Durante décadas de gran
política, desde la Segunda Guerra Mundial hasta el fin del comunismo, se vivió
un largo, tal vez el más largo periodo de paz global de la historia. En medio
de la amenaza nuclear, la democracia luchaba contra el avance soviético y de
sus progres en Latinoamérica, África, Asia y Europa. Gran política
porque las potencias libraban incontables guerras locales, la Guerra Fría, pero
tuvieron la inteligencia de evitar un cara a cara que hubiera borrado la
humanidad de la faz de la tierra. No “¡hablaban claro!” al gusto a los fakires
de sinapsis, sino como Isabel la Católica “no tengo que decir verdades sino lo
que beneficie al imperio”.
A comienzos de los 90
aquella amenaza cedió paso a otra, el terrorismo racial o religioso, que nunca
ha tenido ni tendrá otro desenlace que el fracaso. EEUU y sus aliados lo
aplastaron a sangre y fuego, hasta Al Qaeda y ahora el Estado Islámico, aunque
sobreviven algunas bandas criminales. Hubo situaciones en las que un grupo de
países decidió actuar en las crisis de otros con el propósito de lograr compromisos
entre los protagonistas de la violencia, impedir o detener guerras y que los
contratiempos no se transformaran en desgracias definitivas, en estados fallidos.
A veces estas
intervenciones cumplen con sus objetivos, pero otras fracasan y empeoran el
ecosistema. Podrían clasificarse de virtuosas y viciosas. Virtuosas las
del Grupo de Contadora, que se propuso la paz en Nicaragua, luego extensible a
Salvador, Honduras y Guatemala, cuyos conflictos internos sumaban cientos de
miles de muertes. El estímulo inicial lo da Olaf Palme en 1983 respaldado por
los Premio Nobel García Márquez, Myrdal y García Robles, y asumen México,
Colombia, Venezuela y Panamá. Luego se creó el Grupo de Apoyo formado por
Argentina, Brasil, Perú y Uruguay.
El
huracán Federica
El trabajo de esos ocho
países logró en 1987 los Acuerdos de Esquipulas que cicatrizaron la saja
y detuvieron la oleada de sangre en Centroamérica. Naturalmente los
participantes, podría decirse que varios de izquierda, tenían simpatías por
alguno de los contendientes. Pero tenían claro que cualquier sesgo dificultaría
una solución institucional y pacífica al conflicto, lo que hizo a esas naciones
libres, estables y en proceso de crecimiento. EEUU se condujo en la gran
política que aludíamos. Reagan traveseaba con habilidad: recursos para la
contra y con la otra mano apoyaba que Carter negociara al lado de Contadora
y el Grupo de Apoyo.
El hundimiento venezolano
es un fenómeno de repercusiones globales y sería decisivo que en 2019 hubiera
para su solución un viraje internacional virtuoso según el modelo
Contadora-Esquipulas. El desplome vino después de una de las más atroces
imbecilidades políticas de todos los tiempos: el llamado a abstención el 20M-
2018. Y recuperar la esperanza reposa en la Unión Europea, que ha trabajado con
gran cautela de la mano de Federica Mogherini. Ella esgrime virtuosismo en
medio del desenfreno, alborotadores transoceánicos que por ceguera y réditos
electorales problematizan su gestión.
Si sus destrezas logran que
diversos focos globales cooperen en entendimientos, podría superarse la barrena
que parece condenar a Venezuela. Su juicio brilla más si examinamos que lo
dicho por muchos actores podría indicar que los pacientes tomaron por asalto
varios siquiátricos internacionales y también nacionales. Solo eso explica que
aspiren tranquilizar a los chinos sobre un desenlace en Venezuela, pero al
tiempo paralizan las transacciones chinas de Bandes.
Vuelan
treintaicinco palomas
Parte sustantiva de las
faenas que desde fuera se emprendieron, más allá de sus propósitos, alejaron
las soluciones y por el contrario amenazan con una secuencia de pesadillas una
peor que otra. Por fortuna el Grupo de Lima en este momento habla un lenguaje y
pareciera dar pasos contra la tragedia, no solo la actual, sino la peor que
podría venir en secuencia. El panorama dantesco de un país ahorcado, muriendo
de hambre, sin comida, medicinas, electricidad, vuelos ni tarjetas de crédito
debe haberlos enfrentado a que si no hay solución, otros millones de
venezolanos saltarán del Titanic. Se comenta sobre una reunión entre opositores
y gobierno en “una isla del Caribe”, que tal como andan las circunstancias
tendría que haber sido en Cubagua o en Comala y aún así eso crea más optimismo
que treinta y cinco marchas o un escuadrón de palomas blancas. Pero de ser
cierto y si corresponde a un deseo auténtico de las partes, deberían buscar de
urgencia centros académicos de prestigio mundial sobre negociaciones y no dar
un paso sin eso. Pero de nada sirven las mejores tecnologías si no existe
decisión y si cada uno piensa salirse con la suya.
No se comienza con
“condiciones” y debe darse libertad a los expertos para organizar el proceso.
Los peores consejos que he visto, aparte del mantra que plantea una secuencia
irreductible, son los que ponen al frente un container de condiciones
para “sentarse”. Y lo grave no es que eso se escriba en tuiter, el reino de la
simpleza, ni que lo diga uno que otro buenote que tiene muy poca idea, sino que
esté en la mollera de algunos que la vida colocó en puestos de mando. Ojalá la
Unión Europea y el Grupo de Lima puedan influir de manera determinante para que
surjan rayos de claridad.
Carlos Raúl Hernández
@CarlosRaul
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