miércoles, 3 de febrero de 2016

AMÉRICO GOLLO CHÁVEZ, DOCTORES ROLANDO BENITEZ Y MANUEL LEON: MAESTROS

Como  dioses son. Sólo mi atrevimiento, mi marcada osadía, tal vez también mi marcado amor por la belleza, la bondad, la verdad, presumo que también mi envidia, si hubiere alguna buena quiero que fuera mía, de no poder alcanzar el sitial que en el tiempo se hace imperecedero, imborrable, en la memoria científica, ética, estética, humana de quienes por sus obras grabados en ellas continuarán por siempre su existencia, me ha permitido juntar a esos dos seres, doctores doctos, Manuel León y Rolando Benítez, Maestros, quienes por su integridad, su trasparencia, sus saberes, sus conocimientos, su entrega,  su bondad, su amor al prójimo reclamaría para cada uno una obra que, además de amplia, fuese buena que, además de verdadera, pareciera un poema.

Pues bien heme aquí dando testimonio  bajo juramento, verdad ante dios, ante ellos, ante sus familias, ante la mía.  Conocí a  Manuel León de manos del Rolando Benítez. Y a Rolando de la voz sabia de la gente,  los de arriba de los Andes venidos a buscar su apoyo sin otra presentación que su necesidad de ser atendidos y por las voces de científicos, médicos, profesores honorables, amigos que me hablaron del Gocho Benítez,  siempre tenido como amigo y maestro. Por la palabra utópica de los camaradas que creían que se podía cambiar el mundo y que en ese empeño Rolando era ejemplo poético,  si por tal entender hemos  a quien hace las cosas como dios hacía, para ver que era buena la obra por él hecha.

Mi salud vino a menos y Rolando con su Esposa nos brindaron pan y vino y fuerzas para el cobijo en el tránsito adverso. Por su generosidad conocí con mi mujer y mis menores hijos a Londres, donde fuimos a celebrar con él un reconocimiento que allí le fue hecho, pero fuimos por eso y mucho más, pasar de la posibilidad a la realidad y mis hijos chicos comieran helados de la mesa de la reina y pudiéramos ver en un palacio que los palacios imperiales tiene puertas  por donde alguien llegó y allí  se aposentó y  nuestros ojos visitaran el Buckingham.  Era el mismo maestro, sabio, superior amigo, y al lado del Támesis me brindó pintas artesanales inglesas, preludio de lo que más tarde en narraciones breves  contaría de un toro erótico que bebía  aguardiente del que echaban a las aguas del rio Minumboc  las destilerías  de Carache y el toro con sus pífanos daba serenatas a las becerras  que  bien correspondían la sus requiebros dionisiacos.

Los caminos recorridos por el Dr. Benítez en el universo del conocimiento,  de la ciencia son reconocidos e invaluables porque nadie tiene cómo medir lo bueno, bello y por amor hecho.  Y por si fuera poco, su trabajo por la política académica de la universidad alcanza inigualables méritos. Candidato a rector, no obtuvo la victoria, pero la universidad recordará su ejemplo, jamás quiso repetir  la apuesta para ser rector,  la universidad para esa fecha ya andaba en pies  enanos y la ética de Benítez le impuso la renuncia absoluta a las trampas de la Realpolitik. 
        
Manuel me dio la oportunidad que siempre quise ser.  En ese empeño de cambiar el mundo, nos fuimos un día a asaltar un cuartel Libertador, lo que hicimos muy bien, él y yo solos,  por tanque un Volkswagen venido a mi de manos del Dr. Benítez  y por armas los sueños y unas audaces cervezas. Tuvimos mucho éxito, como si fuese una película de los cuentos de niños, el oficial de guardia nos entregó el cuartel sin que hubiésemos tenido necesidad de disparar un chopo. Nos abrió la cantina para celebrar que el mundo daba vueltas y que tarde, más tarde la libertad visitaría desde fuera a los cuarteles, cuando las guerras fueran como las capitaneadas por Manuel. Allí tomó sus armas Manuelito, que por ser tan grande optaba por un nombre chiquitico y dio rienda suelta a su artillería. Tscheikosky y Tolstoi son los más grandes miriscales rusos, Marx y Beethoven los más abnegados y exitosos comandantes alemanes. Villalobos y Piazzola con Borges y Bolívar mariscales de campo de esta América con  la otra de Whitman y  de Jefferson.  Debo haberme quedado dormido entre tantos disparos de poemas y música hasta el otro día, temprano, cuando el joven oficial nos invitara a salir.  Le  regaló laureles a Manuel y le preguntó cuando regresaría.
        
Hubo razón ese oficial que sabrá dios quien es, pero seguro estoy que amante era del saber, la libertad, la paz y la justicia, de lo contrario, cuando menos, habría fusilado a Manuel pues quitarle las armas no podía, la única manera de hacerlo invalido era la muerte, porque su sabiduría, su saber, su conocimiento y su entrega se morirían con él y permanecerán en los cientos de atendidos y salvados por él y por su obra  de sus manos hecha que prestigio universal  y vida dan a LUZ.
        
Desprevenido como  siempre soy,  el pasado año o el anterior a él, me acerqué al decano de la Facultad de Medicina, fui a visitarlo porque presumía que bien lo conocía y acogería  mi propuesta de dar el doctorado honoris causa a Manuel,  en plena posesión de  su consciencia, aun cuando sus ojos ya no vieran,  veían sus sabias manos y en impecable diagnóstico señalaba cuanto por la salud se debía hacer.
        
El decano se complació, parecía, pero me pidió su curriculum.  Creo, señor, digo hoy y quizá dije ayer, que siendo usted decano,  Bernardo Rodríguez, Rolando Benítez, Gustavo  Pineda,  Rafito  Molina  y mas…seguro estoy que darán testimonio de quien es Manuel.
        
Amados maestros, perdónenme esta nota, insípida, incoherente, quien sabe qué será, pero de ustedes aprendí que la cura del hombre está  en su alma pero que bueno es el cuerpo sano para mejor  existir y mejor ser. 

Americo Dario Gollo Chávez
americod@gmail.com
@americogollo

Zulia - Venezuela

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