A principios de los años 70, Ernesto Yberri y yo, recién graduados en el Tec. de Monterrey nos dirigíamos a al DF para iniciar nuestras vidas profesionales. Al llegar a una loma donde se observaba todo el valle de México, detuvimos el auto para admirar el monstruo que nos proponíamos conquistar. A lo lejos, un campesino trabajaba la tierra. Yberri, con su conocido romanticismo me dice: “Mira chavelo, los pinches ejidatarios sembrando con bueyes y arados de madera mientras los gringos juegan golf en la luna”.
A principios de los años 70, Ernesto Yberri y yo, recién graduados en el Tec. de Monterrey nos dirigíamos a al DF para iniciar nuestras vidas profesionales. Al llegar a una loma donde se observaba todo el valle de México, detuvimos el auto para admirar el monstruo que nos proponíamos conquistar. A lo lejos, un campesino trabajaba la tierra. Yberri, con su conocido romanticismo me dice: “Mira chavelo, los pinches ejidatarios sembrando con bueyes y arados de madera mientras los gringos juegan golf en la luna”.
Nos hemos preguntado ¿Por qué los billonarios de la tecnología han iniciado importantes inversiones en proyectos espaciales? Lo están haciendo Bezos, Branson, Musk y otros. No es un pasatiempo para divertirse los fines de semana. No es cumplir un deseo frustrado producto de una niñez de carencias. No, ellos son visionarios que han perseguido sus sueños y se han asomado a ese recinto de la grandeza y, al abrir ese portal, la experiencia ha sido sublime.
Arthur C Clarke, autor de ciencia ficción, respondía a la pregunta acerca de la existencia de extraterrestres: “Hay dos posibilidades, estemos solos en el universo o no lo estemos. Ambas son igual de terroríficas”. Pero ellos no tienen miedo explorar porque creen es lo que nuestra especie necesita para avanzar: “Podemos inspirar a la gente para que trabajen en la construcción de un futuro sin los tumores actuales. Esto es más que una misión espacial, estamos tratando de construir un mundo mejor”.
A ellos les ha tocado vivir una etapa de la historia que se presenta pocas veces. Han revolucionado las economías, las sociedades y, en el proceso, han creado fortunas superiores a las de aquellos que el proceso les tomara generaciones de trabajo acumulado. Hace 40 años sus empresas no existían y, en estos momentos, su valor es superior al PIB de muchos países sobrepasando milagros como GE, ExxsonMobil, GM. Es tanto la riqueza que han creado en una carrera en la que el tiempo ha dejado de existir, donde sus activos no son los clásicos pues el factor más importante de su producción ha sido capital intelectual.
Estos billonarios han adquirido un poder con el que ya retan a los gobiernos y han invadido sus campos. Como grandes visionarios se han dado cuenta que, así como surgió la economía de la agricultura, de la revolución industrial, luego la de la red, el próximo bastión económico es el espacio. Un entorno que, como los pioneros del siglo 17 arribando a la región virgen de América del Norte, encontraron un paraíso de libertad, sin gobierno, sin burocracia, sin impuestos, leyes opresivas, sin políticos asesinos de los sueños de gente que solo querían vivir en paz y trabajar en libertad. Lo mismo están observando en el espacio.
La compañía Space X, empresa del magnate Elon Musk, colocó en órbita el cohete Falcon Heavy, el más potente del mundo con capacidad para transportar cerca de 100 toneladas. Es la primera empresa privada que ha lanzado con éxito un cohete de esas dimensiones. En total, la empresa ha invertido más de 500 millones de dólares en el programa Falcon. De cara a su gran objetivo, la colonización de Marte en el 2025, la compañía busca contratos para lanzar satélites de telecomunicaciones e incluso, podrá vender sus naves a las agencias espaciales. El Falcon es una inversión privada de (Space X) diseñado por ellos mismos, y ahora esperan la emergencia de un mercado donde los voraces compradores serán las agencias espaciales.
Planetary Resources, dirigida por Chris Lewicki, ex ingeniero de la Nasa que participó en las misiones que llevaron a Marte al vehículo Rover, cuenta con el apoyo del fundador de Google, Larry Page, se propone explorar la, hasta hora, inédita minería espacial. Es decir, la explotación comercial de materias primas que se acumulan en asteroides. Según cálculos de la compañía, existen más de 18.000 cuerpos rocosos que comparten una órbita similar a la de la Tierra y, por lo tanto, son susceptibles de ser explotados. De momento, la empresa se ha centrado en la búsqueda de agua. Se estima que hay tres billones de toneladas de este elemento, en forma de hielo, en los asteroides cercanos a la Tierra.
El espacio es la nueva frontera y representa la moderna exploración humana. Para la ingeniería, la exploración del espacio representa la dificultad última donde se producirán avances no imaginados. Invertir en programas espaciales, si se hace con orientación hacia los resultados financieros, es una inversión muy rentable. Su retorno está plenamente demostrado y esas inversiones están más que justificadas. Para medir los montos actuales debemos comparar: en EU la inversión por habitante es 10 veces superior a la europea. Rusia está adelantada, y otros como China o India también se apresuran.
Si bien Neil Armstrong afirmó; “un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, jamás dijo que sería el último. David Draper, Deputy Chief Scientist de la Nasa, asegura que la exploración espacial es el negocio con mayor retorno de inversión y los billonarios tecnológicos lo saben. La revolución de los nanosatélites demanda un nuevo ecosistema espacial para establecer el funcionamiento de sus constelaciones, un nuevo entorno productivo que incluye estaciones, software de control y seguimiento de satélites, subsistemas especializados, materiales, paneles solares, baterías, cohetes, etc.
Ahora más que nunca el espacio es un objetivo comercial maduro. Las empresas con sus startups están acudiendo a la frontera final de los negocios, el ‘space business’. El lanzamiento de nanosatélites en constelaciones tiene como fin ofrecer un servicio global accesible las 24 horas del día. En el espacio cada día surgen nuevas oportunidades de negocio para pioneros que saben el llegar primero puede marcar una gran diferencia. Las posibilidades son infinitas, pero hay muchas aplicaciones de los nanosatélites que ya son realidades y están produciendo grandes beneficios a todo tipo de empresas y sectores.
En el espacio la burocracia no se acepta, no se trata de obstruir, sino de facilitar el lanzamiento de proyectos. Y otro importante factor en este proceso será la competencia. La lección económica de esta novedosa actividad es la forma como se están estructurando sus aspirantes: los mercados, con su capacidad para surtirnos con información, impulsar la innovación, asignar los recursos y el capital, están bien preparados para desarrollar este nuevo sector comercial. Además, el enorme potencial de ganancias en la comercialización espacial atrae a inversionistas y emprendedores temerarios dispuestos a tomar riesgos significativos. Y hacia allá van los billonarios tecnológicos.
Está claro que los “Moon shots” han pasado de ser una expresión a las realidades.
Hace muchos años que Yberri expresó la condena de México, pero, después de 8 administraciones y la novena operando como el tiro de gracia, seguimos sembrando con bueyes y arados de madera al grito de “tierra y libertad”, mientras los visionarios apuntan hacia Marte.
Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
chero@refugioliberal.net
chero.itesm@live.com
@elchero
Mexico
Los grandes hombres son como las águilas. Construyen sus nidos en una majestuosa Soledad. Porque un alto grado de intelecto tiende a convertir al hombre en un ser antisocial. Arthur Schopenhauer
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