“Sin embargo va creciendo la opinión favorable a
que a Maduro hay que dejarlo gobernar muchos meses más para que se puedan freír
él y el tipo de gobierno que Chávez y él mismo encarna, para así darle una
lección al país y no se vuelva a creer en caudillos y salvadores de la patria.
Esbozan lo difícil que sería para
cualquier dirigente asumir el gobierno así tenga a su favor la unidad nacional.
Un país quebrado con la violencia más alta del mundo sería ingobernable”. No lo
digo yo, por eso el entrecomillado. Lo escribe Nelson Bocaranda, en su muy
leída columna Runrunes, una fuente de respetada confiabilidad.
El párrafo
anterior sintetiza el dilema político al cual se enfrenta la plataforma
opositora con mayor opción de acceder al poder en nuestro país. Podría
eliminarse lo de la “lección”, aun así el retrato del dilema queda
perfectamente dibujado. A continuación mi análisis del mismo, partiendo de dos
premisas.
Premisa primera: el gobierno presidido por Maduro
nos conduce a un colapso, crisis humanitaria, etc., cada autor utiliza una
denominación distinta para referirse a esa no del todo imaginable situación de
desastre generalizado–yo mismo, en este blog, he hablado de un “precipicio
guajiro” al cual nos precipita un
proceso dinámico de creciente inestabilidad-. Algunos dicen que ya estamos en
el colapso. Pero esto es discutible, la palabra conlleva un mensaje de
paralización, entre otras cosas: paralización del empeoramiento y, créanme, la
trágica situación todavía tiene espacio para seguir empeorando. Creo que todos
los políticos opositores importantes ahora sí están conscientes del inminente
colapso progresivo. No todos tuvieron la visión de Leopoldo de prefigurarlo
mucho antes de que se hiciera evidente, quizás por razones vinculadas a la
formación profesional de cada cual, pero en la actualidad sí se percibe un
consenso al respecto. Si existe alguno que todavía no alcanza a escuchar el
ruidoso trepidar del desvencijado
autobús hacia el precipicio, me
encantaría que explicitara esa opinión, para tener claro por quién no votar
cuando lo viese anotado en alguna lista futura de candidatos a algo –por
carecer de una mínima capacidad para el pensamiento sistémico-.
Premisa segunda: el gobierno no va rectificar.
Independientemente de la confrontación de opiniones al interior del Régimen, lo
único visible es la obstinación de Maduro y su temor a tomar decisiones
evidentes e impostergables a pesar de tener cierto consenso interno para
tomarlas. La duda post 6D de si se
podría construir un espacio para la rectificación, ya se ha dilucidado y, por
ende, es válido incorporar a nuestra cadena de razonamiento esta segunda
premisa. Consecuentemente, el viaje en ese autobús hacia el desastre continúa
inalterable en su curso, cada día a mayor velocidad. Cada día genera
destrucción de las posibilidades de reconstruir el país y se multiplica en un
número indeterminado y creciente de días que habrá que invertir para revertir
lo destruido. Pero más allá de esa terrible verdad en lo social y económico, un
dramático agravante ha dicho “Presente”. La crisis sanitaria ha comenzado a
producir un número incuantificable de muertes de inocentes pasajeros. ¡Cada
día! Se van sumando, como en un proceso de integración matemática. Esta
integración de mortandad humana comienza a imprimirle, desde mi perspectiva
personal, un contenido de carácter moral al dilema.
¿Acaso hay tiempo para dejar a Maduro, y a quienes
le acompañan, freírse en su propia salsa? Quizás hasta ahora, la consideración
de cuál podría ser el “timing” adecuado para la Oposición ir apretando las
tuercas estaba revestida de cierta validez. Es cierto que la Oposición no tiene
la fuerza necesaria para lograr un cese inmediato de este gobierno. El país
está tan mal, pero tan mal, que es hasta comprensible, políticamente, el temor
que se pueda producir en quienes aspiran a gobernarlo el tener que tomar sus
riendas en estas circunstancias de desastre, destrucción e ingobernabilidad
-¿Por qué no pensar que, precisamente, ello es una medida de la profundidad de
la crisis?-. A pesar de estas dos verdades, la Oposición tiene el deber de
trazarse un plan político distinto al que está haciendo.
Einstein demostró que conforme más cerca esté un
observador de una fuente de fuerza gravitatoria, más lento le transcurre el
tiempo. Aquí nos ocurre lo contario: conforme nos acercamos a un hueco negro
que quisiera tragarnos a todos, el tiempo se acelera. Ya los políticos no
disponen de ese estratégico recurso del tiempo para consideraciones que en otro
momento serían entendibles. Alguien me argumentaba esta mañana…pero la
Oposición ha anunciado que en seis meses se anuncia la vía constitucional
seleccionada para salir de este gobierno. ¿Y tú crees que hay tiempo para
esperar todo ese tiempo?
Mi interlocutor se quedó sopesando por unos segundos
la magnitud de la crisis, luego admitió que no. ¿Entonces? Eduardo Fernández,
con su vasta experiencia, vino a Valencia y dijo, a quienes tuvimos la
oportunidad de escucharle: ya no hay tiempo. El Alcalde Alfredo Ramos,
transmitiendo su experiencia de calle en Barquisimeto, afirmó lo mismo hoy en
el programa de Villegas (11/02). El tiempo que queda es para demostrar que se
tiene la voluntad de agarrar el toro por los cachos. El desafío es de
gigantescas dimensiones, inconmensurables, pero no queda de otra.
La conclusión lógica de conformidad a las dos premisas
presentadas: hay que comenzar a articular estrategias políticas conducentes a
acelerar la partida de este gobierno. ¡Ya! El debate dentro de las cuatro
paredes de la AN por sí solo no es suficiente. Hay que movilizar,
pacíficamente, al pueblo para que le pida a Maduro la renuncia y al PSUV que
facilite la integración de un gobierno de transición. No van a acceder. Es muy
posible. Pero esa señal frontal hay que lanzarla ya, acompañada de un proceso
pedagógico de advertencia al pueblo sobre la mayor gravedad de lo que nos
viene. Mientras más tarde actuemos, peor será. Ese dilema, retratado al inicio,
no puede seguir pasando por la mente de ningún opositor. Máxime, cuando tal
dilema comienza a teñirse de un rojo asesino. Por cierto, a los políticos del
otro lado, los del Oficialismo, su propio dilema político que ha dejado de ser
sólo político para convertirse en moral, también, les debe apremiar. Las
cuarenta y tres muertes que el Gobierno pretende achacarle a “La Salida” se
convertirán en una brizna de paja en el viento frente a esa integración de
mortandad que ya ha comenzado y no será fácil detener.
Asdrubal Romero
asdromero@gmail.com
@asdromero
Madrid – España
Artículo 350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.
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