Hace muchos
años, en mi terruño natal, veía como algunos comerciantes, con las puertas
entreabiertas o al amparo de las sombras de la noche, vendían productos sin
patente, sobre todo bebidas alcohólicas, es decir, eran contrabandistas o
forajidos, como mejor quiera llamárseles. Hoy al amparo de la zozobra que ha
causado el Covid-19, el régimen madurista ha logrado revivir esas oscuras
épocas. Basta recorrer las calles de Caracas para darse cuenta que, detrás de
las santamarías abajo, se oculta un comercio palpitante que se resiste a
declararse en quiebra. Las llamadas por celulares se convierten en el “ábrete
sésamo” para lograr una apertura sigilosa. Antes de franquear la puerta, los
comerciantes, cautelosamente otean hacia todos lados para no ser descubiertos
en esas lides por los guardianes del acuartelamiento. Nos han convertido en
contrabandistas nuevamente.
Los
comerciantes han de usar todo su ingenio para sobrevivir en estos tiempos
tormentosos, por ello, todos los días vemos como los almacenes que antes
vendían pantaletas, ahora venden huevos. Los suspiros de gallina son la
mercancía preferida por los sucesores de los fenicios para insertarse en el
segmento comercial autorizado a prestar servicio durante las semanas de
acuartelamiento radical. A un gobernante, arrellanado en su oficina, le es muy
fácil dictar medidas que afectan a empresarios y trabajadores por igual. Al fin
y al cabo, la gran tragedia de nuestro país es que, quienes detentan el poder,
nunca habían tenido, ni siquiera un quiosco de periódicos. Como dice un
dirigente empresarial: “ellos saben cuánto pesa un kilo, pero nunca lo han
cargado”.
Hace pocos
días, circuló por las redes sociales un video grabado por funcionarios
policiales, en San Félix, estado Bolívar, donde los agentes de la ley
penetraban a un gimnasio y en una forma altanera, como de costumbre, quien
llevaba la voz cantante, regañó a los atletas, tildándolos de indolentes e
irresponsables, sin tener en cuenta que ellos no eran delincuentes, su único delito
era, tratar de preservar su salud. No estaban consumiendo alcohol, robando,
consumiendo o vendiendo drogas, tampoco portaban armas y ni siquiera se
resistieron al arresto. Me quedé reflexionando sobre los calificativos que el
funcionario endilgó a los atletas y si no hubiera sido un tema tan serio, hasta
risa me hubieran causado sus palabras: “Ustedes son los trasmisores de esta pandemia”,
dijo. Tanto indagar en Wuhan para determinar cómo se trasmitió el virus y
aparentemente este representante de la ley, encontró el Santo Grial en ese
gimnasio.
A pesar de
las objeciones de un ser querido, me sentí identificado con el propietario del
negocio, quien ante la pregunta del porqué estaba abierto el gimnasio,
tímidamente respondió: “Debo pagar el alquiler”. Una respuesta tan corta y
sencilla, pero que encierra un profundo contenido. Quien ha tenido negocio sabe
que cuando se acerca la quincena o el fin de mes, a uno se le alargan los días
y se le acortan las noches pensando: “De donde sacaré dinero para pagar el
personal y el alquiler”.
Alguien
podría criticarme, argumentando que debemos privilegiar el derecho a la vida
por encima de los intereses económicos. Créanme, después de haber visto morir a
familiares y amigos, de haber padecido los rigores del virus, claro que entiendo
la gravedad de la situación que representa la pandemia, lo que no puedo
entender es que, quienes detentan el poder se dediquen a dictar medidas
indolentes, utilizando como únicos parámetros, sus dedos expuestos al viento y
además sin ofrecer soluciones a los administrados, como si lo hacen otros
países que apoyan económicamente a empresas y personas.
Por último,
debo manifestar mi rechazo a quienes se aprovechan de las terribles
circunstancias, que estamos atravesando, para lucrarse. Comenzando por los
responsables de fomentar el mercado negro de vacunas, señalado por el Cardenal
Porras. Los que se lucran por hacerse la vista gorda con las barreras,
alcabalas o restricciones decretadas desde el centro del poder: cupos de
gasolina, turnos y horarios de apertura y cierre de negocios. Estos últimos
funcionarios argumentan que la sanción más dolorosa y ejemplarizante para un
empresario es el desembolso pecuniario, por lo que ellos la ejecutan sin
trámites engorrosos y sin aviso, ni protesto ¡Ven a mí que tengo flor!
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador Nacional del
Movimiento Político GENTE
Venezuela
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