SAINETE EN CÁPSULAS
Las palabras de Dios fueron solemnes e infranqueables. El pecado era
intolerable y entre sentencias firmes, dispuso una que Adán asumió con
resquemor y culpa, ante la mordida compartida de esa molesta manzana: “Ganarás
el pan con el sudor de tu frente”.
Tal vez ese dictamen poco le importa a este gobierno, que modifica
sílaba por sílaba y sin vacilar el señalamiento del Génesis, para arrogarse uno
más sencillo, socialista y antojoso: “Lo ganaremos con expropiaciones”.
Desde hace una semana volvieron los habituales desafueros de un régimen
abarrotado de aturdimientos y confusiones. Siempre tiene a la mano su
cortafuego para detener nuestros impulsos de revertir los cataclismos y el mal
sabor de las perturbaciones.
Ahora ese pan complicado, ajustado y disminuido que se comparte con
dificultad en la mesa diaria del venezolano, recibió la mirada implacable de
este sistema de angustias, cuyo común empecinamiento es adueñarse de la
producción de cualquier cosa, para hacerla improductiva y escasa.
La supervisión a las panaderías existentes se ha iniciado con la
ferocidad de importarles poco el resultado de la capacidad y distribución de
cada una. El punto de mira es controlar todo y efectuar su inefable y
desventurado acto de magia de hechicero indecoroso, haciendo desaparecer
cualquier indicio de eficiencia y borrar a la larga, su existencia de ese mapa
nacional de comestibles.
Ya la escenografía estaba montada. La carencia de la vital materia
prima, como lo es esa harina tan mermada y dificultosa, empezó a escasear más
de lo acostumbrado en las panaderías. Perorata sin validez esgrimían como
siempre, sobre complot, acaparamiento y a un supuesto sobreprecio que forma
parte de lo frenético de esta locura económica.
Frente a tantas declaraciones folclóricas de los mismos personeros de
este régimen que han saturado a la prensa con la misma baraja repetida, Fevipan
como gremio de la industria de este importante insumo, aclaró que alrededor de
80 por ciento de las panaderías tienen sus inventarios en emergencia, siendo casi
imposible mantener una estructura de costo con un saco de harina importada a
180 mil bolívares.
Como era de esperarse, la medida gubernamental ha generado
incertidumbre, pues de la expropiación sólo queda el desempleo y las promesas
incumplidas. La venta en estos centros de expendios de pan ya no representa
rentabilidad.
Atrás quedaron las apacibles y providenciales compras de la hogaza
diaria, la cual decían nuestros padres con el orgullo irredimible de su buen
corazón, no podía negársele a nadie y era agradecido como si fuese maná bajado
del cielo, al momento de llevarlo a la boca.
Los inspectores inescrupulosos de la Superintendencia Nacional para la
Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) ya comenzaron sus rondas por
estos establecimientos y han metido sus narices hasta en los hornos, generando
con estos operativos de garrote en mano, el cierre de santamarías de varios
locales y el anuncio presidencial de que pasarán a formar parte del Clap y sus
imaginarias panaderías populares.
Probablemente en un futuro más cercano y previsible, quienes reciben de
este desdichado gobierno su envoltorio del Clap —en el fatal tiempo de la
inconsistencia—, deban mostrar su carnet de la patria y estrujar con
conformismo su mendrugo de pan endurecido, como dádiva febril de esta dictadura
socialista.
José Luis Zambrano Padauy
jzambranopadauy@yahoo.com
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Zulia - Venezuela
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