La libertad de los seres humanos no puede ser igual a la que disfrutan los pájaros encerrados en una jaula porque la orientación de los humanos hacia el bien, solo se logra con el uso pleno de la libertad, entendida esta como una propiedad de la voluntad del hombre, mediante la cual, éste puede elegir los medios para conseguir sus fines. El concepto de libertad quiere decir que el individuo no está obligado a elegir de una manera automática o determinada unos bienes en lugar de otros.
En la sociedad actual todos defendemos la independencia y de hecho, es uno de los valores más importantes del ser humano, pero desgraciadamente, no todos entendemos que este preciado derecho tiene como contrapartida, el deber de la responsabilidad. El humano es libre, pero ante la familia, la sociedad y la justicia, tiene que dar cuenta de sus actos, buenos o malos y ha de cargar con su responsabilidad personal. Cada uno recibirá premio o castigo según sus actuaciones.
La libertad es parte del del ser humano, nace con él y se reconoce como una de sus facultades superiores, ejerciéndola a través de su libre albedrío. El papa León XIII, señaló: «El libre albedrío es el bien más noble de la naturaleza, propia solamente de los seres inteligentes, que da al hombre la dignidad de estar en manos de su propia decisión y de tener la potestad de sus acciones». Entonces, la libertad es el conocimiento y la certeza de que podemos regirnos a nosotros mismos; es el dominio de la razón sobre las pasiones humanas. Es lo que fortalece la voluntad para que domine las circunstancias externas, dejando de lado las emociones y permitiendo a través de su práctica conseguir la experiencia necesaria, la cual redundará en beneficio propio, pero también de los demás.
La autonomía supone un reto, entraña responsabilidad, y por eso los humanos nos realizamos siendo libres. Nunca será feliz quien pretenda vivir a expensas de la sociedad. Por supuesto que la libertad implica riesgos y aprensiones, pero conquistarla es la única forma de conocerse y adueñarse de sí mismo. Con tantas instituciones democráticas amenazadas en todo el mundo, por líderes con tendencias autoritarias o populistas, es necesario seguir trabajando para fortalecer los mecanismos de control y equilibrio para proteger los derechos de los ciudadanos.
Como personas preocupadas por los derechos humanos, debemos exigir que los gobiernos empleen todas sus energías para que el poder adquiera forma de solidaridad, que promueva y estimule los actos libres, poniéndose al servicio del bien común, sin que su imperio se entienda como la suma de los egoísmos individuales, sino como el supremo bien de una comunidad.
La democracia no sólo debe permitir la diversidad, sino que también debe estimularla y requerirla porque necesita la presencia activa de los ciudadanos para
existir, de lo contrario será masificadora y generará indiferencia y conformismo. De ahí la esclerosis que padecen muchas democracias. No se puede seguir identificando democracia con libertad. Muchos no solo dejan de buscar la libertad, sino que hasta le temen. Si se compara la libertad de hoy con la que teníamos hace pocas décadas, dolorosamente se comprueba que ella se encuentra en retroceso. Como no estamos muy lejos de volver a la época de los siervos de la gleba, esto hace que quienes podemos vivir en libertad seamos más responsables, porque como dijo Albert Camus, “la libertad no está hecha de privilegios, sino que está hecha sobre todo de deberes”.
Hablando de libertad, en toda su extensión, quiero concluir con una nota pintoresca, la cual me sirvió para titular este artículo: Una investigación periodística, realizada en el Reino Unido, sobre la libertad que demuestran los pájaros a la hora de escoger el color del carro sobre el cual verterán los suspiros de su vientre, permitió determinar que ellos, al igual que los seres humanos, son muy democráticos para escoger el destino de sus excreciones y este es su orden preferido: rojo 18% ¡alerta para la esquina de Bolero!; azul 14%; negro 11%; blanco o gris plata 3% y verde 1%. La estadística señala que las gaviotas prefieren los colores claros, mientras que los palomos prefieren el gris. El responsable de la investigación señaló: “quizá esta sea otra estadística absurda, como casi todas, pero nunca está de más saber las preferencias del "enemigo" para minimizar las consecuencias”.
Noel Alvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador Nacional del Movimiento político GENTE
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