La
forma irresponsable, represiva y cínica como el régimen de Nicolás Maduro se ha
comportado ante la crisis eléctrica, el arraigo popular de Juan Guaidó y el
reconocimiento internacional alcanzado por el Presidente de la Asamblea
Nacional y Presidente encargado, unido a la petrificación de los usurpadores,
atornillados a Miraflores y negados a dejar el palacio de gobierno, ha
conducido a numerosos sectores a pedirle a Guaidó que invoque el artículo 187,
numeral 11, de la Constitución nacional.
El 187 prescribe las competencias de
la Asamblea Nacional. El numeral 11 señala que una de esas atribuciones
consiste en “autorizar el empleo de misiones militares venezolanas en el
exterior o extranjeras en el país”. De acuerdo con la letra constitucional,
según la interpretación de quienes aspiran a invocar ese texto, y dada la
crítica situación nacional, con tendencia a agravarse, la tozudez de Maduro y
su equipo, y la impotencia de la sociedad para desalojarlos del poder, habría
que valerse del 187 para solicitar el
empleo de una misión militar en Venezuela. Es decir, una invasión.
Juan Guaidó se ha comportado de
forma cautelosa frente a esa posibilidad. No se ha dejado acorralar por quienes
pretenden arrinconarlo para que apruebe la solicitud. Por razones tácticas,
insiste en que todas las salidas están puestas sobre la mesa. Es la postura
lógica. Para conservar el poder, el régimen abandonó todas las fórmulas basadas
en la persuasión y el consenso. Optó por la coerción abierta apoyado en la GNB,
la PNB, las Faes y grupos delictivos paramilitares. En ese escenario, lo más
sensato es que Guaidó subraye lo que sus aliados internacionales de mayor peso sostienen: que
ninguna alternativa ha sido descartada. Si el régimen pretende mantener el
secuestro indefinido del país, debe asumir que esa posibilidad está
contemplada. Tiene que convencerse de que puede resultar muy alto el costo de
atornillarse a Miraflores en contra de la voluntad de la inmensa mayoría y de
los países democráticos de la región, que además sufren las consecuencia de la
ineptitud madurista.
Hay que distinguir entre enarbolar
el 187, teniéndolo como refugio, y exigirle a Guaidó y a la Asamblea Nacional
que solicite su aplicación en la actual coyuntura. La precipitación en este
campo puede conducir a un error gravísimo, con consecuencias letales para el
movimiento que se ha organizado en torno de Guaidó. Si el presidente encargado
y los diputados de la AN tomasen la decisión de valerse del 187 para llamar a
la comunidad internacional a que aterrice en Venezuela, y ese llamado no es
respondido por los Estados Unidos, Brasil y Colombia, las naciones más
proclives a intervenir, el prestigio y autoridad de Guaidó y los parlamentarios
quedarían seriamente lesionados. Tal posibilidad es muy alta.
En
nombre de la soberanía nacional y del respeto que merecen los factores de poder
y la opinión pública, los presidentes de cada una de esas sociedades tendrían
que realizar las consultas de rigor y manejar con prudencia las diferentes
opiniones que surjan. Involucrar a un país en un conflicto bélico con otro, no
es una cuestión sencilla, que pueda resolverse en un cenáculo. La gravedad que
los venezolanos les asignamos a nuestras penurias, no es igual a la que les
asignan los pueblos de otras latitudes.
El Presidente y las Fuerzas Armadas de
las naciones aliadas no pueden sentir que Guaidó y la AN están dictándoles
órdenes. Si esos gobiernos deciden intervenir en Venezuela será porque
concluyen que nuestra situación es insostenible por las razones que ellos
consideren pertinentes, no porque Guaidó
y la AN lo pidan.
Según
todos los indicios, la estrategia escogida por los socios internacionales de
los demócratas venezolanos, en primer lugar los Estados Unidos, consiste en
doblegar al régimen de Maduro. Asfixiarlo en el plano financiero. Dejarlo sin
recursos económicos para que no pueda seguir operando. Las sanciones a Pdvsa
persiguen ese fin. Cada vez le resulta
más arduo al régimen negociar con el oro, los diamantes y demás minerales
extraídos del Arco Minero. La producción e importación de gasolina se hace cada
vez más empinada. Las posibilidades de resolver la grave crisis eléctrica se
alejan. Se requieren inversiones multimillonarias que Maduro no está en
capacidad de atraer. Mucho menos de generar. El deterioro de los servicios
públicos continuará. Recuperar el suministro de agua será imposible porque el
gobierno está incapacitado de conseguir los fondos necesarios. Lo mismo
ocurrirá con el gas, el transporte público, la salud, la infraestructura.
Resulta duro admitirlo, pero es la
verdad: la comunidad internacional no atenderá la solicitud de Guaidó y de la
AN. Trazó una ruta en la cual veremos cómo el país continúa despedazándose, con
la esperanza de que el régimen, como resultado del malestar e ira de la gente, implote.
Para ir bien tendremos que permanecer juntos sin solicitar invasiones
extranjeras.
Trino Márquez
@trinomarquezc
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