En el éxito del diseño de un nuevo modelo político de
consenso para el futuro, que garantice una paz duradera y un desarrollo
económico social sostenido, es de vital importancia las características del
sistema electoral que se organice, pues del mismo dependerá la selección de
nuestros gobernantes en todos los niveles y ámbitos territoriales. Serán
vitales sus atribuciones, normativas y reglas; su cabal funcionamiento, la
seriedad de las personas que lo integren y, por encima de todo, la fidelidad
con que traduzcan la voluntad de los electores, que redundará en su necesaria
credibilidad.
Ya hemos tocado en artículos anteriores1,2,3 aspectos
primordiales de cualquier sistema electoral, como la representación
proporcional, la alternabilidad de los gobernantes, la duración de los períodos
de gobierno, el financiamiento público de las campañas electorales y la
necesidad o no de la posibilidad de revocación de los mandatos de todos los
electos. Esas aproximaciones las hemos hecho tomando en cuenta la experiencia en
el país desde 1958 hasta hoy, así como las prácticas universales en esta
materia. Hoy completaremos estas resumidas propuestas con los temas del quorum
electoral y la doble vuelta.
Por quorum electoral entendemos la mínima votación
necesaria para que se declare con validez una elección particular. No puede
ser, como ocurre en Venezuela, que, si sólo vota una persona o diez o un mil o
cualquier cifra
evidentemente insignificante de electores, el
resultado pueda ser considerado válido, ya que esos votantes no tienen ninguna
representatividad en relación al total de los mismos. Debe haber, por tanto,
una proporción mínima de votantes en relación al total, para que cualquier
elección pueda ser considerada válida y sus resultados aceptados por todos.
Alguien podría decir que el quorum de votantes debería
ser la mitad más uno del total de personas con derecho a voto. Sin embargo,
esta proporción podría ser eventualmente muy alta y, si la votación se mantiene
sólo como un derecho y no también como una obligación, algo que pudiera
discutirse, podría no alcanzarse el quorum en varios procesos consecutivos,
colocando al país en una crisis política seria, que se convertiría en peligrosa
para el sistema democrático electoral que se está tratando de mantener. Se debería
entonces pensar en un quorum de votantes equivalente a la tercera parte de los
electores totales en cualquier elección. De no lograrse el quorum, la elección
se repetiría con un quorum menor.
En las elecciones de cargos ejecutivos: Presidente,
gobernador y alcalde, para ser declarado ganador se debería obtener por lo
menos el 40 por ciento de los votos válidos, entendiendo por éstos los que
expresan con claridad la voluntad del elector. Es decir, se descontarían los
votos nulos del total de votos emitidos, pues estos votos fueron anulados al no
desprenderse de ellos el deseo del votante. Valdría la pena incorporar el voto
en blanco en nuestra legislación, con el cual el elector podría expresar su voluntad de no
votar por ninguno de los candidatos o fórmulas presentadas. Es un voto distinto
del voto nulo, pues éste es anulado por la mesa electoral, al no expresar la
intención del votante.
Si ningún candidato obtiene el 40
por ciento de los votos o si la diferencia de votos entre los dos primeros es
menor del 5 por ciento del total de votos válidos, se iría a una segunda vuelta
electoral entre los dos candidatos que obtuvieron un mayor número de votos, y
sería electo quien obtuviera la mayoría de los votos válidos emitidos en este
segundo proceso. De esta manera, se lograría una mayor legitimidad de quienes
resulten electos, pues su elección involucraría necesariamente a votantes de
otras parcialidades político partidistas. El carácter plural del sistema
electoral saldría además fortalecido.
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
Venezuela
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