Las
recientes declaraciones de Elsa Artadi, portavoz del gobierno de Cataluña
región autonómica
de España, con motivo de la convocatoria a elecciones de Pedro Sánchez para
el próximo 28 de Abril, como consecuencia del rechazo a los presupuestos presentados
para su aprobación a las Cortes, no dejan de tener algo de razón.
"España será ingobernable mientras no
afronte el problema de Cataluña. No puede vivir
ignorándolo" ha dicho la política catalana, afirmando que el problema de
Cataluña,es
un problema de Estado y que un cambio de gobierno no lo resolverá como lo acaba de
demostrar Sánchez, haciendo referencia a que la salida de Rajoy no sirvió de
nada. Artadi
acusó al lider del PSOE de ́ ́falta de
coraje ́ ́ para afrontar el problema
soberanista
y de haber cedido a las ́ ́presiones de la
derecha ́ ́.
Creer
que la solución a ese problema de Estado depende de la coacción que pueda ejercer
o no la derecha, es confundir a todas luces el quid del asunto, pues el separatismo,
como tal, no es una categoría ideológica de naturaleza izquierdista o derechista
específicamente; como tampoco lo es la soberanía de un Estado después de varios
siglos ejerciéndola sobre un mismo territorio.
Lo
que le debe suceder a todos los secesionistas en España y más concretamente a
la señora
Artadi, es que tras escuchar durante un buen tiempo, el discurso desplegado tanto
por Pedro Sánchez como por Pablo Iglesias sobre dicho problema de Estado, han
quedado confundidos, o peor aún, con la impresión de que de llegar al poder la
izquierda
española, se le daría luz verde a las pretensiones secesionistas. Un equívoco,
si se quiere, al cual contribuyó aun más, Pedro Sánchez, en su fugaz pero nefasta
actuación como presidente de España, con los coqueteos y devaneos, casi de adulterio,
que tuvo con los representantes del secesionista catalán, no obstante encontrarse
varios de ellos en la cárcel y estar ahora mismo enfrentado un proceso judicial.
Pero
quien siembra vientos recoge tempestades y así como Sánchez llegó al poder empujando
finalmente a Rajoy a la calle con el voto decisivo de los partidos independentistas,
él mismo acaba de recibir, con ocasión igualmente de la presentación
del presupuesto anual, una cucharada de su propia medicina al no ser apoyado
por aquellos.
Si
algo ha quedado claro para el independentismo es que no se puede fiar ahora de
la izquierda
española, como tampoco lo hacia antes de la derecha, pues la posición con esta
última gobernando ya se conoce, y la de la izquierda, después de Sánchez, también;
no importa los cuentos de hadas ofrecidos o el discurso populista utilizado.
Del mismo
modo, le debe haber quedado claro al secesionismo catalán que escudarse en un
discurso artificial contra el franquismo, la monarquía o la derecha para
justificar sus actuaciones,
ya no es suficiente para engañar a todos quienes no son franquistas, monárquicos
o simplemente derechistas, tratando de ganarse su simpatía.
Amén de que resulta
insultantemente ingenuo pensar que si el cambio de gobierno, por si solo, no solucionará
el problema independentista, éste se vaya a arreglar quitando simplemente
la figura decorativa del rey o enterrando a Franco mil metros mas abajo o cambiándolo
de tumba.
Por
su parte, a la tradicional izquierda y derecha de la política española, mas
ahora cuando
se encuentran repartidas en varios partidos políticos, les toca aprender que si no
hay unidad de criterios frente a ese crucial problema de Estado, la
ingobernabilidad de
España puede ser un hecho mas que cercano.
Pero
ni ingenuidad, ni perplejidad, ni confusión, ni nada que se les parezca.
Tácticas de guerra
política si. Un recurso, el de echar mano de conceptos tales como democracia, república
o legalidad, por solo tomar tres de los muchos que el separatismo viene frecuentemente
utilizando como propios, contra el Estado español, desde hace ya tiempo,
en una estrategia por legalizar su postura transgresora, creando instituciones
y un
orden paralelo que desconcierte al colectivo, pero en particular al ciudadano
común y corriente.
Todos los dirigentes y portavoces del separatismo catalán desde Artur Mas para
acá los han venido utilizándo de una manera o de otra. Se trata de poner en práctica
algunos de los 198 métodos de acción no violenta ideados por el politólogo
Gene
Sharp en su libro de finales del siglo pasado “De la dictadura a la
democracia”.El
último en hacer uso de algunos de aquellos conceptos después de la señora
Artadi, ha
sido Oriol Junqueras, precisamente en la audiencia judicial donde se ventila su
caso, al
autocalificarse como un preso político, perseguido por sus ideas y no por sus acciones.
En ningún momento se refirió a los hechos señalados dentro del escrito acusatorio
de la fiscalía; algunos tan concretos como lo son las desviaciones de partidas
presupuestarias destinadas al gobierno de Cataluña, en gastos no autorizados del
ilegal proceso de votación del 1-O, algo que es delito en cualquier parte del
mundo.
En
su apología a la causa separatista ha dicho que «Antes que independentistas, somos
republicanos; antes que republicanos, somos demócratas; y antes que demócratas,
somos buenas personas»
Lo
que parece que se le olvidó al señor Junqueras, o simplemente no lo sabía, es
que
las
buenas personas también violan la ley.
José
Luís Méndez La Fuente
@xlmlf
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