La política de López-Guaidó, que arrastró al resto de
la oposición victoriosa en 2015, fracasó estrepitosamente. Su apoyo
internacional, vital para mantenerse, se ha fracturado con la última decisión
de la Unión Europea. Ésta manifestó en un comunicado que “mantendrá su
compromiso con todos los actores políticos y de la sociedad civil que luchan por
devolver la democracia a Venezuela, incluido en particular Juan Guaidó y otros
representantes de la Asamblea Nacional saliente elegida en 2015, que fue la
última expresión libre de los venezolanos (..)”, (negritas nuestras). Más
claro, imposible. Se relacionarán con toda la oposición y no sólo con la de
Guaidó, y con éste lo harán como opositor, pues la AN de la cual era diputado y
Presidente terminó sus funciones: es una AN saliente. Por otra parte, esa
oposición también se ha debilitado internamente pues se ha dividido por
distintas razones y, además, ya no goza del apoyo popular que alguna vez tuvo.
O reorienta su acción política y se incorpora en la ruta electoral retomada o
termina por desaparecer.
El gobierno, aunque controla el 91
por ciento de la nueva AN, está lejos de tener el apoyo del pasado. Este
control se debe a que se sigue violentando la proporcionalidad electoral
ordenada en el artículo 63 de la Constitución, pues la alianza gubernamental
estuvo lejos de tener ese porcentaje de votos. Es más, la abstención fue de un
70 por ciento de los votantes, por lo que el gobierno sólo fue respaldado por
un 21por ciento de los mismos, una clara minoría. Es evidente también que la
nueva AN no representa tampoco a toda la población venezolana. Tiene entonces
la necesidad de actuar en función de los intereses de la gente, si quiere
superar esa crisis de legitimidad.
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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