Creo que fue Brecht quien indicó que era “bello aquello que era útil”. Por esa afirmación entraron a la categoría de esa estética, todo lo humano asimétrico y amorfo, hasta los animales como los sapos y murciélagos, por ser útiles en los campos y mantener el equilibrio ecológico. En fin, que desde que terminó la II Guerra Mundial el concepto de belleza aristotélica ha venido perdiendo vigencia mientras las sociedades han ido reconociendo e incorporando otros conceptos a la tradición de las ancestrales simetrías de la belleza y lo bello.
No es de nuestro interés indicar acá definiciones ni explicaciones más allá de dejar abierta cierta discusión sobre esa “explosión estética” que supone la irrupción por las calles del mundo democrático, de grupos que representan a minorías tratando de afirmar sus estéticas. Tanto las feministas, ecologistas, antirracistas, la diversidad sexual, entre otros, muestran en sus afirmaciones, podamos o no estar de acuerdo en sus posturas y reclamos, esto que indicamos: la existencia de esas otras realidades agrupadas en la llamada estética de lo feo.
Porque la categorización de lo bello y la belleza tiene –y mantiene- una influencia definitiva que priva sobre nuestras creencias, valores y principios. Además, está supremamente arraigada como valor supremo, identificado con nuestra idea de aquello sagrado (Dios) e inviolado. Tanto así, que está intrínsecamente adherido a nuestro lenguaje para definirnos en nuestra sesgada supremacía como humanos. Sobre esto, es perentorio indagar hasta qué punto las nuevas estéticas, que vienen acompañadas por una orientación ideológica y de hacer político, y encuentran resistencia en las creencias socialmente aceptadas, no son más que la misma aventura humana por encontrar reconocimiento en su infinita existencia.
En modo alguno tomo partido por estas nuevas realidades estéticas, pero sí creo importante reconocer que existen y son fuente para la creación en el arte y la cultura. Incluso, -y diría que de un modo vigoroso- las nuevas estéticas han permeado toda la cultura moderna y sobre manera, en los países con sistemas democráticos y liberales. Esto, en modo alguno, indica que estas estéticas con sus respectivos lenguajes, vayan a desplazar a las tradicionales formas de expresión socialmente aceptadas. Creo que veremos en los próximos años una especie de “adecuación” y convivencia para, posteriormente, advertir una mayor riqueza cultural que estas, por ahora minorías estéticas, están aportando al desarrollo humano.
Indudablemente que en este abanico de experiencias que de pronto está experimentando el hombre, se aprecia una respuesta inmediata y por sí, válida en su pervivencia de valores y principios, donde el reconocimiento de la nueva moral –como hija del tiempo- tiene, necesariamente, que adecuarse a esta nueva realidad. Porque convivir con esto que llamamos “estética de lo feo” trae en lo inmediato, la generación de neo lenguajes, otra moral (-eso que mora, vive y habita), así como la sustentación en los sistemas jurídicos para su normalización.
Nos guste o no ellas ya están aquí, forman parte de esta realidad y cada vez más se apropian de sus espacios, se han visibilizado y no podemos obviarlas. Esa es la realidad y contra ella es prácticamente imposible oponerse.
Esto, como lo estamos observando en la realidad, trae resistencia social y respuesta de grupos que fortalecerán el conservadurismo para impedir que estas nuevas estéticas ocupen sus espacios.
En lo político, es mi opinión, veremos emergen en Occidente las posiciones ultra conservadoras, los movimientos religiosos ortodoxos tradicionales y las corporaciones y grupos de poder económico, que impedirán el posicionamiento de estas nuevas realidades. No será fácil encontrar un punto de equilibrio porque la realidad donde nos encontramos trae juntas, antiguos y aún no del todo superados resentimientos entre quienes lideran los movimientos de estas minorías.
Sí creo prudente, al menos en el ámbito del lenguaje, indicar que en modo alguno los neologismos aparejados con estos movimientos y grupos de opinión, van a acabar con los idiomas. En todo caso sí habrá, como está sucediendo, una ampliación terminológica y modificación (suavización) fonética que hará más práctico y sencillo el uso idiomático, sobre todo en el español hablado en América (-se observa su rápida modificación en la cuenca del Caribe). Es posible que este y otros fenómenos de naturaleza lingüística se presenten en otras lenguas porque es consecuencia de la misma dinámica social.
Coincido con el profesor Eco en su Historia de la Fealdad cuando indica que, tanto lo bello como lo feo, mantienen rasgos comunes, coincidencias que forman parte de la naturaleza humana.
En lo personal siempre agradeceré a Brecht su afirmación, porque al hacerlo, no sólo reconoció que la fealdad era una realidad, sino que también existimos y somos necesarios.
Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
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