A diferencia de lo sucedido en otros procesos
electorales, particularmente en aquellos en los que había que elegir a los
diputados de la Asamblea Nacional, todo parece indicar que en las próximas
elecciones del 6 de diciembre habrá una alta participación del electorado. Eso
es algo por demás positivo y esperanzador, no solo por el arraigo democrático
de los venezolanos que esa decisión colectiva demuestra, sino también por las
posibilidades de importantes cambios que esa elección puede generar en el país
ante la manifiesta inconformidad de la gente sobre la deteriorada condición de
vida que tenemos.
Un porcentaje cada vez más abrumador de la población
manifiesta su contrariedad y repudio a una serie de realidades y adversidades
que a diario tiene que padecer, señalando al gobierno como el principal
culpable de esa situación. La creciente escasez y el alto desabastecimiento de
productos de primera necesidad obliga a los ciudadanos a hacer interminables
colas para adquirirlos, viéndose muchas veces frustrados sus esfuerzos y
desvelos. Ello ha contribuido a agravar el problema inflacionario, el cual se
ha ido de las manos, reduciendo dramáticamente la capacidad de compra de los
ingresos, particularmente de aquellos que perciben remuneraciones bajas y
fijas, agravando y agudizando todo ello el problema de la pobreza. De poco han
servido los subsidios, controles de precios y las amenazas gubernamentales para
abatir o controlar la inflación que, según sus voceros, se debe a la
especulación, al acaparamiento y a la guerra económica que practican los
productores y comerciantes contra el pueblo. Con estos argumentos, que ya muy
pocos creen por lo absurdos, descabellados y falaces que son, pretenden
encubrir la verdadera causa de esas adversidades, que no es otra que las
pésimas políticas públicas que se han venido implementando en el país desde
hace varios años.
Si a ello agregamos el gravísimo problema de la
inseguridad, el alto desempleo y la desmedida corrupción que pulula por
doquier, es fácil inferir el creciente rechazo al gobierno que se ha arraigado
en un número creciente de venezolanos que quieren un cambio, y que manifiestan
su intención de votar en las próximas elecciones por los candidatos de la
oposición.
Ello ha creado una posibilidad cierta de que se logre
conformar una Asamblea Nacional donde el gobierno no tenga la mayoría,
cambiando por primera vez en muchos años la distribución de fuerzas políticas
en esa instancia de poder. Ello posibilitaría la corrección de una serie de
vicios y distorsiones que se han venido produciendo en el cuerpo legislativo,
lográndose esto a través de la modificación del Reglamento de Interior y de
Debates de ese organismo, poniendo fin de la hegemonía absoluta y
discriminatoria de la bancada oficial, rescatando la función contralora de ese
Poder, eliminando la irrestricta e incondicional sanción de leyes que le
convienen al Ejecutivo, la rendición de cuentas de ministros y otros
funcionarios gubernamentales, etc.
Por ello es de fundamental importancia que todos los
electores ejerzan su derecho al voto, dejando a un lado los argumentos
repetidamente esgrimidos para justificar la abstención, tales como la no
imparcialidad del árbitro comicial, los vicios del registro electoral o la
vulnerabilidad del sistema. Siempre he sostenido, y así lo he expresado en esta
columna en el pasado, que los que temen la violación de su voto o ser víctimas
de acciones fraudulentas, tiene que tener presente que para que esas acciones
violatorias se cometan hay que votar primero, porque de abstenerse el votante
no hay necesidad de violarle nada. En otras palabras, la abstención lo que hace
es legitimar el proceso que se supone viciado, dándole un viso de legalidad a
lo que se considera corrompido. El que se abstiene le da mayores posibilidades
de triunfo al adversario político. Así de simple. Por ello, ¡todos a votar el 6
de diciembre!
Pedro A Palma
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa
Caracas – Venezuela
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