Una deuda descomunal que
convierte ¡hasta a los niños que aún no han nacido en Venezuela!, en seres
comprometidos con una hipoteca que no sirvió, siquiera, para evitar la muerte,
por desnutrición, de miles de criaturas., ni la desaparición física de
centenares de seres humanos por carecer de medicamentos. Ese “mono”, según la
fuente del FMI, es la más grande del continente, representando el 159% del
producto interno bruto (PIB).
También nos deja un
territorio mancillado, viendo cómo nuestra soberanía es pisoteada por intereses
foráneos, todo por la desidia entreguista de Chávez y Maduro, al permitir que
las riquezas de nuestro Esequibo sean explotadas en nuestras propias narices.
Eso es traicion a la patria. Es la consecuencia de haber sido lisonjeros con
“sus aliados internacionales”, y por ser sumiso a sus tutores cubanos, que
impusieron la línea de entregar nuestro Esequibo.
Nos deja una industria
petrolera en bancarrota, una vez que la producción está en caída libre, con la
desalentadora realidad que vamos al límite del millón de barriles diarios,
después de haber sido el país abastecedor por excelencia de nuestro principal
socio comercial, EEUU.
Nos deja miles de
expertos petroleros regados por todo el planeta después de aquel infame
“pitazo”, que indicó la expulsión de PDVSA, a miles de sus trabajadores
calificados.
Nos deja una moneda
devaluada, un salario integral patético, que no sirve para comprar los
alimentos indispensables, porque también nos deja el viejo año, la condición de
país con una hiperinflación sin parangón en la historia de la humanidad.
Nos deja un país
estremecido por la fuerza de la naturaleza, después de haber soportado una
seguidilla de sismos, pero el verdadero terremoto fue la matanza que aplastó la
vida de más de 23 mil venezolanos. Si, muy doloroso, pero cierto. El hampa
desatada en Venezuela sembró el terror en todo el territorio nacional para
hacernos merecedor del vergonzoso galardón de ser “el país más violento de
América Latina”.
Nos deja en medio de una
crisis institucional porque no hay estado de derecho, sin separación de poderes
porque no hay seguridad jurídica, visto que la mismísima Constitución Nacional
es mancillada a diario por un régimen que nos deja la mácula como estado fallido,
narcotraficante y terrorista.
Nos deja un país a la
deriva, sin gobierno legítimo, porque el año pasado fue “el año” de los grandes
fraudes, como ese del 20 de Mayo, con una operación electoral para que Maduro
“se despachara y se diera el vuelto al mismo tiempo”.
Pero lo que vale más la
pena destacar, es que nos deja a un pueblo en pie de lucha. Una ciudadanía que
no se resigna a perder su dignidad “por un pernil”. Una ciudadanía que está
dispuesta a retomar su plan de lucha por la reinvindicación de los valores y
principios de la democracia que Maduro estrangula para pretender convertirla,
definitivamente, en un estropajo.
Este año, entonces,
puede ser verdaderamente nuevo. Sin las perversiones del que se fue, sin
dictadura, sin bribones al frente de los poderes públicos, pero si con mujeres
y hombres unidos en una sola voluntad para reconstruir la República democrática
de Venezuela.
Mitzy Capriles de
Ledezma
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