Si lo bueno
y lo bello tienen siempre alguma cincidencia, tal como creian los antiguos
griegos, entonces, Roma, la pelicula de Alfonso Cuarón, logró encontrar esa coincidencia. Algo con lo
que cada vez es más difícil tropezarse cuando escoger una película, un dia de esos de
aburrimiento vespertino, entre un caudal
de ofertas apabullante, se convierte en una tarea agobiante, en casi un
imposible, que pocas veces nos deja
satisfechos.
Pero si en
lo bueno se requiere brevedad y en lo bello simplicidad, también en la Roma de
Cuarón hallamos ambas cualidades coexistiendo en un argumento sencillo y actual
que se parece más a la realidad de la vida cotidiana de donde fue
tomada, que a cualquier otra imaginada o inventada, lo que la hace adicionalmente genuina. Un correlato
entre el pasado donde se desarrolla la cinta y, en cierta forma, del presente, si se interpreta que no ha habido grandes cambios de
identidad, en estos cincuenta años transcurridos hasta el México actual.
El filme es
la confirmación, de que las superproducciones cinematográficas hechas con una
sobredosis de tecnología, donde los
efectos especiales, tanto visuales como sonoros, son lo mas destacable,
no garantizan ninguno de aquellos dos ideales y mucho menos su concurrencia.
Pero, si además, nos complace, en un mundo que vive en tecnicolor desde el
segundo tercio del siglo pasado, apreciar la sobriedad de los contrastes y
matices que dejan entrever el blanco y el negro, Roma representa un magnífico y
exquisito bocado, donde el propio Cuarón es, en gran parte, responsable
directamente de la fotografia. De hecho, Roma es una gran fotografia en blanco
y negro de la época; de aquella década de los sesenta que acababa de concluir,
pero que cultural e ideologicamente se transformaba y daba paso a la de los
setenta, en cuyos comienzos,
concretamente, su trama se desarrolla.
Un retrato
social y político del México de entonces, donde se subrayan algunas de sus
tragedias, como lo fue la de aquel jueves de Corpus Christi, del mes de junio
del año 1971, cuando una protesta estudiantil contra el gobierno del presidente
Luis Echeverría, fue enfrentada por comandos paramilitares armados, conocidos
como los Halcones, causando la desgracia de más de cien jóvenes asesinados, en
una masacre que ya tenia precedentes muy recientes en la matanza de Tlatelolco
o Plaza de las Tres culturas en el 68 y que ha dejado una marca imborrable en
el presente, con la muerte de los cuarenta y tres estudiantes de Ayotnizapa en
el 2015. Una especie de atavismo social que persiguirá a los gobiernos
mexicanos, cualquiera que sea su raíz política, por los siglos de los siglos.
Pero, al
mismo tiempo, una estampa de la sociedad latinoamericana en su conjunto, y muy
particularmente de su clase media, que junto a la figura de la criada, la sirvienta, la mujer
de servicio o de la trabajadora doméstica, no importa el nombre o matiz
utilizado, está allí magníficamente representada, con sus virtudes y defectos,
con sus carencias y sus afectos, emociones e instintos. Con toda seguridad, aquella Ciudad de México
donde creció el director de Roma, pudo muy bien haber sido la Bogotá, la Lima,
la Caracas o cualquier otra capital latinoamericana de finales de los sesenta o
del comienzo de los setenta, qué más dá.
Está claro
que la Roma de Cuarón no se encuentra en
Italia, ni tiene mucho que ver con ella, salvo por el hecho de que de haber
sido una película sobre la capital italiana, se hubiese quizás filmado en
idioma italiano o inglés, por lo que se
hubiese presentado en los paises de habla hispana doblada al castellano
o con subtitulos, algo esto último que absurdamente ha ocurrido, no obstante
haberse rodado en México en el idioma de Cervantes y con algunos diálogos en
mixteco, lenguaje este último autóctono del hemisferio sur mexicano y extendido
por todo el pais de manera oficial, que han sido los únicos autorizados para
ser subtitulados en español.
De modo que
la polémica también forma parte de Roma, aunque por una circunstancia extraña,
que pone de manifiesto la estulticia que
se vive en España, país donde algunos
giros o expresiones de la cinta,
dichas en español, han sido cambiadas por otras de uso mas común en la
península, sin importar si se alteraba o no la integridad del mensaje . Una
situación similar a que en la tierra de Shakespeare “tradujesen” algunas
palabras utilizadas en las películas americanas, por otras mas reconocibles o
habituales en el inglés de inglaterra, algo que afortunadamente allí no ha
ocurrido.
Con todo y
mas allá de si se trata de un filme en lengua castellana o mexicana, dado el caso de que esta última
exista, tal como se presume ya la existencia de otras lenguas españolas además
del castellano dentro de España; Roma ha sido postulada por México para que la
represente en Hollywood en la ceremonia de premiación de la Academia de Artes y
Ciencias Cinematográficas dentro del renglón de mejor película extranjera. Y
tal como ha venido arrasando en la entrega de galardone previos a los Oscar, es muy probable que se convierta
en la primera película mexicana en lograrlo.
De ser así, se convertiría en la
octava película en lengua española, y la primera en lengua mexicana, esto
último claro está, siempre que en la “madre patria” persistan en querer
seguirla traduciendo.
José Luís Méndez La Fuente
@xlmlf
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