Como dioses son. Sólo mi atrevimiento, mi marcada
osadía, tal vez también mi marcado amor por la belleza, la bondad, la verdad,
presumo que también mi envidia, si hubiere alguna buena quiero que fuera mía,
de no poder alcanzar el sitial que en el tiempo se hace imperecedero,
imborrable, en la memoria científica, ética, estética, humana de quienes por
sus obras grabados en ellas continuarán por siempre su existencia, me ha
permitido juntar a esos dos seres, doctores doctos, Manuel León y Rolando
Benítez, Maestros, quienes por su integridad, su trasparencia, sus saberes, sus
conocimientos, su entrega, su bondad, su
amor al prójimo reclamaría para cada uno una obra que, además de amplia, fuese
buena que, además de verdadera, pareciera un poema.
Pues bien heme aquí
dando testimonio bajo juramento, verdad
ante dios, ante ellos, ante sus familias, ante la mía. Conocí a
Manuel León de manos del Rolando Benítez. Y a Rolando de la voz sabia de
la gente, los de arriba de los Andes
venidos a buscar su apoyo sin otra presentación que su necesidad de ser
atendidos y por las voces de científicos, médicos, profesores honorables, amigos
que me hablaron del Gocho Benítez,
siempre tenido como amigo y maestro. Por la palabra utópica de los
camaradas que creían que se podía cambiar el mundo y que en ese empeño Rolando
era ejemplo poético, si por tal entender
hemos a quien hace las cosas como dios
hacía, para ver que era buena la obra por él hecha.
Mi salud vino a menos
y Rolando con su Esposa nos brindaron pan y vino y fuerzas para el cobijo en el
tránsito adverso. Por su generosidad conocí con mi mujer y mis menores hijos a
Londres, donde fuimos a celebrar con él un reconocimiento que allí le fue
hecho, pero fuimos por eso y mucho más, pasar de la posibilidad a la realidad y
mis hijos chicos comieran helados de la mesa de la reina y pudiéramos ver en un
palacio que los palacios imperiales tiene puertas por donde alguien llegó y allí se aposentó y
nuestros ojos visitaran el Buckingham.
Era el mismo maestro, sabio, superior amigo, y al lado del Támesis me
brindó pintas artesanales inglesas, preludio de lo que más tarde en narraciones
breves contaría de un toro erótico que
bebía aguardiente del que echaban a las
aguas del rio Minumboc las destilerías de Carache y el toro con sus pífanos daba
serenatas a las becerras que bien correspondían la sus requiebros
dionisiacos.
Los caminos
recorridos por el Dr. Benítez en el universo del conocimiento, de la ciencia son reconocidos e invaluables
porque nadie tiene cómo medir lo bueno, bello y por amor hecho. Y por si fuera poco, su trabajo por la
política académica de la universidad alcanza inigualables méritos. Candidato a
rector, no obtuvo la victoria, pero la universidad recordará su ejemplo, jamás
quiso repetir la apuesta para ser
rector, la universidad para esa fecha ya
andaba en pies enanos y la ética de
Benítez le impuso la renuncia absoluta a las trampas de la Realpolitik.
Manuel me dio la
oportunidad que siempre quise ser. En
ese empeño de cambiar el mundo, nos fuimos un día a asaltar un cuartel
Libertador, lo que hicimos muy bien, él y yo solos, por tanque un Volkswagen venido a mi de manos
del Dr. Benítez y por armas los sueños y
unas audaces cervezas. Tuvimos mucho éxito, como si fuese una película de los
cuentos de niños, el oficial de guardia nos entregó el cuartel sin que hubiésemos
tenido necesidad de disparar un chopo. Nos abrió la cantina para celebrar que
el mundo daba vueltas y que tarde, más tarde la libertad visitaría desde fuera
a los cuarteles, cuando las guerras fueran como las capitaneadas por Manuel.
Allí tomó sus armas Manuelito, que por ser tan grande optaba por un nombre
chiquitico y dio rienda suelta a su artillería. Tscheikosky y Tolstoi son los
más grandes miriscales rusos, Marx y Beethoven los más abnegados y exitosos
comandantes alemanes. Villalobos y Piazzola con Borges y Bolívar mariscales de
campo de esta América con la otra de
Whitman y de Jefferson. Debo haberme quedado dormido entre tantos
disparos de poemas y música hasta el otro día, temprano, cuando el joven
oficial nos invitara a salir. Le regaló laureles a Manuel y le preguntó cuando
regresaría.
Hubo razón ese
oficial que sabrá dios quien es, pero seguro estoy que amante era del saber, la
libertad, la paz y la justicia, de lo contrario, cuando menos, habría fusilado
a Manuel pues quitarle las armas no podía, la única manera de hacerlo invalido
era la muerte, porque su sabiduría, su saber, su conocimiento y su entrega se
morirían con él y permanecerán en los cientos de atendidos y salvados por él y
por su obra de sus manos hecha que
prestigio universal y vida dan a LUZ.
Desprevenido
como siempre soy, el pasado año o el anterior a él, me acerqué
al decano de la Facultad de Medicina, fui a visitarlo porque presumía que bien
lo conocía y acogería mi propuesta de
dar el doctorado honoris causa a Manuel,
en plena posesión de su consciencia,
aun cuando sus ojos ya no vieran, veían
sus sabias manos y en impecable diagnóstico señalaba cuanto por la salud se
debía hacer.
El decano se
complació, parecía, pero me pidió su curriculum. Creo, señor, digo hoy y quizá dije ayer, que
siendo usted decano, Bernardo Rodríguez,
Rolando Benítez, Gustavo Pineda, Rafito
Molina y mas…seguro estoy que
darán testimonio de quien es Manuel.
Amados maestros,
perdónenme esta nota, insípida, incoherente, quien sabe qué será, pero de
ustedes aprendí que la cura del hombre está
en su alma pero que bueno es el cuerpo sano para mejor existir y mejor ser.
Americo Dario Gollo
Chávez
americod@gmail.com
@americogollo
Zulia - Venezuela
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