Consciente de la situación del ejército realista y de las ventajas del
patriota alcanzadas en Santa Fe (1819),
su majestad instruyó al general Morillo que le hiciese a Bolívar ciertas
proposiciones para concertar un armisticio. Existía entre los realistas el
sentimiento de haber sido abandonados por España así como diversas posiciones
con respecto a los cambios realizados por la Constitución.
El nuevo orden jurídico establecía entre sus más importantes
disposiciones la libertad de imprenta, la cual tuvo significativo impacto en
Nueva Granada y Venezuela. Al respecto Morillo contrariado señalaba: "lo
que se deseó y debió ser origen de luces, de concordia y de la fuerza moral,
muy pronto apareció..., en nuevas
divisiones, en la más terrible insubordinación y en todos los principios desorganizadores
de los lazos sociales. Un cierto número de hombres malignos... comenzaron a
abusar de esta santa y benéfica libertad, publicando escritos subversivos a la
clase de pardos y morenos de Venezuela...".
La negociación entre los bandos fue difícil. A la inicial exigencia
patriota del previo reconocimiento de: "la independencia, libertad y la
soberanía de Colombia", sucedieron los célebres tratados de armisticio y
de regularización de la guerra (Trujillo, 25 y 26-11- 1820).
El encuentro entre Bolívar y Morillo fue uno de los más notables episodios.
Un testigo presencial recordaba: "No es posible dar una idea exacta de las
diferentes emociones, de la sensibilidad, de la franqueza, sinceridad y nobleza
con que SS.EE. manifestaban de mil maneras la satisfacción de que gozaban en
aquel momento, en que salvado de un solo pasó diez años de horror y de sangre,
se veían por la primera vez los que estaban antes destinados a un mutuo
exterminio, no sólo como hombres, sino como amigos". En el mismo Bolívar
expresó su humanística frase: "Odio eterno a los que deseen sangre y la
derramen injustamente".
La noticia de la conclusión de los tratados se participó a ambos
ejércitos, a los gobernadores y a los pueblos. "Algunos jefes patriotas
-indicaba Baralt según cita de Páez- desaprobaron este armisticio". Por su
parte, algunos fanáticos realistas recibieron también con desencanto y amargura
aquellos pliegos de Bolívar y Morillo en los cuales se ordenaba suspender las
hostilidades. Ciertas autoridades militares y políticas apreciaron tal acto
como una muestra de la insinceridad patriota ante la ingenua y extrema
generosidad del aquel jefe español, y previeron la posterior pérdida de estos
territorios.
Años después Morillo, ante los cuestionamientos que se le formularon por
sus actos en América, escribió un apasionado manifiesto en el cual alegaba como
parte de sus méritos: "mi conducta de paz", advirtiendo que tal
comportamiento fue en virtud de expresas instrucciones del rey.
La apreciación que más tarde formuló el jefe realista sobre la situación
de Venezuela y la Nueva Granada, como consecuencia de la guerra, daba noticia
de los extremos sacrificios de esos países que no eran al momento de su llegada
al continente: "lo que habían sido: estaban sepultados en una espantosa
miseria...", luego de haber sufrido una lucha implacable que afectó a los
ejércitos y a las poblaciones.
La guerra aunque inevitable y necesaria a veces, siempre constituye un
mal, y en definitiva: "Deseo la paz porque la necesitan los pueblos",
tal y como expresó Sucre, eminente negociador de los convenios de Trujillo.
Una vez celebrados los tratados, Morillo resolvió concretar, luego de
haber recibido la autorización de su gobierno, su regreso a la península, y
procedió a hacerlo despidiéndose de los suyos con palabras de estimación y
gratitud, afirmando en su mensaje: "Soldados: la guerra de Venezuela debe
ser terminada para siempre. El genio de la discordia que la ha desolado por diez
años, se aparta de sus comarcas lleno de espanto. Las primeras bases de esta
suspirada paz están puestas. El jefe del gobierno disidente, el general D.
Simón Bolívar, ha concurrido á ponerlas; poco resta que hacer...".
Sensible al mandato de la naturaleza y de la historia, en obsequio a sus
raíces ancestrales y del futuro, Bolívar, estadista y civilizador, invitó a la
nación española y a su rey a establecer la paz: "... Es nuestra ambición
ofrecer a los españoles una segunda patria, pero erguida, no abrumada de
cadenas".
Luego de concluir el armisticio las luchas prosiguieron hasta alcanzar
por fin la independencia. Sin embargo, los tratados de Trujillo dieron a la
contienda otro carácter, inspiraron en los enemigos otra aptitud, permitieron el surgimiento del derecho
humanitario de la guerra, anticiparon que el tiempo y la razón concluyeran su
obra de reconciliación y comprensión como es propio de los pueblos adultos, de
los hombres sensatos, de los líderes sabios, de las naciones que progresan.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
@jfd599
Anzoategui - Venezuela
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