sábado, 26 de diciembre de 2015

EUGENIO MONTORO, CO2 AGRIDULCE

Hace poco, en París, se logró un acuerdo de casi todos los Países para reducir los niveles de contaminación y de manera especial las emisiones de dióxido de carbono (CO2). En nuestra opinión el acuerdo es lo más relevante que hasta ahora se ha decidido en el siglo XXI y compite con la declaración universal de los derechos humanos en su trascendencia.

          El dióxido de carbono es un gas que se produce en forma natural en muchos procesos biológicos, en parte lo utilizan las plantas y el exceso se acumula en niveles altos de la atmósfera del planeta. También se produce en grandes cantidades al quemar carbón y productos derivados del petróleo como la gasolina y el diesel y genera lo que alguien lo llamó “efecto invernadero” pues atrapa la radiación solar sobre el planeta y lo calienta anormalmente.

          Este calentamiento ha sido probado y comprobado y aunque las variaciones anuales son ligeras, en pocas décadas, de no hacer algo e irse acumulando, cambiará drásticamente la vida en el planeta subiendo el nivel de los mares, haciendo desaparecer ciudades enteras de las costas y alterando los lugares de producción de alimentos. Eventualmente la civilización, tal como la conocemos, dejaría de existir.

          Así que la principal decisión de esta reunión mundial es reducir las emisiones de dióxido de carbono utilizando otras formas de producir energía que no requieran quemar carbón ni productos del petróleo.

En los proyectos usualmente se hacen estudios económicos para maximizar su rentabilidad. Bajo este acuerdo los proyectos se inclinarán ahora al uso de energía de poca contaminación aunque resulten más costosos y la inversión menos rentable. La razón es simple se trata de la sobrevivencia de la humanidad.

          Aquí se juntan lo dulce de reducir la contaminación y lo agrio  cuando le toca a Venezuela pues, como también firmantes, estamos de acuerdo en que nuestro petróleo se use cada vez menos y, sin estas palabras, estamos también de acuerdo que  “las reservas del petróleo extra pesado del Orinoco ojalá no las usemos”.

          Las llamadas energías “limpias” existen y aunque son costosas ahora tienen el campo abierto para su utilización. Los aportes a la investigación y desarrollo aumentarán y los carros usando hidrógeno como combustible serán comunes. La electricidad producida por fotoceldas inundará el planeta y la llamada era del petróleo pasará como lo hizo la edad de piedra, no por falta de pedruscos sino por mejores cosas. Hasta el discurso revolucionario de que los gringos lo que quieren es nuestro petróleo, se volverá gamelote.

          Para Venezuela es un cambio mayor imposible de evitar. Quizás esta realidad borre el mito del empresario explotador y lo cambie por el de las empresas salvadoras. En el ingenio de miles de empresarios está nuestro futuro como Nación. Todos sabíamos que pasaría algún día, pero nadie pensó que sería tan pronto.

          El dicho de que el llanero es del tamaño del compromiso toma hoy un especial significado.

Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67

Zulia - Venezuela

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