Nota: Este artículo ya se
publicó hace tiempo como homenaje a mis hermanos del petróleo a los diez años
de una de las mayores entregas y sacrificios patrios de nuestra historia. Vivan
aquellos gigantes petroleros. Feliz Navidad. Un abrazo.
La Fundación Creole me otorgó una beca de estudios en 1959. Con ella
pude recibir la educación de los curas salesianos que marcaron dos cosas que
conservo: ser honesto y ser librepensador. La beca respaldó también mi paso por
la Universidad y, al graduarme, entré como Pedro por su casa en la refinería de
petróleo más bonita del mundo: Amuay. Allí empecé a distinguir olores. El
dulzón del diesel, el ocre del asfalto, el familiar del kerosén y muchos otros.
Amuay era un enjambre de actividad. Los jefes enseñaban a los nuevos con
la claridad del que se sabe de paso.
Nadie hablaba de trampas o corrupción. Parecía que eso no existía.
La nacionalización de la industria petrolera tuvo pocos problemas. La Creole vino a ser Lagoven, la Shell Maraven y así por estilo y para sorpresa de los que allí estábamos los políticos decidieron que debíamos seguir trabajando como una empresa privada. Fuimos una de las empresas más grandes y eficientes. Nos gustaba oír eso. Muchos decían que éramos arrogantes y una organización sin control. A falta de un “arrogantómetro” no puedo defenderme pero de que hacíamos las cosas sin control eso no es verdad. Seguíamos normas y procedimientos con mucho apego. Siempre fuimos meritocráticos y los mejores eran recompensados.
La llegada de Hugo Chávez a la
Presidencia hizo claro que la industria cambiaría. Su afán de control militar y
su desprecio al mérito empezó a chocar con los valores de PDVSA. Sucedió algo
insólito: los petroleros comenzaron a protestar y a revelarse contra los
cambios. Reaccionaban frente a la inmoral arremetida de un régimen que quería
convertir a PDVSA en una babosa manada. En Diciembre de 2002 la sociedad civil
convocó a un paro nacional y los petroleros, en decisión personal, se le unieron.
Casi todos los negocios cerraron y las operaciones de PDVSA se paralizaron. El
liderazgo político prolongó el paro pero ya en Febrero de 2003 era evidente que
el gobierno controlaba la situación.
Muchos analistas coinciden en que el
paro fue un error. Nunca estaré de acuerdo. El paro sucedió porque millones de
personas querían salir del nefasto régimen de Chávez y en el caso particular de
los petroleros era claro anticipar el pobre futuro de la industria si era
manejada como entidad política.
Era un absurdo descomunal tal como si el nuevo
esposo de nuestra madre pretende también acostarse con nuestras hermanas. No
había opción sino pelear. El paro mostró a un núcleo petrolero compacto en
valores que hizo lo único que era éticamente correcto.
No me extrañaría que cuando salgamos de este régimen, en Diciembre pase a ser un día de especial significado por aquellos miles de hombres y mujeres que perfumaron de decencia al petróleo y defendieron a su Patria con una entrega y fiereza ejemplares.
Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
Zulia – Venezuela
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