PIDO
LA PALABRA
Y
fue así como el país político hizo un salto (al vacío), un quiebre de erradas
proporciones, en su historia política contemporánea.
La
vida del país cambio casi radicalmente. Fue, quizás, el resultado más
contundente que arrojó la llegada de la “revolución”.
No hay duda. El país se
descompuso. Pero no sólo se imprimieron daños a su estructura urbanística, a su
condición moral y a su dirección de vida. También, se afectó en cuanto al
régimen político que se estableció luego del advenimiento de una pléyade de
militares defraudados y derrotados por decisión propia. Pero igualmente, por la
desesperación de verse y sentirse asfixiados por la voracidad de gobernar en
nombre de una historia por ellos mismos usurpada.
Desde
que este grupo de equivocados conductores de procesos políticos, sin
conocimiento alguno de los modos de operar la política apostaron a alcanzar
propósitos sin mayor contenido, además con determinaciones infundadas sobre
postulados militares con lo cual ganaron el espacio político necesario para
gobernar un país sacudido por la crisis de Estado que venía desarrollándose
desde la década de los ochenta, Venezuela comenzó su veloz rodada cuesta abajo.
Sin un freno que al menos paliara los desórdenes que sus atribulaciones fueron
causando en tan perturbado recorrido. Su interés estuvo centrado en generar más
reacciones pasionales, que lo que sus promesas y ofertas electorales habían
planteado. Detrás de cada pretendido programa o acción de gobierno, iba
disfrazado toda una ristra de objetivos preparados alevosamente con el único
fin de enquistarse en el poder a costa de todo.
“El poder por el poder”. “Todo para el pueblo,
pero sin el pueblo”. Consignas éstas que sin necesidad de ser divulgadas, iban
camufladas. Aún así, no dejaban de exudar el hálito corrosivo del fascismo. Por
cierto, bastante disimulado. Para entonces, estaba ya asintiéndose un estilo de
gobierno con aires despóticos. Los años del primer quinquenio del siglo XXI,
comenzaron a trazar un camino con un nauseabundo olor a totalitarismo. Aunque
fumigado con aires de un populismo embadurnado por los abultados ingresos que
sólo podía conseguirse del mercado petrolero.
De
hecho, estos militares con ínfulas de gobernantes, comenzaron a afilarse las
uñas para de esa forma afincar sus ambiciones políticas en cuanto proyecto de
gobierno presentaban al país. Fue momento para dar cuenta de una reforma
constitucional que pretendió imponerse por vía de la coerción y la amenaza.
Pero esta idea no logró levantar el vuelo que la perfidia de sus estrategas
calcularon. Sin embargo, apelaron a la fuerza de los poderes públicos en sus
manos. Y fue así como el país político hizo un salto (al vacío), un quiebre de
erradas proporciones, en su historia política contemporánea. Se abrió un nuevo
período de mayor beligerancia cuyo espacio en el tiempo consintió que se dieran
nuevas contingencias que, a su vez, permitieron las posibilidades para poner de
manifiesto la procacidad e irreverencia contenidas en las vísceras de estos
militares.
Fue
así como se llegó a la segunda década del siglo XXI. O sea, entre golpes y
traspiés. Pero que, sin pausa pero con prisa, fueron desacomodando la
democracia que con dificultad logró instalarse desde 1958. La ideología sobre
la cual se montaba el encubierto totalitarismo, mal llamado socialismo,
desbordó el terreno político para intervenir espacios de la sociedad y hasta de
la familia venezolana. Y aunque a la actualidad, todavía no se ha establecido
una ideología única de manera obligatoria, el panorama viene decreciendo y
oscureciéndose a consecuencia del carácter impositivo y carente de toda
sentimiento de desarrollo económico y social, propio del estilo del régimen
militarista. Sobre todo, cuando cada morisqueta del cancerbero mayor es
recibida por su gente entre aclamaciones y aplausos. Particularmente, sin
llegar a reconocer el tamaño del daño que está haciéndose sobre el futuro de la
nación. Quizás por desconocimiento o simple interés, dado el beneficio que
creen poder recibir en el curso de sus halagos y alabanzas ante el poder. O
sencillamente, porque actúan sin entender que su proceder sólo refleja cruda
manipulación que se da al interior de un macabro juego político realizado entre
gritones, camorreros y abusadores.
VENTANA
DE PAPEL
¡ABAJO
CADENAS!
Tristemente,
las cosas en este país se desenvuelven al revés. Y asimismo se resuelven. En esta onda de graves contradicciones, se
violenta la Constitución, se atropella al ciudadano, la corrupción rebasa los
límites de la arbitrariedad, la violencia social cunde toda realidad. ¿Y qué
decir de la violencia política o la violencia institucional, cuando las
realidades se ven aplastadas por sus efectos?
Las
instituciones gubernamentales casi ni funcionan pues lejos de sus objetivos, se
han dedicado al proselitismo político con cínico descaro. La administración
pública se extravió entre compromisos foráneos que, por extemporáneas razones,
desatendió su naturaleza como servidora de la ciudadanía y garante de justicia.
En
medio de tal revuelo, había que justificar las ejecutorias del gobierno
mediante la imposición de un modelo político que no sólo encubriera tan
exagerados disparates, sino también que permitiera el desorden administrativo
como fundamento de una mal llamada “revolución bolivariana”. Así, con la
depravación que representaba sustentar tanta dispersión de recursos y
esfuerzos, tanta desintegración del sentido venezolanista sobre el cual se han
forjado valores cívicos, morales y familiares, surge el término “socialismo del
siglo XXI”. Precisamente, para retrotraer el país hacia niveles de
depauperación económica, debilidad social y anemia política. Por eso se exalta
la pobreza y se alaba la miseria.
En
esas condiciones, será fácil incitar conductas de genuflexión y subordinación
que permitan al gobierno erigir una sociedad de uniformados, sumisos y
aduladores. Pero la Venezuela demócrata no es dócil. La historia ha demostrado
su tenacidad. La sociedad venezolana siempre ha actuado entendiendo que “la
fuerza es la unión” y según el sabio aforismo convertido en grito de lucha:
¡Abajo cadenas!
“En el seno de todo gobierno que acude a la
fuerza para imponer sus decisiones, sólo se consigue entre los recursos a los
que apela para acometer sus propósitos, la miseria humana de sus gobernantes”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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