HABLA LA CONCIENCIA
El espanto del 2005, cuando perdimos la Asamblea Nacional sin disparar
un tiro, lo llevamos como una camisa de fuerza que nos limita los pasos y
decisiones dentro de esta trágica pesadilla que nos reclama mayor acción y
menos indecisiones.
Nos cuesta creer que
alguien en nuestro liderazgo político pudiera llegar a imaginar que desde las
filas del oficialismo y a estas alturas del partido nos pudieran lanzar una
bombita para que se la "bateáramos de jonrón".
Partamos por el principio de que en el equipo
contrario hay dos "roliverios de
cuarto bate" cuyas condiciones aventajan al mejor; pretender ganarles en el mismo patio y con
sus mismas señas es de novatos ilusos.
El propósito y las tropelías de la validación de los partidos se manifiestan por sí solos.
Si sacamos la cuenta de lo que hemos obtenido en estos esfuerzos de
recuperación y espacio de calle, tendríamos que reconocer que han sido muy
pocos. Ciertamente, el régimen está bastante debilitado, pero no
atribuible a nuestras acciones; digamos
más bien que es por la corrupción desmedida, la inflación galopante, el
desabastecimiento de la comida, la escasez de
las medicinas, la inseguridad desbordada y la ineptitud nunca imaginada
proveniente de la presidencia. Hemos
hecho poco, la inconformidad en el pueblo así lo manifiesta, aun cuando la
Constitución y los procesos electorales
vencidos nos han dado las armas
suficientes para asumir los retos. No es
aventurado decir que la ilusión de la gran mayoría de los venezolanos se ha
perdido en la mesa de la discusión de los partidos.
Nos quejamos de los obstáculos, del número de máquinas, de las
ubicaciones de las mesas y no terminamos de aceptar que la validación es una
estrategia para invalidar a los partidos.
Los tentáculos del pulpo son tenazas de su mismo cuerpo; ignorar que quien establece las reglas
responde a una línea ya impartida es como cerrar los ojos ante lo que no se
quiere ver. Validar es hincarse de rodillas
frente al enemigo.
Nos duele admitirlo, pero esta manera de luchar contra una dictadura que
al costo de la vida de los venezolanos está apostando a su permanencia
vitalicia, la desconocemos. La pelea es
por la libertad. Un Si de ese lado debe
ser un No rotundo de nuestra parte.
Basta ya de bailar al son que nos toquen. Todo
dirigente que no se sienta con el valor requerido para enfrentar a este
régimen nefasto, que se aparte. La
patria en su desespero reclama mayor acción: a un lado los indecisos.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo - Venezuela
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