Esa es la
premisa que quiero desarrollar en este corto artículo. No es una frase
retórica, ni es una expresión de candidez política. Es una verdad
incuestionable y voy a tratar de compartir con ustedes mi visión al respecto.
En un país
en el que todas las instituciones han sido penetradas por una extrema
corrupción, al frente de las cuales se han puesto a traidores que sienten el
desprecio más desvergonzado por las normas, la ley y la institucionalidad,
resulta muy ingenuo esperar de ellos alguna clase de concesión, un buen comportamiento
o alguna generosidad política. De modo que pedirle algo a esas personas, sin
excepción alguna, siempre resultará en un fracaso, en una negativa o en un
engaño. No se puede esperar de ellos otra cosa que no sea una mentira, una
treta o una artimaña. Por esa razón es que hacer una lista de peticiones para
que “el gobierno” las conceda es una estrategia cuyo fracaso estará garantizado
de antemano.
No es
posible que se elija un CNE equilibrado y transparente. No pueden hacer eso,
porque hacerlo significa para ellos una derrota, significa ceder ante las
exigencias de los opositores y ante las presiones de la comunidad
internacional. ¿Cómo se le explicaría a las diezmadas pero rabiosas bases del
PSUV que se han dejado imponer condiciones de opositores y de gobiernos
extranjeros? El miedo a que su disminuido apoyo merme aún más va impedir que
eso pase.
Pedir no es
una estrategia política. Rogar para que nos complazcan tampoco. No es posible
luchar contra una autocracia altanera, pidiéndole que se comporte como lo hacen
los gobiernos democráticos. Sólo es posible luchar contra ellos enfrentándolos
con nuestras propias capacidades y nuestros propios recursos. No será posible
obtener nada cuya viabilidad dependa de una concesión de la autocracia. Ellos
arrebatan, pero no conceden. Ellos despojan, pero no aportan. Es así cómo
funcionan. Que el éxito de la lucha de las fuerzas democráticas del país
dependa del capricho y de la inexistente generosidad del madurismo es, por
decir lo menos, una ingenuidad inexcusable.
Un CNE
sumiso puede obstaculizar que votemos, pero no puede impedirlo. Puede hacerlo
más difícil e incómodo, pero no puede prohibirnos que nos organicemos para ir a
votar masivamente y sin vacilaciones. Un CNE que tiembla ante los gritos del
usurpador, puede promover el ventajismo sectario, puede “rasguñar” e invalidar
algunos votos, pero no puede ocultar una ventaja abrumadora que supere por
millones la votación insignificante que hoy respalda a Maduro.
Por eso,
exigir condiciones perfectas en esta situación para participar en unas
elecciones es una ruta estéril e ineficaz. Pedir no da poder. ¿Quién imagina a
Churchil rogándole a Hitler que no bombardeara Londres? Churchill resistió,
enfrentó la amenaza con valor y coraje, para finalmente vencer. ¿Alguien
imagina a Bolívar rogándole al rey de España que se retirara dócilmente del
territorio americano después de la caída de la Segunda República? No. No hizo
eso: lo que Bolívar hizo fue concebir la idea de la Gran Colombia, para darle a
todos los caudillos regionales de América un objetivo político mucho más amplio
que sirviera de garantía para una independencia duradera y definitiva. Ni
Churchill ni Bolívar se hicieron grandes pidiéndole nada al enemigo. Se
hicieron grandes combatiendo al enemigo con coraje y determinación.
Entonces,
¿es necesario que se elija un CNE impoluto, que restaure los partidos que el
madurismo expropió o inhabilitó, que Maduro permita que los medios vuelvan a
ejercer su labor como se debe hacer en las democracias autenticas, y toda la
larga lista de peticiones y condiciones que siempre se hacen, para poder
movilizar la fuerza electoral que en un 85% rechaza y detesta la autocracia
incompetente de Maduro? No. La respuesta es NO. No hace falta nada de eso. Lo
que hace falta es que todos los venezolanos salgamos a votar en el próximo
evento electoral unidos por una sola y clara idea: votar en contra de los
candidatos del madurismo y a favor de los candidatos presentados por las
fuerzas democráticas del país. Es todo lo que hace falta.
Las
exigencias que se tengan serán discutidas y exigidas después de que el traidor
haya sido derrotado estrepitosamente en las elecciones. En ese momento la
correlación de fuerzas será otra, más favorable, y estaremos en condiciones de
hacer valer la Constitución y el Estado de Derecho. ¿Hay partidos expropiados?,
entonces presentaremos las candidaturas de las fuerzas democráticas en acuerdo
con otros partidos opositores que permanecen aún vigentes. ¿Hay dirigentes
inhabilitados?, pues serán nuevos dirigentes, de los millares que hay en las
filas de las fuerzas democráticas, quienes tomen el relevo en esta ocasión para
combatir la autocracia y devolverle la dignidad a la representación política.
¿Acaso no está lleno nuestro país de líderes naturales que puedan inspirar una
nueva, fresca y pujante generación política de relevo?
Todo lo que
he comentado podemos hacerlo nosotros sin pedirle nada a los usurpadores.
Podemos establecer alianzas ganadoras y poderosas con partidos políticos
vigentes para que su plataforma sirva de bisagra para que los nuevos líderes
locales y regionales nos representen en este momento tan delicado de nuestra
historia política.
Todo este
esfuerzo deberá infundir nuevas fuerzas a un pueblo que padece el maltrato
inhumano de la autocracia. La construcción de esta nueva fuerza es posible y
estoy segura de que recibirá el apoyo entusiasta y masivo de todos los
venezolanos. Lo que hoy SÍ requerimos es madurez, humildad, y mucho trabajo
para lograr acuerdos y coincidencias, pero estoy convencida de que eso es
posible.
Ahí están
los votos. En las manos y mentes, en la esperanza y el deseo ferviente de cada
venezolano que ya no resiste más la tragedia que vivimos. Ese venezolano va a
votar. Es todo lo que deberíamos pedirle.
Después de derrotar
al autócrata, nuestra historia cambiará para siempre. Pero debemos ya,
lanzarnos de manera decidida y sincera a promover y entusiasmar a los
venezolanos a votar. Es posible y sé que podemos hacerlo.
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