En general, la
exclusión escolar reproduce la exclusión
social. Son precisamente los alumnos que más necesitan de la escuela los que no
ingresan en ella, o los que la abandonan antes de tiempo, sin haber adquirido
las competencias mínimas esenciales para un desarrollo autónomo. Las escuelas
de los pobres suelen ser unas pobres escuelas que contribuyen a reproducir la
pobreza. Si a todos nos parecería inconcebible que los hospitales y clínicas
enviaran a sus casas a los enfermos más graves o que requieren atención y
cuidados especiales, todos aceptamos sin problemas que los centros educativos
dejen en el camino a los alumnos más
necesitados y problemáticos y se queden
sólo con los mejores.
¿Cómo leer el fracaso desde el sistema educativo y desde la sociedad y no desde los alumnos? ¿Cómo dejar de preguntarnos por qué fracasan la mayoría de los alumnos más necesitados, y preguntarnos más bien por qué fracasa la educación con ellos? Detrás de cada alumno que fracasa, se oculta el fracaso del sistema educativo, el fracaso del maestro o profesor, el fracaso de la familia, el fracaso de la sociedad. Posiblemente, un alumno fracasa porque no somos capaces de brindarle lo que necesita.
De ahí la necesidad de practicar la discriminación
positiva, es decir, privilegiar y atender mejor a los que tienen más carencias,
para así compensar en lo posible las desigualdades y evitar agrandar las
diferencias. No puede ser que abandonen la escuela o que ni siquiera ingresen
en ella los que más la necesitan. En este sentido, Estado y Sociedad deben
aunar esfuerzos para que en los centros
educativos que atienden a los alumnos más carentes y con serias
deficiencias, se les garantice una
verdadera educación integral de calidad.
Asumir en serio la
inclusión va a exigir no sólo dotar adecuadamente a las escuelas, sino sobre
todo trabajar para lograr los mejores
maestros y profesores, con vocación de servicio, orgullosos de su profesión, con expectativas
positivas de sí mismos y de los alumnos,
motivados y que gozan enseñando,
en formación permanente, no para acumular títulos y engordar currículos,
sino para desempeñar mejor su labor y servir con más eficacia a los alumnos,
capaces de impulsar una pedagogía que
promueva la motivación, autoestima y deseos de aprender de sus alumnos. En momentos en que en la mayoría de los
barrios impera la cultura de la inseguridad y de la muerte, los centros
educativos deben ser reductos de vida, bellos y atractivos en el aspecto físico
y en el ambiente y clima social que se respira, en los que todos y cada uno de
los alumnos se sientan tomados en cuenta, respetados y queridos
Pero quiero insistir
en que el problema de la inclusión es mucho más complejo de lo que se nos
quiere hacer creer. La verdadera
inclusión implica, en primer lugar, no
sólo incluir a los que no han tenido oportunidades, sino retenerlos en el sistema educativo el mayor tiempo posible
para que no lo abandonen. Esto va a suponer implementar una pedagogía del amor
y la alegría, pedagogía activa, para que los educandos se sientan a gusto
estudiando y palpen la utilidad de sus estudios. En segundo lugar, la inclusión implica
también proporcionarles a todos los educandos
las competencias esenciales para que se integren productivamente en la
sociedad y puedan continuar aprendiendo por su cuenta, pues si no, si sólo tienen
títulos y no una buena formación, la sociedad va a excluirlos posteriormente.
Puede resultar profundamente excluyente y a la larga muy frustrante, regalar
títulos sin las exigencias académicas requeridas, títulos que no garantizan las
competencias y saberes necesarios. En
tercer lugar, la inclusión implica dotar
a los educandos de una sólida formación ética para que se conviertan en
incluidores de todos: tanto de lo que
piensan como ellos como de los que piensan diferente. Sería de un cinismo muy cruel y totalmente
opuesto al sentido de la verdadera inclusión, incluir para hacer sujetos
excluidores, es decir, formarlos ideológicamente para que no acepten ideas distintas y rechacen a los que no piensan como ellos.
Antonio Pérez
Esclarín
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela
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