El recorrido teórico-conceptual y teórico-metodológico que a muchos les tocó sortear, no siempre terminó convertido en lecciones de audacia, entrega y valor.
Algunas décadas
atrás, se manejaba un concepto de política a partir del cual se creía posible
solucionar los problemas que mantenían en vilo al mundo. Así se comprendió la
política, hasta un tanto entrado el siglo XXI. Revoluciones populares como las
que vivieron Rusia, China, Vietnam y Cuba, libraban finalmente una dilatada y
obstinada historia de férrea dominación. La política sobre la cual decantaron
las distintas ideologías que sirvieron de apuntalamiento a esas revoluciones,
se anotaba sobre fundamentos de teoría y praxis política que, de alguna manera,
exaltaba actitudes y exhortaba aptitudes con la fuerza necesaria para zanjar
diferencias. Aunque en otros casos, enardecía emociones a tal extremo que de su
concepción, derivaron crudos esquemas que abonaron fórmulas de las que se
valieron algunos gobiernos para incitar poblaciones y convencerlas del apoyo que
necesitaban las correspondientes fórmulas, programas y proyectos políticos.
América Latina, no
fue la excepción. Desde luego, sus realidades transitaron por capítulos de
excepcional interés. Pero también, figurados por dramáticos y sangrientos
episodios que utilizó la historia política para perfilar modelos políticos que,
con el tiempo, se prestaron para edificar situaciones. Aunque no siempre, su
modelación fue del todo ilustrativa y aleccionadora de posibilidades de
desarrollo.
Muchos fueron los momentos
que, inspirados en las huellas que dejaron importantes luchas por
reivindicaciones sociales y económicas, sirvieron a tantos para animar
poblaciones enteras sin que tal esfuerzo simbolizara instancias de garantía
ante tiempos mejores. De todos modos, inmensos fueron los sacrificios que
vivieron estos personajes. El recorrido teórico-conceptual y
teórico-metodológico que a muchos les tocó sortear, no siempre terminó
convertido en lecciones de temeridad, entrega y valor.
Sin embargo, los
sueños en poco o nada coincidieron con las realidades que habían comenzado a
consolidarse. Realidades éstas que fueron asaltadas por quienes sin haber
vivido convencidos de las bondades y posibilidades de aquellos modelos armados
sobre ideologías revolucionarias que apostaban a las libertades, los derechos
humanos, a la búsqueda de la verdad, así como a la democracia, abusaron de
posiciones de poder que fueron encontrando a medida que avanzaban en sus
propósitos de sombrías razones.
Fueron momentos en
que la inocencia de quienes se dieron a la tarea de forjar los cambios que
aducían un mejor futuro, chocaba con la desvergüenza y soberbia de quienes
presumían de líderes revolucionarios. O porque luego de tan esforzado periplo,
algunos de estos “forjadores” de cambios políticos, se rindieron ante las
oportunidades que la ambición por el poder político les presentó. Sus
principios se resquebrajaron. Más pudo la codicia que los ideales que, en
principio, defendieron. Fueron hechos que degeneraron y corrompieron no sólo ideales
que devinieron en significativas movilizaciones políticas. También, las
ideologías que infundieron proyectos.
Tales hechos,
contaminaron la política que había alentado la construcción de ideales, tanto
como de ideologías que fungieron como chispas de conciencia y estimulantes de
la gesta política que se procuraba. Pero, justamente, en ese punto de la
historia, las realidades conspiraron groseramente contra esas ideologías
dirigidas, precisamente, a sustentar las transformaciones pretendidas en la dirección
de apuntalar las libertades necesarias. Y así, apalancar el desarrollo
económico y social anhelado y esperado.
En medio de tan
crudas contrariedades, Venezuela comenzó a desaforarse toda vez que esos
truhanes de oficio desviaron el
contenido de inmutables filosofías políticas. Incluso, su atrevimiento llegó al
extremo de abatir la valentía política redentora de dignos demócratas y
luchadores sociales que entregaron su vida a cultivar el pensamiento donde
florecen las libertades del hombre. Hoy tristemente se vive en el oscurantismo.
