Semana de mi cumple cincuenta y dos años en esta
septuagenaria universidad que enseña las
exigencias de la libre comunicación escrita. Ingresé de asomada pues el título
de Licenciatura en Letras que otorga mi adorada, hoy destruida Universidad
Central de Venezuela, no acredita ni prohíbe explícitamente para ejercer la
pedagogía ni el periodismo. Y llegué furiosa a través de Cartas a la Redacción,
tan necesarias, respondiendo a unas declaraciones burocráticas del muy
importante, prestigioso intelectual Juan
Liscano, entrevistado el día anterior a media página, donde aseguró que la
juventud venezolana era floja, indiferente, ajena a los procesos culturales que
adelantaba la democracia estrenada once años atrás.
Profesora
de Literatura en liceos públicos y privados, para ese momento nueva en el
Instituto Pedagógico que forma en diversas áreas a los profesores de la
Educación Media, podía comprobar que aquel alumnado en su mayoría proveniente
de las clases sociales más necesitadas de la provincia rural y las urbes estadales estaban allí sufriendo
privaciones a granel, habitando en curtidas pensiones y pobres residencias
estudiantiles capitalinas, con
dificultades extremas para adquirir libros y materiales imprescindibles en su
correcta preparación. Pero veía con agrado cómo
aquellos humildes recién llegados a nuestro departamento carecían
del dinero para comprar periódicos y
recogían centavos para editar por un rudimentario mimeógrafo en hojas
exténsiles, una revista llamada Helios (Sol), donde se estrenaban en el derecho
a expresar por escrito, con dibujos y
caricaturas múltiples, sus reclamos y fragmentos creativos.
La
indignada pero respetuosa carta fue publicada de inmediato en el diario dirigido por Arturo Uslar Pietri y recibí
vía telefónica la invitación a ingresar
con artículos, al inicio colaboradora ocasional, luego columnista
semanal y así sucesivamente. AUP, además, me sugirió preparar dos reportajes
urgentes, el primero sobre las desastrosas condiciones del oscuro local llamado
Biblioteca Nacional que peligrosamente contenía valiosos y raros ejemplares a
punto de dañarse. Y otro sobre el fenómeno de
alarmantes migraciones
planetarias, que comparadas con las actuales eran mínimas. Estímulos para ejercer
este servicio con breves interrupciones, una motivada por la censura de un
director a quien interrogué y alegó que se reservaba el derecho estatutario del
periódico a rechazar opiniones, en mi caso, las vinculadas al judaísmo. Me
marché y fui recibida sin condiciones en El Universal ayer conservador, hoy
oficialista y regresé cuando el represor salió de EN. Tiempo después otro
advenedizo en el cargo consideró que mis notas eran prescindibles en el nuevo
diseño que comandaba, fui admitida de inmediato por Teodoro Petkoff para
crónicas culturales en su Tal Cual y al
asumir su segundo turno Ramón J. en la dirección de EN, fui solicitada y volví.
De Uslar
Pietri traté de aprender a sintetizar cada tema en cuartilla y media, de ambos
Otero a respetar los distintos criterios, de Arístides Bastidas a simplificar
educativamente lo complejo, de Oscar Guaramato a redactar sobre la marcha las
noticias del día, de Miyó Vestrini a sensibilizar poéticamente la producción
cultural, de R. J. Velásquez a historiar
el presente a través del ayer vislumbrando el mañana, de Argenis Martínez a
envidiar con admiración sostenida su talento para el difícil arte que implica
editorializar, en fin, es larga la lista de los grandes maestros, parcial por
este corto espacio, pero habrá la
ocasión para uno largo que detalle su dimensión exacta incluidos nombres
básicos de los quipos coordinados en las etapas de recepción, redacción,
elaboración y de oficinas para atender al público. Quienes por décadas llevamos
en mano los escritos a su antigua y actual sede pudimos apreciar desde muy
cerca su mística laboral en un ambiente de cordial familiaridad con propios y
ajenos. No por casualidad su fecha anual de aniversario reunía en taima festiva
al enorme, libre país político, económico y cultural, sin
distinciones.
¿Por qué
ahora tanto me importa dejar esta
constancia del yo-me-mi-conmigo que a
muy pocos interesa y puede disgustar a muchos?
Pues contra
la barbarie cuartelaría y palaciega, la bestialidad del garrote, el vacío
cerebral y moral de testaferros
domesticados al mandato de Cuba, al
dominio criminal con o sin uniformes de la mafia narcomilitarista, prosigue la
unidiversidad del civilismo, concepto fundacional de EN que por encima de sus
ciclos en diferentes entornos políticos ha sabido corregir a tiempo sus errores
de enfoque cuando percibe amenazada la libertad de expresión. Porque así es la
naturaleza liberalista, por paradoja cada día más amenazada y débil en la
globalizada Era Ciber.
Y por eso
mismo conviene que retornen algunos expertos opinantes idos de su quehacer y de
su vasto laboratorio mediático preservado en archivo seguro. Cualquiera sea la
respetable causa de su ausencia notoria en las emisiones de su web, al igual
que sucede con el actual partidismo político, es el momento urgente de unir las
energías individuales y grupales, es de vital necesidad su presencia, renovarla
ahora para beneficio colectivo, reacción esencial capaz de salvar lo que resta
del periodismo venezolano ya casi atrapado del todo en la hegemonía
comunicacional totalitaria al estilo
ruso de Pravda y del cubano Granma,
método que incluye las redes digitales sin Internet o represado bajo absoluto
control. A consagrarlo como ley
ilegítima se dirige en primer lugar
la tramposa, falsa negociación oficial electoralista mediante su
tradicional voto prostituido.
Es un
hecho. La libertad se consigue mediante la unión estratégica consensuada para
alcanzar un objetivo común, lo que no
significa unificación o uniformidad. Con totalitarios no se pacta, se los
expulsa y la justa justicia que nunca prescribe se encarga de ellos.
Quien no
reconozca o silencie tamañas verdades históricas, lejos de salvador es
cómplice.
Alicia
Freilich
alifrei@hotmail.com
@aliciafreilich
@ElNacionalWeb
Venezuela
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