Es
cierto que el régimen devino en
dictadura con visos de democracia; un mando todo poderoso con muchas garras al
margen de la ley, apoyada por una férrea fuerza policíaca. No obstante, durante
mucho tiempo perduró la sindéresis en los líderes de los partidos que
integraron la Unidad, pero el parcelismo egoísta que nunca pudo ponerse de
acuerdo por la multiplicidad de candidatos presidenciales, en un juego aún
criticado por partidos de la alianza minoritaria que se llamó G15, pero que
nunca fueron verdaderamente tomados en cuenta por la cúpula del denominado G4,
que aparentemente fungió de cabeza visible de la Unidad, que al fin, por una
terca desidia, no logró apaciguar los fuegos internos que condujeron a la
debacle.
Una de
las adversidades cuestionadas siempre, fue la intervención y varios intentos
por dialogar con personeros del régimen, con la ayuda de intermediario,
personas y gobiernos de otras latitudes, quienes siempre fueron criticados y
maltratados por esa vocifería autóctona, que nunca perfiló orientación idónea.
Fue, si pudiéramos decirlo, grande el fuerzo por encontrar una salida pacífica
al cambio del radicalismo, pero todo cayó en la adversidad por falta de interés
del régimen y por la estupidez sin sentido de la Oposición.
El
tema ha tenido muchas aristas y muchos criterios tal vez válidos, pero tenemos
que reconocer su desviación vocifera sin sentido, que en lugar de buscar una
salida viable, se empecinaron en trancar el juego, proponiendo salidas solo de
fuerza o de eliminatorias imposibles.
No
podemos decir que nadie propuso una acción consensuada y posible, porque muchas
las hubo, pero siempre apareció una excusa irremediable; ¡nada con el
chavismo!, esa fuerza hay de execrarla. Como deseo, era y es lo más lógico y
deseable, pero desde el punto de vista real verdadero, tenemos que comprender
que el cambio, aunque vengativo, necesario y lógico, no puede ser brutal,
porque la política se alimenta de la hipocresía como una necesitad para
convencer al que cree saberlo todo, pero que no sabe nada; de allí el cambio
brusco, como surgió el chavismo, un movimiento de la nada, dirigido o propuesto
con ínfulas de vaho de un “don nadie”, que se valió de la antipolítica de las
décadas 80´ y 90´, cuando se creyó perdida la democracia y cual náufrago en el
mar, se amarró al salvavidas que lo llevó a la destrucción.
Algo
de debe quedar claro, en política no hay soluciones premiadas sin
contradicción. Esta ciencia proviene del debate entre pares de la poli y cuando
de democracia se habla, se habla de libertad, la que nunca estará al gusto de
todos. Unos quieren el gobierno del pueblo, otros el gobierno para el pueblo y
otros gobernar al pueblo. ¿Cómo entenderlo? No hay forma, porque las leyes de
las democracias nunca son iguales, y he aquí el dilema, de donde surge el
quitarte tú para ponerme yo y cuando no lo logran, vienen las desavenencias y
la guerra por el poder.
Es el
caso de Venezuela, que con el militarismo que se profundizó con Chávez, hizo surgir el acomodo del
entendido de Clausewitz, ¡la guerra es la continuación de la política por otros
medios!, de donde surgen las propuestas de golpes de estado, la intervención de
las fuerzas armadas y hasta la intervención extranjera para “sacar al
usurpador”, ¡nada más irracional!, y de aquí el rechazo a la conversación o al
diálogo.
Bien
dijo Doughtery: "la política es el procedimiento para ordenar poderes
entre individuos competidores y grupos sociales, y para arreglar prioridades
entre propósitos y objetivos rivales, sean éstos utilitarios o de valores";
y en teoría, el Poder, es considerado como el dominio o imperio para mandar e
imponer la voluntad del Estado sobre sus súbditos y sobre los otros Estados,
por lo que adquiere diferentes significados y formas. Existe como palanca de la
riqueza económica; como ciencia y tecnología para la solución de problemas;
como sistema de comunicaciones para influir en la opinión, en las ideas y en
los valores; como arma política para ordenar el Estado; como arma del sistema
jurídico. Todos los grupos humanos organizados o no, tratan en una u otra
forma, de llevar al máximo su posición de poder, o de usar el poder que posean
en forma ventajosa para ellos; pero bien sabemos, que en muchos casos el
régimen de gobierno se apropia del Poder para imponer su voluntad a todos los
gobernados, surgiendo así el poder tiránico o dictadura.
La
relación implícita entre el Estado y el Poder, podemos verla cuando en el
Estado o Nación, como es nuestro caso, el poder está regulado por la
Constitución, que le fija los límites y define las relaciones entre los poderes
del Estado, estableciendo las bases del gobierno y la garantía de los derechos
ciudadanos; ¡tristemente, en Venezuela, donde se dijo que instituyó la
constitución más bella del mundo, se constituyó un sistema democrático que quiso
ser el perdurable y eterno, pero tuvo como desfase el acrecentamiento de la
ignorancia originada por quien fuera llamado “comandante eterno”, que cual
hombre maravilla difundió poder, pero como toda fantasía terminó cual sueño
fugaz.
Lamentablemente,
la intelectualidad venezolana, que marcó y marca pautas en el mundo por su
intelecto y preparación científica y académica; dormida en sus laureles,
también durmió en la fantasía y despertó dispersa por el mundo, creyendo que en
todas las latitudes hay “eternas primaveras”; así se dedicaron a conformar la
nueva política venezolana, excluyente de todo lo que sonara o supiera a
chavismo, olvidando que somos todos los mismos venezolanos, buenos y malos,
adecos y copeyanos, caraquistas y magallaneros, que al comenzar la nueva
Venezuela conviviremos para bien, dejando de lado las caricias al gobierno que
se apoderó de la mente del pueblo creyente, y aunque sabio, también demostró
que se equivoca. Al final, todos dispuestos a promover el cambio político
venezolano.
Antes
dijimos, que no podíamos imaginarnos el futuro venezolano, cuando los regentes
del ideario insepulto insistían en el diálogo entre factores opuestos a muerte,
sin reconocer, no solo su fracaso, sino que querían imponernos el Poder,
obviando lo fundamental: el Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia consagrado por la Constitución, que implica la división de los
poderes, el imperio de la Constitución y las leyes como expresión de la
soberanía popular, la sujeción de los Poderes Públicos a la Constitución y al
resto del ordenamiento jurídico, y la garantía procesal efectiva de los
derechos humanos y de las libertades públicas, que requieren la existencia de
órganos caracterizados por su independencia, con potestad que les permita
ejecutar y aplicar imparcialmente las normas expresadas por la voluntad
popular. Hoy, se ha percibido el cambio, ya el chavismo no existe como poder,
aunque perdure en el sector militar el ¡Chávez Vive!, pero lamentablemente, los
líderes de la Oposición siguen desarmados, sin brújula y sin orientación,
promoviendo la abstención como fórmula para el cambio, mientras tanto, el
régimen persevera siguiéndole la corriente y dejándola fuera de base y sin
estrategia.
Por
fortuna, ha surgido un nuevo diálogo que pareciera ser sincero o por lo menos
no depravado, el que pareciera ser una fórmula válida para el cambio, que
pudiera comenzar con las elecciones de alcaldes, gobernadores y concejales. De
allí que pendemos en un Diálogo Necesario.
enriqueprietosilva@yahoo.com
@Enriqueprietos
Venezuela
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