Ganar o perder son las opciones de quienes se enfrentan en cualquier tipo de competencia. En la política que vivimos en Venezuela, hasta hace veintiún años, dos organizaciones políticas ganaban o perdían, y los militantes de una y otra celebraban o se lamentaban según el caso. Luego la vida seguía su curso. Los perdedores en la elección –que no se cuestionaba como tramposa o fraudulenta- se transformaban en la Oposición, desde allí lanzaban críticas demoledoras contra quienes gobernaban y casi siempre, salvo en la ocasión de CAP II, ocurría la alternancia entre esas dos organizaciones: Acción Democrática y Copei.
En
el Parlamento -Senado y Cámara de Diputados- sus miembros solían pronunciar
discursos que en muchos casos fueron brillantes y captaban la atención general.
Con el tiempo, como suele suceder, fueron desapareciendo los grandes oradores y
llegó una nueva camada de camorreros más que políticos (pueden imaginar que me
refiero a la irrupción de la variopinta
CAUSA RADICAL, embrión del chavismo).
Pero, a pesar de las confrontaciones verbales, de la acritud de los discursos,
los parlamentarios podíamos salir desde ambas
Cámaras, conversando cordialmente. y llegar a acuerdos en las Comisiones
de Trabajo.
No
voy a referirme a la Asamblea Nacional
Constituyente de 2000, autora de la
Constitución más inútil, vapuleada y violada
en toda la historia del país.
Pero la Asamblea Nacional electa en 2005, por la errónea abstención de
los principales (para entonces) partidos de Oposición; inauguró la era del ejercicio
de la política como abuso, atropello, insulto, retaliación, violencia
verbal y física, y algo que parece subjetivo, anodino, o frívolo; !feismo! La carta de presentación de esos diputados
chavistas que llenaron como mayoría las curules de la nueva A.N, fue ser
desagradables no solo de palabra sino también de genio, figura y rostro.
Las
nuevas elecciones parlamentarias en diciembre 2015 refrescaron el ambiente.
Hubo celebración. Al fin caras, palabras
y discursos nuevos. Más allá de que casi todas las decisiones de esa nueva A.N
con mayoría opositora, fueran enviadas al basurero por el vergonzoso Tribunal
Supremo de Justicia, daba gusto saber que había venezolanos valientes, en su
mayoría jóvenes, dispuestos a defender la democracia enfrentándose a los golpes
y cayapas de los grupos violentos del
chavismo marginal y delictivo (perdonen la redundancia).
Se
ha instalado una nueva Asamblea Nacional supuestamente electa el 6 de diciembre
2020. Nadie -como antes- celebra el triunfo o lamenta la derrota. No tienen
partidarios o dolientes. Están solos con su triunfo de ficción. Nuestra suerte
es que ni siquiera tenemos que molestarnos en saber quiénes son porque
suponemos que usarán mascarillas como precaución por el Covid.
¿Y
la directiva? ¡Ayyy, la directiva! A la mirada enrojecida de odio y el
verbo vulgar, obsceno e intimidador de
Diosdado Cabello, seguirán el sadismo sibilino, la mentira descarada y la burla
insidiosa del psiquiatra del mal: Jorge Rodríguez. Como si fuera poco, la
primera vice presidencia a cargo de una mapanare que al despertar cada día,
recarga su odio a la humanidad apenas se mira en el espejo. No la nombro porque hasta en la mabita hay
que creer.
¿Qué
se puede esperar de la nueva Asamblea Nacional írrita, fraudulenta, sin
dolientes o partidarios? Lo mismo que aquella de 2006-2011: insultos,
atropellos, vejámenes, violencia, ilícitos y todo lo que sirva a una dictadura
sin careta.
Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@paugamus
Venezuela
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