No se podía mencionar encuestas.
Pero ellas circularon gracias al boca a boca y a las redes. También a la
filtración de opiniones de los analistas. Se prohibió llamar votar por los
candidatos, aunque el Estado no cesó de poner su peso a favor de los suyos.
La campaña oficialista insistió en
meter miedo con que se acabarían las misiones o se le quitaría la pensión a los
viejitos. La oposición repitió su compromiso de dar el derecho a la propiedad
de las viviendas, extender el cesta ticket a los jubilados y pensionados y
crear el de las medicinas.
La prédica oficialista no caló en
una situación en la cual el gobierno quitó los alimentos, las medicinas, el
poder de compra al salario, la seguridad personal, los hospitales, la capacidad
de producir o una buena educación. La esperanza fue más poderosa y el miedo no
funcionó.
Los resultados comprobaron que las
encuestadoras midieron bien el estado de ánimo de la población. Los miembros de
mesa y los ciudadanos tuvieron que bregar la defensa del voto palmo a palmo y
los “como sea” no lograron realizar la parte más importante de la orden de la
cúpula. O no se empeñaron.
Hubo numerosos incidentes, pero
todos fueron controlados, incluso con una participación adecuada del Plan
República. No se sabe si efectivamente se suspendieron actos de votación. A
pesar de las caras largas se informaron los resultados y como lo había predicho
Bernal: “Otras veces se ha perdido y no
ha ocurrido nada”. En las calles hubo incertidumbre y alegría. La
mayoría terminó celebrando su voto a ganador en familia.
Los resultados demostraron el vínculo
entre las crisis – económica, social, institucional y de valores, – y la élite
que ha detentado el poder durante un ciclo que está llegando a su fin.
Fracasaron. No pudieron preservar los logros de Chávez a favor de los que menos
tienen.
En el campo oficialista han surgido
dos reacciones. Las de quienes piden que el presidente haga cambios en el
modelo, en el gabinete y en sus
políticas públicas. Y los que piden la renuncia, primero de la dirección
del PSUV y después ver si se debe llegar a otros niveles para salvar el
proceso. Algunos asoman la posibilidad de constituir un gobierno de unidad
nacional. Pero Maduro recibe presiones para seguir en lo mismo.
En la oposición priva una visión interesante:
no considerar la alternativa como una opción exclusiva de la MUD. Se anuncia
que la nueva mayoría aprobará leyes para mitigar los efectos negativos de la
crisis y una Ley de convivencia política y amnistía. Se le ofrece al Ejecutivo
cooperación con autonomía, control sin obstruccionismo, aportes legislativos
para encarar medidas estructurales para salir de la crisis económica.
Prometen enfocarse en hacer útil la
nueva mayoría preservando dos metas: sociedad fuerte, próspera y justa
combinada con un Estado descentralizado, que maneje la regulación con
alicientes y sepa reconducir socialmente las fallas del mercado. Una minoría
radicalizada pide todos los cambios de una vez.
La competencia parece enfilarse
hacia cómo hacer avanzar a Venezuela y no en cómo durar mil años en el poder.
La lección ha sido clara: no hay sociedad que resista a un mal gobierno.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
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