jueves, 7 de enero de 2021

LUIS FUENMAYOR TORO, NUEVA ASAMBLEA NACIONAL

A pesar de los inconvenientes: las marramuncias preelectorales y electorales del gobierno, el intenso sabotaje de la falsa oposición, la desesperanza e incredulidad de la gente y la actuación cuestionable de algunos en la oposición democrática, este 5 de enero pasado se instaló una nueva Asamblea Nacional (AN) y finalizó el lapso constitucional de la asamblea electa en 2015. Estos son hechos reales, gusten o no, y de ellos hay que partir en la política venezolana. Negarlos es tratar de tapar el sol con un dedo y continuar la pesadilla vivida como mínimo desde enero de 2019, la cual no dejó rédito político a sus protagonistas y fue dañina a la nación venezolana. Sólo se beneficiaron el gobierno de Maduro, que hoy controla la AN casi como controlaba la caricatura de constituyente de 2017, y algunos políticos del extremismo opositor, quienes aún manejan recursos millonarios de fondos y activos en el exterior, gracias a decisiones cuestionables del gobierno de EEUU.  

La política de López-Guaidó, que arrastró al resto de la oposición victoriosa en 2015, fracasó estrepitosamente. Su apoyo internacional, vital para mantenerse, se ha fracturado con la última decisión de la Unión Europea. Ésta manifestó en un comunicado que “mantendrá su compromiso con todos los actores políticos y de la sociedad civil que luchan por devolver la democracia a Venezuela, incluido en particular Juan Guaidó y otros representantes de la Asamblea Nacional saliente elegida en 2015, que fue la última expresión libre de los venezolanos (..)”, (negritas nuestras). Más claro, imposible. Se relacionarán con toda la oposición y no sólo con la de Guaidó, y con éste lo harán como opositor, pues la AN de la cual era diputado y Presidente terminó sus funciones: es una AN saliente. Por otra parte, esa oposición también se ha debilitado internamente pues se ha dividido por distintas razones y, además, ya no goza del apoyo popular que alguna vez tuvo. O reorienta su acción política y se incorpora en la ruta electoral retomada o termina por desaparecer. 

El gobierno, aunque controla el 91 por ciento de la nueva AN, está lejos de tener el apoyo del pasado. Este control se debe a que se sigue violentando la proporcionalidad electoral ordenada en el artículo 63 de la Constitución, pues la alianza gubernamental estuvo lejos de tener ese porcentaje de votos. Es más, la abstención fue de un 70 por ciento de los votantes, por lo que el gobierno sólo fue respaldado por un 21por ciento de los mismos, una clara minoría. Es evidente también que la nueva AN no representa tampoco a toda la población venezolana. Tiene entonces la necesidad de actuar en función de los intereses de la gente, si quiere superar esa crisis de legitimidad. 


Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela 

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