Convocadas las elecciones
parlamentarias para este domingo 6 de diciembre, el 73% de los convocados
-entiéndase tres de cada cuatro- ha dicho en sucesivas encuestas que votará,
ejercerá su derecho y cumplirá su obligación con Venezuela. A esta hora la suerte
está echada, el 6-D saldremos a votar, queremos hacerlo a pesar de los pesares
que cada quien pueda tener. Un 73 % de votos es una cifra sin precedentes en
los últimos años; mientras más electores sufraguen, mejor para Venezuela. Una
vez más la suerte del pueblo está en sus propias manos.
El 7-D, hijo del 6-D,
es tan o más importante que su predecesor. ¿Cómo amanecerá Venezuela el día
siguiente, cuál será el estado de ánimo de nuestros compatriotas? Yo espero y
apuesto por un feliz lunes 7, con un resultado que por claro, masivo y
contundente sea aceptado por unos y otros.
Tengo el privilegio de que estas
reflexiones semanales se publiquen en numerosos periódicos impresos y
digitales, siendo varias las publicaciones que se hacen habitualmente en viernes
o sábado, los que esta semana corresponden a los días 4 y 5 de diciembre cuando
habrá cesado la campaña electoral y estemos en días de silencio y reflexión
pre-electoral. Tal razón me obliga a no hablar ahora de posibles resultados
electorales o de cambios que entiendo van a producirse, pero sí puedo como
abogado constitucionalista, profesor y parlamentario que fui por 20 años,
referirme a las tres funciones fundamentales del diputado, por cierto olvidadas
durante largo tiempo. El diputado es contralor, legislador y representante.
A pesar de que el
Parlamento es el Poder Legislativo, la función más importante de un diputado no
es legislar sino controlar, la Asamblea Nacional ejerce el control político del
Estado y es contrapeso del Poder Ejecutivo; tan es así, que el poder de control
es indelegable. No podría la Asamblea Nacional decirle al Presidente de la
República, auto-contrólese, le delego la función de controlarse, pero sí puede
delegar en el Presidente legislar por un tiempo y sobre determinadas materias,
a través de una Ley Habilitante, por la cual habilita al inhábil para legislar
dentro de los extremos que se determinen.
Queremos tener y ver
una Asamblea Nacional contralora, no genuflexa ante el Ejecutivo y dispuesta
hacer valer el Estado de Derecho. En los últimos años hemos visto a los
presidentes de la República dictar decretos con fuerza de ley por períodos
demasiado extensos y sobre materias casi que ilimitadas, y como si eso fuere
poco, la mayoría de las leyes sancionadas por la A.N. provienen de proyectos
del Ejecutivo, no debidamente debatidos en el Parlamento y sin la debida consulta popular, sin la participación
ciudadana a la que obliga la Constitución (Art. 211). El diputado legislador
debe suplir al levanta mano de oficio.
Por último, los
diputados son “representantes del pueblo y de los Estados en su conjunto”, no
son en el ejercicio de sus funciones ni representantes del gobierno ni de
partido alguno. Quiero escuchar otra vez a los diputados hablando y actuando en
nombre de sus electores y en representación de sus estados. Cuando teníamos un
verdadero Parlamento en Venezuela los diputados estábamos organizados por
bloques parlamentarios estadales, en los que sin importar el partido en el que
militábamos, discutíamos los intereses de nuestra región y proponíamos leyes,
asignaciones presupuestarias y otras iniciativas que atendieran los
requerimientos de los nuestros.
Los diputados por
mandato constitucional (Art. 201) “No están sujetos a mandatos ni
instrucciones, sino solo a su conciencia. Su voto en la Asamblea Nacional es
personal”. Qué bello mandamiento. Este es el Parlamento que queremos y
necesitamos.
El 6-D es día de
convocatoria y voto, el 7-D es día de defensa de lo conquistado y de inicio de
un tiempo que hemos esperado pacientemente y que debemos defender
consecuentemente. Un buen 6-D debe estar sucedido de un buen 7-D. Dios bendiga
a Venezuela.
Paciano José Padrón
Valladares
pacianopadron@gmail.com
@padronpaciano
Miranda - Venezuela
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