Aunque las convicciones democráticas nunca abandonaron el campo donde se pelea
por recuperar la política. Sin embargo, ante tan crítica realidad, muchos
pudieran preguntarse si fue que desde entonces ¿se acabaron las ideologías?
VENTANA DE PAPEL
TIERRA DE VALIENTES
No necesariamente,
deben ocurrir eventos o serias contingencias, para dar cuenta que el coraje de
individuos o colectividades ante la inminencia de decisiones que invoquen
sentimientos y valores morales como banderas de lucha política y social, es
oración de gracia. Lo acaecido en Mérida, específicamente en el sector El
Playón, enclavado dentro de la atractiva zona de desarrollo turístico conocida
como El Valle, es digno no sólo de contar. Particularmente, de considerar como
referencia y ejemplo de cómo una población sabe validar sus derechos
constitucionales, humanos, patrimoniales, culturales e históricos ante el
asedio de personas que, en nombre del régimen, pretendieron imponerse a fuerza
de amenazas y acciones dirigidas a arrebatarle la vida a cualquiera que se
interpusiera a sus arbitrariedades.
El abuso, en este
género de personas sumisas al régimen sólo por intereses individuales, es el
modo que signa sus conductas. Por tanto, asumen actitudes tan insolentes como
se los permite el porte de arma, una credencial gubernamental o de alguna
relación de consaguinidad con figuras del alto gobierno. En consecuencia,
aprovechándose de la primera ocasión, hacen lo que en gana puedan o quieran.
Pasando por encima de toda ley formal o de entera tradición.
Sin embargo, ante lo
ocurrido por causa del atropello cometido por parte de quienes actuaron en
nombre de la pareja presidencial, el valor de los pobladores de El Playón,
logró hacerse sentir. Fue ocasión para que el gobierno regional, en perversa
asociación con el régimen, ordenara la movilización de casi una tropa de
personal militar, posiblemente de la más baja ralea, para atentar contra la paz
del poblado ahí asentado. Pero la decisión de arremeter con toda la injusticia
posible y la rabia más acérrima, fue insuficiente.
La valentía de estos
merideños supo aventajar la humillación que quiso provocar la desmedida e
injustificada determinación del oficialismo cuando envió un contingente militar
para sofocar la protesta que, con derecho y por derecho, llevaban a cabo los
afectados habitantes de El Playón. Podría decirse que, antes que surtiera
efecto la desmedida represión decretada por el gobierno, se impuso la fuerza de
una justicia popular, asentida con el mayor sentimiento de rechazo a lo que
nunca debió suceder. Pero en medio de la impudicia que el régimen socialista
permite a sus afectos, todo terminó en inconveniencia, malestar y daños
compartidos.
No obstante, el
coraje decidido de gente conciente de sus tradiciones, derechos y sentido de
vida, hizo que no se amilanaran ante el prepotencia de uniformados que con
desvergüenza e irrespeto, embistieron con saña a su propio pueblo. Pues todo se
suscitó en el lugar donde el cielo suele hablarle a las montañas. Y que no fue
en otro sitio distinto que en El Playón. O lo que realmente es: tierra de
valientes.
“Cuando un proceso de gobierno recurre a paliativos en respuestas problemas estructurales, es porque sus decisiones son debatidas con base en proyectos políticos infundados o improvisados. Son propuestas elaboradas a desdén de ideologías políticas”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
Aunque en verdad las ideologías van, vienen, se transforman, o desaparecen, siempre están ahí para estructurar el andamiaje sobre el cual se construyen las realidades. Sólo que su utilización es relegada por darle paso a pragmatismos fútiles. O peor aún, a improvisaciones insolentes. Es lo que ha sucedido repetidas veces. La propuesta de gobierno que intenta acatarse en Venezuela, es reflejo de la precaria comprensión que adolece el manejo conceptual y metodológico de lo que se ha formalizado bajo el nombre de: socialismo bolivariano. Léalo en esta nueva entrega de PIDO LA PALABRA.
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