Desconocer la realidad no ayuda absolutamente a nadie, pero en el caso
de un político la cosa es muchísimo peor. Cuando el gobierno habla de la
situación eléctrica del país, cuyo deterioro nos ha llevado a los apagones
nacionales actuales, y dice que todo es producto del sabotaje de Trump o de
Guaidó, entiendo que está sacudiéndose sus claras responsabilidades para
endosárselas a quienes lo adversan en forma peligrosa. No creo que la alta
dirección gubernamental crea realmente el cuento que echan. Pretenden
simplemente engañar a la gente, manipular a la población, crearle dudas en dos
sentidos: uno: que el gobierno no tiene la culpa, con lo cual el culpable ya
sale ganando. Otro: que los culpables son unos criminales capaces de todo en
función de sus bastardos intereses. Ahora, si realmente están negando la
realidad porque la desconocen, es decir que no saben de la existencia del
gravísimo deterioro eléctrico, están muy mal y el país entero también.
Y este desconocimiento de la realidad, de lo ocurrido en el pasado
reciente, del inmediatismo político y de prometer lo que no sabe si puede
cumplir, son las primeras críticas que le hago a Juan Guaidó, Presidente de la
Asamblea Nacional (AN). Debo antes decir que no conozco personalmente a Guaidó;
fue muy recientemente que oí hablar de él, exactamente hacia diciembre de 2018,
cuando se tuvo claro que el pacto parlamentario entre los partidos se
respetaría, por lo que Voluntad Popular (VP) dirigiría el cuarto año de gestión
de la AN actual. Ha debido ser Freddy Guevara, el dirigente que asumiría el
compromiso por su partido VP, pero se encuentra refugiado en la Embajada de
Chile, por lo que dio paso a Juan Guaidó para ejercer esa Presidencia. Es
necesario recalcar entonces el carácter fortuito de la misma, que no obedeció a
la realización de un trabajo político de años, que llevó a Guaidó a ser
considerado como candidato a dicho cargo. Esto por sí sólo no lo descalifica,
pero debe ser tomado en cuenta en los análisis.
Se me había dicho que Guaidó era un líder muy radical, más que Guevara,
y por tanto conduciría a la AN a un enfrentamiento directo con el régimen de
Maduro. Se trataba entonces de un dirigente peligroso para la paz y para la
estabilidad de la propia AN. Tanto se avizoraba esta situación, que hubo grupos
políticos dentro de la AN que, aunque terminaron votando por Guaidó, no estaban
totalmente seguros de la conveniencia de apoyarlo. Que un dirigente sea frontal
y combativo no es una desventaja en sí misma, pues si tiene suficiente
respaldo, organización, claridad de ideas, aliados y recursos de todo tipo,
para llevar adelante victoriosamente su política, pues el defecto sería no
hacerlo. Ahora, si no existe nada de eso, llevar adelante una confrontación es
simplemente un suicidio político, que además se convierte en frustración y
desesperanza de la gente, todo lo cual predice una gran derrota.
Al no conocer a Guaidó, sólo puedo opinar por lo que le he visto hacer
desde el 5 de enero de este año 2019 para acá. Es un líder joven, impetuoso
aunque no luce acelerado, de discurso sencillo y directo, que se comprende en
forma fácil; de clara extracción popular, muy similar físicamente al venezolano
promedio, disciplinado, con experiencia organizativa, educado y que hasta ahora
ha seguido una disciplina partidista estricta, lo que dificulta las gestiones
unitarias que deberían ser su objetivo. Su liderazgo ha sido generado por la
desesperación de la gente ante el desastre existente en Venezuela. Guaidó
recoge y concentra el apoyo de la muy extendida y numerosa oposición al
gobierno de Maduro, a veces muy virulenta, que ven en él en este momento la
esperanza de terminar pronto con el sufrimiento intenso de una década.
Producto de lo que parece ser una actitud mesiánica de los venezolanos,
que ya se demostró con Irene Sáez, primero, y luego con Hugo Chávez, a finales
de los noventa, el liderazgo de Guaidó ha crecido vertiginosamente en tal
magnitud, que no me queda duda que de haber elecciones presidenciales en este
momento sería ganador indiscutible por aclamación. Esa hoy es una gran
fortaleza que el joven líder tiene, pero es también su gran y mayor debilidad,
además de convertirse en un peligro incluso dentro de su propio partido. En
este sentido, Guaidó es un Chávez civil, más joven, mejor hablado, profesional,
que ha levantado la esperanza de resolver a la brevedad lo que nos ocurre,
promesa básica para el respaldo que tiene, pero que puede convertirse en el
reclamo que lo deje sin ese respaldo. Los medios de comunicación opositores
inmediatamente se han alineado con este nuevo liderazgo, como hace más de 20
años lo hicieron con Chávez. Guaidó ha tomado decisiones inconsultas con sus
aliados: su juramentación callejera una de ellas. Guaidó no ha construido un
liderazgo colectivo.
Se desprende claramente de lo dicho que el liderazgo de Guaidó tiene
carácter aluvional, por lo que puede desaparecer tan rápidamente como apareció,
si las expectativas creadas en la población no son satisfechas.
Luis Fuenmayor Toro
@LFuenmayorToro
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