El miércoles 14 de
noviembre se perpetró el mayor atropello cometido por una gobernador electo con
el voto popular contra una universidad autónoma. Se trató del asalto dirigido
por Rafael Lacava contra la Universidad de Carabobo, cuando los estudiantes realizaban
sus elecciones de gobierno y cogobierno universitario, luego de once años sin
que se convocaran comicios porque el TSJ lo impedía.
Las bandas armadas financiadas por el gobernador del
estado Carabobo amenazaron y agredieron a los estudiantes opositores de las
facultades de Ciencias Biomédicas, de Ciencias Jurídicas y de Ciencias
Económicas. Los provocadores se llevaron algunas urnas con las papeletas de
votación. Más tarde Lacava, apoyado en los resultados proporcionados por una
“comisión electoral” sacada de su
bolsillo, anunció unos datos en los que daba ganadora a Jéssica Bello,
candidata del oficialismo a la presidencia de la Federación de Centros Universitarios. Lacava
ni siquiera tuvo la delicadeza de valerse del
secretario juvenil del Psuv en el estado, o de algún otro estudiante del
partido, para proclamar el fraude. Con su habitual desparpajo y sin que le
correspondiera intervenir en ese escenario, anunció unas cifras falsas y trató
de imponerse a lo Jalisco: arrebatando.
La desmesura no le
funcionó. Los estudiantes democráticos lograron derrotar la violencia y
culminar el proceso con una amplia participación. La Comisión Electoral
legítima, la electa previamente por los propios estudiantes, declaró vencedor con una cómoda mayoría a Marlon
Díaz, el candidato de la unidad opositora. Lacava recibió una felpa en el
territorio donde se cree caudillo.
El asalto a la
Universidad de Carabobo representa un eslabón más en el arrinconamiento al que
han sido sometidas las organizaciones independientes de la sociedad civil y en
la larga cadena de agresiones contra las universidades autónomas. La UCV, la
LUZ, la UDO y la ULA llevan casi dos décadas sufriendo el cerco político y
financiero impuesto por el régimen. Como los maduristas no han podido someter a
nuestras casas de estudio, la estrategia ha consistido en atacarlas con
colectivos armados o grupos paramilitares. La UCV ha sido objeto del ensañamiento del gobierno. El 28 de marzo de
2001 un comando de asalto tomó la sede
del Consejo Universitario y se mantuvo allí, con el apoyo de Miraflores, por
espacio de dos meses, hasta que la comunidad universitaria, hastiada del
allanamiento, decidió sacar a los facinerosos a empellones. En represalia, ese
mismo grupo constituido en el movimiento 28M, tomó varias veces la sede del
rectorado, quemando los archivos y material de oficina, y poniendo en peligro
la vida de los empleados de las dependencias centrales. Para cometer sus
tropelías impunemente, nunca han contado con la solidaridad universitaria, pero
sí con el respaldo de la cúpula del régimen.
La violencia física se
ha combinado con la asfixia financiera.
Las universidades sobreviven en el
nivel de subsistencia. Los profesores y los estudiantes parecen náufragos. Los
chavistas optaron por auxiliar a Cuba, Nicaragua y Bolivia, condenando a la
miseria a las universidades autónomas, y, también, a las bolivarianas. Todas
vegetan en medio de la ruina.
Lo ocurrido en Carabobo
llama más la atención porque míster Lacava, a pesar de utilizar como símbolo a
Drácula, el personaje de Bram Stoker, pretende
proyectar una imagen de frescura y renovación alejada de la ortodoxia de
esa izquierda que se desayuna con escorpiones y cena con víboras. El excéntrico
gobernador busca separarse de la ortodoxia espartana de los viejos
izquierdistas. Su estilo resulta de un desenfado inusual entre los madurista,
que parecen llevar la vida como su
líder: en do de pecho.
Lacava se ha proyectado
como un posible puente entre el oficialismo y la oposición. Una bisagra que
permita buscar una salida concertada a la fenomenal crisis global que sufre el
país. El mandatario regional aparece asociado con el grupo Boston, al que perteneció Maduro. Este grupo logró que
estuviese recientemente en Venezuela el
senador Bob Corker, experto en negociaciones, y que se hablara de restablecer
el diálogo entre la oposición y el gobierno, con el fin de buscar una fórmula
que posibilite acercar los dos extremos.
Lacava, sin adoptar
poses de negociador engreído, ha estado coqueteando con la posibilidad de
actuar como enlace. Sus más entusiastas seguidores han dicho que hasta podría
ser el candidato para presidir una eventual transición, que facilite salir de
Maduro sin que el oficialismo sufra los traumas de una ruptura abrupta y
explosiva.
Con su comportamiento,
podría decirse hamponil, Lacava dinamitó esa ruta. Perdió todos los créditos
que le hubiesen avalado para ser una ficha confiable para la oposición en un
hipotético diálogo con el gobierno. El gobernador mostró su perfil más agresivo
o, como él diría, exhibió sus colmillos más afilados: los de Drácula.
Lamentable, porque las negociaciones siempre requieren de personajes respetados
y creíbles para todos los bandos.
Trino Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario