Todos los cálculos y planes para una Venezuela
posible, desarrollados durante las últimas décadas del pasado siglo, se fueron
al traste con la llegada del gobierno de Chávez, veníamos siguiendo una línea
de desarrollo marcada por grandes obras de infraestructura y una fuerte
inversión en industrias básicas para el procesamiento de nuestras riquezas
minerales, pero a partir de los años 70 se empezó a producir un crecimiento
desproporcionado del Estado en detrimento del sector privado, con el correr del
tiempo este crecimiento del sector público se convirtió en una fuerte
perturbación que afectaba no solo la economía en general, sino el
funcionamiento y la creación de nuevas instituciones civiles.
El poder político se ajustó a este anormal
gigantismo y hasta lo propiciaba, bajo la filosofía de que el Estado era la
locomotora de la economía, la tesis centralista del comunismo soviético.
Pero aparecieron en escena lo que los físicos
cuánticos llaman, unos atractores morfogenéticos: son patrones de comportamiento
con tendencia al caos insertos en un sistema, como serían para el chavismo la
corrupción, la ineficiencia y el populismo que junto al enorme poder del
Estado, se conjugaron para irle creando el piso a la gran catástrofe.
Chávez y una parte importante de venezolanos,
obnubilados por las creencias falsas del socialismo y basados en la doctrinal
del estado marxista, de que el mismo podía usarse para crear las condiciones
económicas y sociales para un nuevo paraíso en la tierra, se dieron a la tarea
de destruir lo que hasta ese momento, mal que bien, se
había logrado con mucho esfuerzo.
Todo el equilibrio del sistema dependía de un solo
hombre, que a su vez se comportaba como un atractor extraño, impredecible,
cambiante y tendiente a la inestabilidad, tal patrón de comportamiento lo llevó
primero, a su propia muerte, y luego al derrumbamiento del sistema
sociopolítico que trató de imponer.
Con el modelo cubano en mente y un desprecio supino
por la empresa y la propiedad privada, el chavismo se dio a la exitosa tarea de
arruinar, en algo más de una década, a uno de los países con mayor expectativa
de crecimiento y desarrollo de Latinoamérica.
El quiebre fue total, no solo material, llevando a
la ruina al aparato productivo nacional, fomentando una economía de puertos
donde imperaba la corrupción, destruyendo a nuestra industria petrolera sustrayendo
de nuestra economía miles de millones de dólares que iban a parar a sus cuentas
privadas en bancos extranjeros.
El quiebre fue igualmente espiritual, ya que para
lograr el dominio absoluto de la vida de los venezolanos, se violaron derechos
humanos fundamentales, y por medio de eso que llamaron la hegemonía
comunicacional (el antidemócrata y genio de la propaganda totalitaria, Andréz
Izarra, desde el cargo de ministro de Información declaraba en enero del 2007,
“Tenemos que hacer que el pensamiento y los valores socialistas de lo
colectivo, lo solidario y lo social predominen sobre los del capitalismo… que
permita la batalla ideológica y cultural para impulsar el socialismo”), se
sembraron odios y afectos que no nos pertenecían y sin ningún rubor se
irrespetaron principios fundamentales de convivencia.
Y es en este momento que interviene la Teoría del
Caos.
La misma que científicos de la talla de René Thom,
han estudiado para comprender su
naturaleza. Thom define catástrofe como la ruptura
del equilibrio, una ruptura del orden donde ya no se pueden predecir los
comportamientos usando los marcos conceptuales anteriores a ese
quiebre.
Uno de los grandes aportes al estudio del caos
viene de la termodinámica, en esa ciencia se determinó que, cuando los sistemas
se salen del equilibrio, de las muchas cosas que pueden ocurrir, una, es el
cambio súbito de dirección, a eso se le llamó “bifurcación”.
El filósofo español Luis Racionero y el
investigador Luis Medina, publicaron en 1990 un estudio llamado El Nuevo
Paradigma, allí dicen lo siguiente: “Prigogine habla de desequilibrio creativo,
René Thom de catástrofes benéficas. Y ambos coinciden en una conclusión
atípica, aunque no paradójica: el salto brusco, el momento inestable, la
ruptura de la continuidad o, en una palabra, las singularidades que son los
facilitadores del cambio y la creatividad.”
Otros estudiosos como Evin Lazslo opinan que estos
conocimientos sobre el caos pueden ser aplicados a la sociedad, que estas
“bifurcaciones” permiten procesos súbitos y no lineales que pudieran propiciar
la renovación de la conciencia, la cultura y la civilización, la aplicación de
nuevos paradigmas, la creación de órdenes distintos.
Haciendo un paralelismo con Venezuela, dentro de
las actuales condiciones tenemos una
brillante oportunidad de cambiar nuestro destino,
si logramos hacer jugar a nuestro favor esta bifurcación en la que se encuentra
el país.
Tal y como lo veo, el país está operando en un
“modo” de cambio, los venezolanos hastiados de las perversiones del chavismo,
de la crisis que nos ha traído por irresponsables e ineptos, se encuentran en
un punto de no retorno, el 6D es la fecha clave para el país, está por verse si
lo que queda del chavismo corrupto va hacer de ese día un cambio democrático o
un cambio traumático signado por la violencia y la muerte, sea como fuere, el
cambio va.
Y a pesar de las precarias condiciones en que este
fallido experimento comunista dejó al país, a pesar del natural cansancio que
tiene la gente luego de pasar tantos malos ratos seguidos, hay una posibilidad
de encausar todas las expectativas y energías que quedan en nuevas direcciones,
la oportunidad está pintada para revisar incluso nuestros concepto de país,
nuestros ideales de una mejor sociedad, hasta la misma naturaleza del estado y
de la democracia que queremos.
Es por ello que a pesar de todo, soy optimista,
decidí hace ya mucho tiempo que aquí me quedaría y que mi aporte para las
generaciones que me siguen serían la de un país de verdad, prospero, seguro y
con futuro, y como yo, hay millones; solo un puñado de dementes y
sinvergüenzas, a reventar del dinero mal habido y asustados por estos cambios
no van a cambiar nuestro destino.
Trabajemos unidos para que el 2016 sea el año de
nuestra libertad y el inicio de nuestra bifurcación hacia la Venezuela que
todos soñamos y merecemos.
Unas elecciones fraudulentas y unos comunistas
violentos no son suficientes para torcer la voluntad de millones de venezolanos
que le apuestan al futuro y a la prosperidad, ni las bandas armadas del
chavismo, ni su lumpen envenenado por el odio de clases, es suficiente para que
renunciemos a la lucha por un mejor país, la inercia que llevamos es demasiado
grande para cambiar de curso, o colisionamos o los arropamos.
Todos sabemos que son muy pocos los candidatos a la
Asamblea Nacional con preparación y visión para asumir los cambios que
necesitamos, pero para ello está la sociedad civil, para exigirles el trabajo
que se requiere, para extirpar las directrices de sus partidos antediluvianos
que ya tienen fecha de expiración, los verdaderos comunicadores sociales de
este país hemos estado en el más duro y salvaje de los entrenamientos posibles
ante esta dictadura totalitarista y no nos vamos a callar ante la vieja
política, que pretende erigirse como los salvadores de la patria, robándonos la
iniciática, el trabajo y el sacrificio de estos años de lucha.
Dejemos a un lado las utopías socialistas y
encaremos los retos del capitalismo vanguardista, de la globalización, de
hacernos un puesto como nación civilizada en el concierto mundial de países,
respetuosos del orden y la paz internacional, pero por sobre todo como
defensores de la libertad y de la verdadera democracia. -
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
Miranda - Venezuela
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