No se ocurre otro tema
más importante. Dijo Ángela Merkel, la primer ministro alemana, que está de
acuerdo con Emmanuel Macron, el presidente francés, en que debe crearse un
ejército europeo. Cuando eso suceda habrá terminado, realmente, el siglo XX y
el mundo de la postguerra.
Macron y Merkel
desconfían de la firmeza de Trump. Tienen razón para ello. Al presidente
norteamericano le incomoda el artículo quinto del Tratado de la OTAN. Ése que
obliga a todos los miembros de la Alianza a defender, incluso con las armas, a
algún miembro de la Alianza que haya sido atacado por otra nación.
El abono del pago de los
gastos de la OTAN, que Trump reclama con energía a los países atrasados –un 2%
del PIB de las naciones que la integran- parece ser una coartada del presidente
norteamericano. Realmente, le gustaria salirse de una Alianza en la que no
cree, como buen y genuino nacionalista “antiglobalización”.
El problema se hizo
evidente tras el ingreso de la República de Montenegro en la OTAN. Montenegro
es un pequeño país de los Balcanes, la antigua Yugoslavia, con apenas 630 000 habitantes,
carente de cualquier clase de interés, salvo que allí nació Milovan Djilas, el
autor de La nueva clase. Se integró recientemente a la OTAN para librarse de un
zarpazo de Rusia. El periodista Tucker Carlson de Fox News le hizo la pregunta
clave a Trump:
--¿Por qué nuestros
hijos tendrían que pelear o morir por defender a Montenegro?
Trump dijo que él se
cuestionaba lo mismo, calificó de muy agresivos a los montenegrinos, y los
asoció a una hipotética tercera guerra mundial.
Fueron estos truenos los
que despertaron a Macron. Aunque el artículo quinto del tratado sólo ha sido
invocado una vez, y fue por George W. Bush tras el ataque a las Torres Gemelas
el 11 de septiembre del 2001, los líderes de Europa saben que es cuestión de
tiempo que la Alianza con Estados Unidos se debilite hasta, primero, la
insignificancia, y luego la extinción.
Esto dejaría a Europa al
alcance de Rusia o China, salvo que exista un elemento disuasor creíble: un
ejército lo suficientemente poderoso que tendría dos consecuencias
fundamentales, por una punta, impediría que Rusia o China se atrevieran a
atacar o extorsionar a los europeos, y por la otra mantendría a los militares
ocupados y sin tentaciones de ocupar las casas de gobierno.
Esto último es muy
importante. Ortega y Gasset dijo y repitió que “España es el problema y Europa
la solución”. Especialmente cuando las dos cabezas, Francia y Alemania, se unen
para defender un común propósito: impedir la guerra y preservar el sistema de
la “democracia liberal” que tan buen resultado le ha dejado al Continente.
No debe olvidarse que en
Europa radica no sólo el origen de las libertades, los derechos humanos y la
revolución industrial. Las querellas más sangrientas de la historia se han
librado en suelo europeo. La devastadora "Guerra de los Treinta
Años"(1618-1648) se riñó allí y costó ocho millones de muertos que se
entremataron en nombre de Dios con cuchillos, lanzas y precarias armas de
fuego. La de "Sucesión" (1701-1714), por el trono de España, anduvo
por los casi dos millones. Ambas guerras fueron “mundiales”, con diversos
contendientes y ramificaciones internacionales.
¿Para qué seguir? Son
innumerables los conflictos bélicos que han encharcado a Europa. Entre otros,
la Guerra de los Nueve Años, la de los Siete –remoto punto de partida de
Estados Unidos, aunque entonces nadie pareció advertirlo-, las napoleónicas,
hasta llegar a los mataderos de la Primera y la Segunda Guerras mundiales.
Fue esta certeza
histórica, unida a los horrores de la Segunda Guerra mundial, lo que llevó a
Roosevelt-Truman a abandonar el tradicional aislacionismo norteamericano
(recomendado nada menos que por George Washington), y a decidirse a encabezar
al “mundo libre”, resolución que se tradujo en los acuerdos de Bretton Woods,
la OTAN, el Plan Marshall, la CIA, la OEA y el resto de los mecanismos que hoy
languidecen tras varias décadas de eficacia decreciente.
Desde luego, la tarea de
crear ese ejército europeo será muy difícil, pese a que Francia domina el arma
nuclear y Alemania, junto al resto de la UE, poseen el músculo económico para
llevarlo a buen puerto. Ojalá se consiga, pese a todo. La frase de Ortega
pudiera extenderse a todos los países del Viejo Continente. El problema es cada
uno de ellos. Europa es la paz y la solución. Trump es el síntoma de unos
vínculos políticos que se debilitan. Lo mejor es admitirlo, como han hecho
Merkel y Macron. Era mucho más fácil y barato sobrevivir bajo la tutela americana,
pero parece que eso pronto no será posible. Otra era llama a las puertas.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
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