La
transición hacia la democracia está más cerca que nunca por la reunión de
fuerzas que buscan la salida de Maduro y su régimen. Chavistas y antichavistas,
ricos y pobres, cívicos y militares, nacionales y extranjeros, convergen como
pequeñas olas para confluir en el tsunami que acerca la salida. Por esta razón
hay que ponerse pronto a la cabeza de los hechos y escudriñar hasta donde lo
permitan la calima y la miopía.
Temo
por el espíritu de venganza que carbura; que no es el de justicia. Nadie duda
de los atropellos, represión, muertes, narcotráfico y corrupción de este
régimen durante 17 años de devastación. La demanda de justicia es generalizada
no solo por parte de sus adversarios, sino también por muchos de sus
partidarios, que ven en el crimen y el robo la fuente de la muerte del sueño
que tuvieron y de la pérdida del poder.
Sin
embargo, corresponde a quienes se aprestan a dirigir la transición levantar los
valores que han animado la lucha por la libertad y la democracia. El de la
justicia en forma cimera.
La
República civil se perdió en los noventa entre otras razones porque hubo una
fuerza intelectual, encabezada por un hombre eminente como Arturo Uslar Pietri,
que trató a todos los políticos como ladrones; que convirtió a un hombre que
luego murió sin recursos –Carlos Andrés Pérez– en el símbolo de todo lo
corrupto que parecía haber. Allí se encumbró la casta de los denunciantes; los
que por definición –porque denunciaban– eran probos y se permitían lanzar a la
hoguera, mezclados, a ladrones y honrados. Allí emergió Chávez y, luego, esta
demasía que es Maduro.
Esa
idea de que donde haya un chavista hay que caerle en manada para sacarlo del
lugar donde se encuentra; la noción de que todo el que recurrió a Cadivi es
sospechoso de corrupción y que todo funcionario de cierto nivel es un criminal
escondido; que el que mantiene su negocio es cómplice de los latrocinios; o que
el que abrió los ojos tarde, como los españoles y canarios del Decreto de
Guerra a Muerte, deben contar con la muerte aun siendo indiferentes, ilustran
actitudes peligrosas.
Es sano descreer de “los puros”, de los que se suponen con el derecho de condenar sin juicio (exactamente como han hecho los chavistas). Pero, además, esta actitud arriesga la transición pacífica que Venezuela necesita y merece, de la cual serán autores los demócratas y también muchos ex chavistas.
La
justicia honrada vendrá. No es bueno amamantar variedades tropicales de los Robespierre
que siempre invocan la fiesta de la guillotina en la cual ellos también pierden
la cabeza.
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
El
Nacional
Caracas - Venezuela
Corto y sin profundidad este analisis
ResponderEliminarSe olvido de quien era y lo que hizo CAP
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