Para analizar el caso del caso del apagón nacional más grave que yo recuerde y hacerlo profesionalmente, es decir sin prejuicios y con objetividad, habría que exigir al gobierno la apertura de una investigación, con profesionales competentes, verdaderos expertos de las escuelas de ingeniería eléctrica y de física de las facultades de ciencias, del Colegio de Ingenieros de Venezuela, de los trabajadores de CORPOELEC y de fiscales del Ministerio Público. Estos presentarían un informe serio en el más corto lapso posible, que deberá señalar las causas del siniestro ocurrido, las responsabilidades si las hubiere y las acciones a tomar. De resto quedaremos en el campo de las hipótesis, lo que no significa que no se pueda tratar de analizar lo ocurrido con la información existente, sin pretender entonces tener la verdad absoluta, sobretodo porque es improbable que el gobierno se someta a una investigación profesional imparcial de los hechos.
Como sabíamos, el gobierno inmediatamente señaló al sabotaje como el causante de la debacle ocurrida. Nunca han aceptado ninguna responsabilidad, en ningún sector de los servicios y en el eléctrico menos. Las culpas son siempre externas, ajenas, algo contrario a la dialéctica que supuestamente profesan, la cual determina que las causas de los fenómenos están en el interior de su propio desarrollo y no en fuerzas externas al mismo, las cuales aceleran o retardan mas no generan.
Desde que a un ex ministro amigo le hicieron achacar una interrupción eléctrica a una iguana, para salvar la responsabilidad del entonces Presidente de CORPOELC, muy conocido por su eficiencia en rubros distintos a la electricidad, los animales pasaron a tener la culpa de estos hechos cada vez más frecuentes. Hoy no ha variado la situación, aunque es otro tipo de animal el responsable fundamental.
La “creencia” gubernamental, si bien es posible, es difícil de creer ante varios hechos que son del dominio público. Desde mucho más antes que Maduro, la red eléctrica nacional se deteriora en forma acelerada por ausencia de mantenimiento de todo tipo, por falta de reparación y sustitución de equipos, por robos y vandalismo incontrolado por los cuerpos de seguridad, utilizados sólo con propósitos represivos, y por la corrupción de que ha sido víctima el sector, algo inaudito sobre todo porque sus responsables siguen campantes y muchos de ellos mandando. Los cortes eléctricos en la provincia tienen más de una década, el caso zuliano es dramático y en Caracas comenzaron hace varios meses; las denuncias de negligencia, corrupción e indolencia de los funcionarios del sector tienen igual o mayor tiempo y los alertas sobre la segura ocurrencia del desastre reciente los he leído desde hace cuatro años, por lo menos. El sabotaje entonces parece ser del propio gobierno.
Son patéticas las declaraciones del ministro del ramo, desconocedor total de la materia, cuando señala las causas de las miles de interrupciones ocurridas durante su gestión. No se da cuenta que los descerebrados no se extienden en masa más allá de su entorno inmediato: el cablecito cortado como muestra del sabotaje ocurrido no se le olvida a nadie. Como no se olvidan la iguana ya mencionada, el rabipelado y el zamuro; ni la sequía, ni las lluvias, ni las culpas a los trabajadores, como causas de los cortes habidos. ¿Cómo creer entonces que se necesita un sabotaje del imperio para que ocurra lo del jueves 7 de marzo pasado? El imperio se ha ahorrado mucho dinero de la partida de sabotajes porque en el gobierno hay quienes le hacen gratis esta tarea.
Luis Fuenmayor Toro
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