domingo, 26 de marzo de 2017

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, CIUDAD SIN LEY

PIDO LA PALABRA

Es incierto cualquier augurio alrededor de lo que esta situación de desmedida arbitrariedad, pueda determinar. Sobre todo, tratándose del perjuicio que órdenes gubernamentales puedan decidir contra la autonomía universitaria.

¿Cómo puede doblegarse el espíritu universitario en el choque entre la indolencia disfrazada de gobierno y la infamia  pintada con los colores de la bandera nacional colocada en el brazo al mejor estilo nazi?

 ¿Cómo un egresado de la universidad autónoma, popular, crítica y democrática, puede actuar sin la más mínima consideración en contra de los espacios que dieron sentido, valor y conocimiento a su vida? Y si la envidia desplaza propósitos de nobleza en quien se tambalea al primer llamado del poder político, ¿nadie podrá sorprenderse cuando la corrupción lo corrompa?

Estas preguntas vienen a colación ante los problemas que padece la universidad autónoma venezolana por causa del maltrato que recibe de impúdicos actores políticos gubernamentales, de cara a la omisión de la cual hace gala las fuerzas del orden público y seguridad del Estado venezolano frente a las agresiones de las que es víctima incesante. No es otra realidad distinta de aquella en la que la impunidad en complicidad con la perversidad, se asocian para vulnerar, ultrajar y envilecer instituciones cuyas acciones y manifestaciones resultan incomodas a intereses operados por instancias de un gobierno dedicado a ocultar verdades y desvirtuar principios de ciudadanía que no encajan con los juegos groseros del poder político.

En tiempos recientes, a decir por los acontecimientos que vienen afectando el discurrir de la universidad autonómica venezolana, las realidades políticas se han visto embadurnadas de las más apestosas condicionantes. Sobre todo, a consecuencia de la desidia que pesa sobre una administración de justicia lerda que pareciera haber relegado el Estado de Derecho. O peor aún, que no existe pues no es difícil advertir funcionarios, fanáticos y oficialistas desconocer la normativa constitucional. El régimen viene sumando furibundos a sus órdenes para que ignoren las pautas más elementales del comportamiento democrático. Sin que sobre estas personas recaiga sanción judicial alguna.

Es incierto cualquier augurio alrededor de lo que esta situación de desmedida arbitrariedad, pueda determinar. Sobre todo, tratándose del perjuicio que órdenes gubernamentales puedan decidir contra la autonomía universitaria. Ya ello ha alcanzado mucho daño. Robos, atropellos, acusaciones infundadas, detenciones. O sea, expresiones todas apuntaladas en el miedo a que la universidad siga divulgando sus capacidades y potencialidades que alientan libertad para crear, pensar, construir país y ciudadanía y criticar apostándole al desarrollo del país. 

La universidad vive confrontando acciones que no se corresponden con lo que desde sus aulas y laboratorios se enseña y exalta como conocimiento. El asedio se da sin conocerse razones válidas, ni tampoco pertinentes, que luego lo ejercen mediante métodos chapuceros, indecentes y colmado de toda la violencia posible. Podría decirse que los predios universitarios se ven como un “estado de sitio”. Pero dirigido por encapuchados que, para justificar la insolencia que sus actos revelan, y para encubrir el respeto que no saben ni se atreven a brindar a la institución, se reducen a descargar con rabia colérica lo que escasamente le indican las órdenes de los activistas del resentimiento, del oprobio y del infortunio.

En medio de tan anárquico laberinto, la universidad ve mermada -por ratos- su impronta institucional. Más, cuando sus agresores son reivindicados por el discurso gubernamental. O también, cuando la algarabía conceptual enmaraña la dirección de compromisos que alguna vez pretendieron elevarse desde una palabra equivocadamente acentuada con alevosa entonación populista. Aunque la historia es vehemente cuando se trata de demostrar la dureza de la piel que cubre el músculo académico. Ello, muy a pesar de que, transitoriamente, el ámbito que circunscribe la universidad en función de su misión transformadora de la sociedad, pueda ser el de una “ciudad sin ley”.

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela

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