Digámoslo rápido. El
enfrentamiento actual que divide a medio planeta, y especialmente a los
latinoamericanos, es entre el neopopulismo o democracia autoritaria contra la
democracia liberal. Acabo de desarrollar un breve curso sobre el tema en la
Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. No conozco otra institución tan
comprometida con la libertad económica y política. Impresionante.
En la esquina
neopopulista del ring comparecen, a la izquierda, el padre Marx,el estatismo,
el clientelismo, la Teología de la liberación, la Teoría de la Dependencia, Eduardo
Galeano, Che Guevara, Ernesto Laclau, Hugo Chávez, Evo Morales, Fidel Castro,
“todos revolcaos”, más el caudillismo, el gasto público desbordado, la ALBA, el
Socialismo del siglo XXI, el Foro de Sao Paulo y un tenso etcétera con el puño
cerrado y la consigna callejera a flor de labio.
En la esquina liberal
se encuentran, el padre Adam Smith, Mises, Hayek y los Austriacos, Milton
Friedman y el mercado, James Buchanan y la Escuela de Elección Pública,
Douglass North y los institucionalistas, la responsabilidad individual, la
empresa privada, el estado de derecho, la ALCA, el comercio libre y global, los
Tigres de Asia, la exitosa reforma chilena, Ronald Reagan, Margaret Thatcher,
Mario Vargas Llosa, el estado pequeño y eficiente.
Este eje de confrontación
es relativamente nuevo.
El siglo XIX fue el
de liberales a la antigua usanza contra conservadores, también de viejo cuño.
El XX vio, primero, la batalla entre las supuestas virtudes de la hispanidad
frente a los defectos de los anglosajones (el Ariel de Rodó y las conferencias
encendidad del argentino Manuel Ugarte). La revolución mexicana de 1910 se
cocinó en esa salsa antiimperialista.
A lo que siguió la
aparición del marxismo y del fascismo, primos hermanos que acabaron
pareciéndose mucho. Los años veinte fueron los del psiquiatra argentino José
Ingenieros, con alma y paraguas rojos, y los de José Carlos Mariátegui y sus
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.
Poco después, en la
Italia de Mussolini un joven militar argentino observaba con admiración la
experiencia fascista. Se llamaba Juan Domingo Perón y a su regreso a Buenos
Aires puso en marcha su “Tercera vía”. Ni comunismo, ni capitalismo:
justicialismo. O sea, peronismo puro y duro. Era la expresión criolla del
fascismo.
Tras la Segunda
Guerra, inmediatamente vino la Guerra Fría. Antes y durante, América Latina se
llenó de espadones santificados por Washington. El eje de confrontación pasaba
entonces por los cuarteles contra los comunistas, o todo lo que oliera a ellos.
En esos años cuarenta
se abrió paso otra fuerza: la izquierda democrática. Comenzaron a triunfar en
Guatemala (Juan José Arévalo), Costa Rica (José Figueres), Cuba (Carlos Prío),
Venezuela (Rómulo Betancourt), y Puerto Rico (Luis Muñoz Marín). Eran demócratas
anticomunistas que procedían de la izquierda. Luchaban contra el militarismo
desde posiciones anticomunistas.
Constituían, además,
una dulce variante vegetariana del populismo. Creían en el estado benefactor
paternalista, y no rechazaban las medidas estatistas. En el campo económico
reinaba su majestad Lord Maynard Keynes y los políticos utilizaban el
presupuesto nacional y el gasto público para impulsar la economía. Maravilloso.
Estaban intelectualmente legitimados para dilapidar fortunas. Simultáneamente,
distribuían las rentas y ejecutaban reformas agrarias que casi nunca lograron
sus objetivos.
En 1959 volvió a
cambiar el signo de la lucha. Fidel y Raúl Castro, junto al Che Guevara, con la
inocente ayuda de otros grupos democráticos, derrocaron la dictablanda militar
de Batista, con el objeto de establecer una dictadura comunista calcada del
modelo soviético. Se proponían, fundamentalmente, destruir los gobiernos de la
izquierda democrática, definiendo al adversario por sus relaciones con Estados
Unidos y con la propiedad.
Si eran
pronorteamericanos y promercado, aunque fueran de izquierda y respetaran las
libertades, eran enemigos. Cuba atacó a Uruguay, Venezuela, Perú, Panamá, a
todo lo que se moviera o respirara. También, claro, a los viejos dictadores
militares como Somoza, Trujillo o Stroessner, pero no por tiranos, sino por
proamericanos y procapitalistas. La isla era “un nido de ametralladoras en
movimiento”. Estados Unidos se sumó a la guerra y en 1965, en medio de una
guerra civil, desembarcó marines en República Dominicana para, decían, “evitar
otra Cuba”.
Con Allende en 1970
se inició el peligroso juego de la democracia autoritaria y terminó a tiros
tres años más tarde. Pinochet, que era un hombre de Allende, o eso creía D.
Salvador, acabó bombardeándolo. Sin embargo, como el general no sabía una
palabra de economía, les entregó esas actividades misteriosas a unos jóvenes
chilenos graduados de las Universidades de Chicago y de Harvard. Pronto
comenzaron a darle la vuelta a la situación.
Era la primera vez
que en América Latina se oyó hablar de Friedrich Hayek (Premio Nobel en 1974),
o de Milton Friedman (1976). A mediados de los años ochenta era evidente que el
populismo había hundido a América Latina en un charco de corrupción, inflación y
gasto público irrefrenable. La región había fracasado. Se habló entonces de la
“década perdida”.
Surgió así el primer
ciclo liberal de América Latina. Sus principales protagonistas procedían de
otra cantera ideológica, pero eran personas flexibles e inteligentes. Entre
otros, incluía al boliviano Víctor Paz Estenssoro, que regresaba al poder en
1985 a enmendar los desaguisados de 1952; el tico Oscar Arias, el argentino
Carlos Menem, el mexicano Carlos Salinas de Gortari, el colombiano César
Gaviria y el uruguayo Luis Alberto Lacalle.
Más que las
convicciones liberales los movía la certeza del fracaso populista.
Desgraciadamente, las acusaciones de corrupción contra Salinas y Menem, más el
aumento desmedido del gasto público en Argentina, desacreditaron aquella
reforma liberal y los enemigos comenzaron a atacar eficazmente “la larga noche
neoliberal”.
En 1999, finalmente,
comenzó a gobernar Hugo Chávez y se inició otra fase de democracia autoritaria.
Ésta que ahora llega a su fin, hundida en la miseria, el desabastecimiento y la
corrupción, dándole paso al nuevo ciclo de la democracia liberal, acaso
iniciada con la victoria de Mauricio Macri en Argentina. Esperemos que dure.
Carlos Alberto
Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la
Internacional Liberal
Estados Unidos
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