir en el mercado de hidrocarburos, en fin, a devenir en
una republiqueta bananera gobernada por un analfabeta funcional y satélite de
un país empobrecido como Cuba.
Votar por Maduro es permitir que el más incapaz de los
presidentes de nuestra historia se refiera en términos peyorativos, impropios
de nuestro gentilicio, a el secretario general de la OEA, ofenda y amenace a
empresarios de la compañías que todavía operan en el país, denigre de políticos
que él sabe atraviesan por situaciones difíciles de tipo familiar.
Votar por Maduro es aplaudir que hayan presos políticos,
que mujeres venezolanas sean detenidas injustamente por acusaciones presentadas
por asesinos convictos y confesos, que venezolanos sean apresados por tiempo
indefinido por emitir sus opiniones por Twitter, que los delincuentes anden sueltos y los
ciudadanos honestos presos, que la policía persiga al venezolano común pero no
toque ni con el pétalo de una rosa al criminal.
Votar por Maduro es mantener la institucionalidad del
estado en manos del partido de gobierno. El TSJ en manos de la abogada de
Chávez, la fiscalía a cargo de una ex guerrillera resentida social capaz de
acusar falsamente a los venezolanos, el contralor pariente político del
presidente, el defensor del pueblo electo diputado y gobernador por el partido
de gobierno, el CNE en manos de militantes del PSUV y la Asamblea Nacional
dirigida por un individuo señalado por los Estados Unidos de estar ligado al
negocio de la droga.
Votar por Maduro es votar por la Venezuela que no
queremos. La que queremos dejar atrás.
Queremos una Venezuela en la que quepamos todos. Una Venezuela que
avance al ritmo del compromiso de los ciudadanos con su desarrollo. Una
Venezuela en la que podamos ser, sin que unos comunistas nos quieran obligar a
convertirnos en lo que no somos.
El cambio en Venezuela ya comenzó y es indetenible.
Jose Vicente
Carrasquero A.
botellazo@gmail.com
@botellazo
Miranda - Venezuela
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