domingo, 7 de abril de 2019

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, EL POPULISMO DE TRUMP Y VENEZUELA


Las inconsistencias del populismo y la demagogia electoral han vuelto a quedar expuestas, en los últimos días, con las decisiones, en vaivén, del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica  Donald Trump.

Después de una campaña de desprestigio contra quien fuera su rival en las presidenciales pasadas  Hillary Clinton; versus el también excandidato presidencial de su propio partido John McCain, fallecido a mediados del año pasado; así como contra varios abogados y ex asesores de su entorno por haber dado declaraciones incriminatorias en el affaire que involucra a los rusos, por su supuesta injerencia en las elecciones del 2016 que lo llevaron a la  presidencia, Trump amenazó con enfilar  sus baterías contra el expresidente Barack Obama.  Así, a finales del mes de marzo pasado, declaró que eliminaría el conocido programa de seguridad social “ObamaCare”, por resultar, entre otros motivos, muy caro para los ciudadanos que ni siquiera pueden pagar el deducible.

Al mismo tiempo, la incansable mente del señor Trump ha venido amagando, no sin cerrar primero, en par de oportunidades, la administración central de su gobierno y presionar así la aprobación de fondos por el Congreso que le permitan financiar el muro mexicano, con clausurar la frontera sur, si el gobierno de López Obrador no toma medidas para detener el contrabando de drogas dentro del territorio norteamericano. Esto, sin renunciar a seguir anunciando la construcción de ya famoso muro,  dentro de cuyo programa acaba de efectuar una visita a la frontera californiana con el objeto de tomarse una foto, así como evaluar los diferentes materiales y prototipos de cerca fronteriza. Mientras, en paralelo, Trump pone en marcha su campaña de recaudación de fondos para su reelección el próximo año, para la cual aprovechando su viaje  a California por lo del muro, o posiblemente al revés, cenará con un centenar de pudientes ciudadanos en Beverly Hills que pagarán treinta y cinco mil dolares por cubierto.

Pues bien, así como las iniciativas han venido, se han ido, y toda esa vorágine de propuestas que siguen teniendo finalidad electoral, solo que ahora con meta en el 2020, se han desvanecido, modificado o simplemente pospuesto. Ya la valla con México no es tan prioritaria, pues dicho país esta efectuando según las propias declaraciones del mandatario estadounidense, una tremenda labor frenando la inmigración ilegal. Lo que interesa ahora, más bien, es  detener el narcotráfico y para ello ha dado plazo de un año al gobierno de López Obrador. Si en ese tiempo no lo para; entonces,Trump impondrá un impuesto para cada vehículo que entre a Estados Unidos, junto con otras medidas. Lo mismo ocurre con el ObamaCare, cuya sustitución o supresión, sera pospuesta hasta pasadas las presidenciales venideras; de modo que si  los  americanos no podían costearlo, según palabras textuales de Trump, tendrán que seguir sufriendo hasta que Trump sea reelecto. 

Si Obama fue un político populista con la apariencia y el estilo de un  presidente serio tanto a la hora de hablar como de actuar, su sucesor es todo lo contrario. No solo no es serio, sino que tampoco lo parece; no solo es populista cuando lo dice, sino también cuando no lo hace. Pero el principal problema de Trump es que sufre del síndrome de ilegitimidad que aqueja o a aquejado a otros presidentes en el resto de países americanos por razones distintas; bien por haber trampeado las elecciones descaradamente, haber manipulado la ley o el sistema electoral, o bien por haberlas ganado inmerecidamente o, lo que es lo mismo, por defecto del sistema.

La presidencia de Trump es consecuencia de esto último, pues aunque él ciertamente resultó electo dentro de las reglas de juego establecidas por el obsoleto sistema de sufragio indirecto norteamericano, no pudo evitar que la llamativa diferencia de casi tres millones de votos que le sacó la señora Hillary, algo así como el 1% de la población norteamericana, dejara en entredicho su representatividad y, por ende, su legitimidad. Para curarse de esa enfermedad no se le ocurrió otra idea que prender el ventilador y poner a volar la sospecha de que esa diferencia se debía posiblemente a un fraude, que obviamente sin necesidad de acusar a a su oponente, apuntaba hacia la derrotada señora Clinton. De paso, cualquier acusación de intromisión de los rusos a su favor, en las elecciones, se devolvía igualmente contra ella.

En cierto modo, el Donald Trump no reconocido por casi tres millones de personas más de las que votaron por él; el líder populista y demagogo, el mismo que promete esto y lo otro, pero que luego no lo cumple; el que se burla de sus oponentes o los acusa de fraude u otros delitos y los metería presos si lo dejaran; ese Donal Trump, no está tan distante de otros presidentes del continente más al sur del Rio Bravo, como  Daniel Ortega,  Nicolás Maduro o el mismísimo Chávez.

Está  claro que el viento que mueve la veleta del presidente norteamericano sopla en dirección a Noviembre del 2020   y que cualquier circunstancia política con capacidad de afectar su reelección será diferida, apartada o menospreciada, pues no solo desea ganar sino hacerlo, esta vez, sin ninguna mácula que empañe su investidura. Solo esperemos que en el caso de Venezuela, el apoyo a Guaidó y, sobre todo, al sufrido pueblo venezolano, no se vea comprometido por dicha causa en esta segunda mitad que todavía le queda de mandato y caiga en el saco de las promesas incumplidas u olvidadas, en la agenda del candidato Trump.

José Luís Méndez La Fuente
@xlmlf  

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