Raro es el individuo que no se encuentre inclinado
hacia la paz, pero es más raro el amigo de la paz, que no quiera una guerra
previa. Así lo fue Enrique IV, también Víctor Hugo y otros tantos filántropos
de otros siglos. Enrique IV quería la paz perpetua, previa una guerra para
abatir a Austria, y Víctor Hugo se anotaba por la paz universal, después de una
guerra para destruir a Napoleón. Hoy, al parecer, los dictadores gozan de paz
porque la pandemia les da un respiro temporal para dormir tranquilos en sus
chinchorros. El ansia de poder político, los nacionalismos y la intolerancia
religiosa han sido y son las causas principales de las guerras. Como bien dice
el actor principal de Lord of War: “Para un traficante de armas de guerra, no
hay nada más costoso que la paz”.
Las condiciones del ser humano de paz son las mismas
que las del ser humano de libertad. La primera de ellas es la mansedumbre, el
respeto del humano al humano, la buena voluntad: la voluntad que cede, que
transige, que perdona. No hay paz en la tierra sino para los hombres de buena
voluntad. Es por eso que los pueblos más severamente cristianos, son los más
pacíficos y los más libres: porque la paz, como la libertad, se alimenta de
transacciones. Disputar su derecho, era el carácter de los habitantes del mundo
antiguo; abdicarlo en los altares de la paz con sus semejantes, es el sello de
los pobladores del mundo actual.
Tanto la paz, como la libertad, requieren una
educación que las sustente. La paz, la libertad, la autoridad, la ley y toda institución
humana, mora dentro de las personas y no en los textos escritos, como se
acostumbra en los tiempos actuales. Los textos son a la ley viva, lo que los
retratos a las personas; a menudo la imagen de lo que ha muerto. La ley escrita
es el retrato, la fotografía de la ley verdadera, que no vive en parte alguna,
cuando no vive en la conciencia del humano, en sus costumbres y hábitos
cotidianos; pero no vive en las costumbres del individuo, lo que no vive en su
voluntad, que es la fuerza motriz de los actos humanos.
La libertad es el poder del gobernado, y el poder es
la libertad del gobernante; es decir, en el ciudadano el poder se llama
libertad y en el gobierno la libertad se llama facultad o poder. Pero el poder,
en cuanto libertad, no se nivela o distribuye de ese modo entre el gobernante y
el gobernado, sino mediante esa buena voluntad que es el resorte de la paz y el
orden; de esa voluntad buena y mansa que hace al gobernante más que justo,
honesto, y al gobernado honesto, manso, más que justo. Así, el tipo de persona libre es la
persona de paz y de orden; y el ser humano de paz, también lo es de buena
voluntad: el bueno, el manso, el paciente, el noble.
Como toda institución humana, la paz no tiene
existencia si no tiene vida, si no es un hábito de la persona, un modo de ser,
un rasgo de su complexión moral. En vano se escribirá la paz para el individuo
que, la educación no lo ha amoldado a ella; su paz escrita, será como su
libertad escrita: la burla de su conducta real. A la paz que el ser humano no
consigue por ningún lado, ahora secuestrada por la pandemia, y al poder
político que pretende ser omnímodo, le ha surgido un contrincante difícil de
vencer: las redes sociales. A través de Internet circula velozmente la
información, y en la cual la gente puede hacer contactos y colocar libremente
opiniones, textos, vídeos, etc. Las redes han producido la caída de crueles
dictadores y colocado en aprietos a otros miembros del club de tiranos que aún
perviven en el mundo.
La diferencia con el viejo mundo de las dictaduras es
que ahora la información nos llega, casi en forma instantánea. En las redes
sociales se puede colgar una fotografía que dice más que cien proclamas. La
libertad de opinión, la capacidad de acceder a diferentes fuentes y contrastarlas,
te ofrece la posibilidad de dudar, de discrepar. Las redes se han convertido en
el dolor de cabeza del poder político, porque su consolidación y permanencia,
especialmente su imagen, desmontan el secreto, el discurso y la propaganda, que
son la versión interesada de los hechos, Cuando la información y la opinión se
limitaban a los tradicionales medios escritos, y aun cuando nos llegaban
solamente por la televisión y la radio, eran más eficaces los controles
políticos.
“El poder puede amordazar, negarle el papel, retirarle
las frecuencias; clausurar o desprestigiar a los medios tradicionales, pero es
más difícil, aunque no imposible, controlar las redes sociales, porque, ya sea
con una computadora o con un teléfono inteligente, se puede burlar el control
de los autócratas. Pese a todo lo que se haga en contra de la libertad,
seguirán existiendo ventanas por las que se pueda ver la realidad desde una
perspectiva distinta de la que conviene a quienes controlan los hilos del
poder: siempre se podrán insertar videos, textos o fotos que puedan servir como
flecha certera, impulsada por la verdad”, me comenta un amigo, periodista del
diario El Comercio de Ecuador
Noel
Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador
Nacional del Movimiento Político GENTE
Venezuela
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