La premisa gubernativa de reducir el comercio formal a su mínima
expresión por ser un ente dañino y especulativo cuyo único propósito es
enriquecer a unos cuantos en detrimento de “los otros”, la mayoría, constituye
una perniciosa simplificación del escenario social, vulgarizada a veces por
ignorancia o, como ocurre en el actual gobierno, por arcaicas visiones
ideológicas. Basta rastrear el ensayo cubano para evidenciar cuál es el camino
seguro hacia la ruina. Ausencia de comercio formal, plenitud de miseria.
Mientras el gobierno da al comercio un malsano tratamiento político
acorralando a pequeños, medianos y grandes comerciantes e industriales, en
países desarrollados es el Estado el que los costea, protege y hasta exonera de
ciertas cargas impositivas. Aún más, en algunas gerencias municipales basta con
presentar el proyecto arquitectónico para eximir al inversionista de buena
parte del arancel correspondiente a sabiendas que en la posteridad contribuirán
con más impuestos y empleos.
La desidia oficial aunada con su ineptitud, bajo el amparo de una ideología caduca, impide ver el resto del paisaje social. El producto expuesto en cualquier estante, comestible o textil, llega allí por la activación de un gigantesco circuito de acciones previas y conexas que van desde el examen científico hasta el más banal ornamento, pasando por laboratorios, manufacturas, máquinas, electrónica, transportes, fertilizantes, medicinas, entre muchos.
¡Claro!, ese
estadio es válido en países libres y productivos; no así cuando todo insumo
deriva de la “adquisición cómoda con dólares petroleros”.
De hecho muchos centros urbanos subsisten gracias a su vigorosidad
comercial. Algunas islas del Caribe e incluso pequeñas ciudades europeas,
desprovistas de minerías e industrias, se sustentan gracias a recaudos
impositivos derivados del turismo lo cual implica fuertes inversiones en
hotelería, zonas de esparcimiento, transporte y actividades conexas. En otras
palabras: comercio puro.
Venezuela, antes de esta fiebre estropeada y arruinadora, fue
clasificada como uno de los países con más alto índice de crecimiento comercial
de América Latina. Los progresivos desarrollos urbanos en todo el país
estimularon la creación de importantes redes de comercio con la consecuente
habilitación de mano de obra y recaudación de tributos por concepto de patentes
y otros como IVA, ISR, SSO, etc. ¿No se beneficia el Estado de la actividad
comercial?
No obstante ello, este socialismo exhorta “al pueblo” a suplantar todo
ese conglomerado fructuoso, instituido durante décadas con grandes esfuerzos y
alto costo, por “otra cosa”, cimentada en una ideología comprobadamente
fracasada. No le vendría mal a Maduro recorrer las urbes rusas, en compañía de
su amigo Putin, para evidenciar cómo se mueve el comercio en la región y la
mano de obra recurrida.
Cuba por su parte, por información de sus medios estatales, ha
habilitado el uso de tarjetas magnéticas en "tiendas minoristas y otras
unidades comerciales" para el primer semestre de 2016, a objeto de
facilitar las “transacciones comerciales” en ese país. Según la gerente general
de Fincimex (institución encargada de emitir tarjetas magnéticas), Bárbara
Soto, existen actualmente en la Isla 10.800 puntos de venta; de ellos, 2.300
fueron instalados este año. Anunció además para 2016 una nueva red de software
para "perfeccionar” el servicio actual y darle mejor calidad.
¿Qué significa todo esto?. Que el comercio formal, higiénico,
productivo, como contribuyente activo, no puede ser reemplazo por la ficción
del Estado interventor que se cree capaz de fijar a capricho precios, calidad y
ganancia de todo producto de consumo frecuente. Mercal, Bicentenario, PDVAL y
similares ya están muy estropeados. Ahora han nacido entes al azar que
especulan a antojo (“bachaquero”) sin que ninguna autoridad pueda evitarlo. ¡No!,
el comercio no es culpable sino víctima, al igual que el pueblo, de una
aberración que no sólo acaba con los suministros sino con el empleo.
La importancia de votar el 6-D para cambiar de rumbo no significa la
restitución inmediata del equilibrio social perdido, pero si la voluntad
mayoritaria expresada en libres elecciones para decidir si quiere proseguir con
este modelo destructor o retomar la ruta del progreso acorde con la realidad
mundial. Incluso con países ideológicamente afines como Bolivia; Ecuador;
Nicaragua y la misma Cuba.
Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
Miranda – Venezuela
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