domingo, 14 de febrero de 2016

ASDRÚBAL ROMERO M., EL ASPECTO MORAL DEL DILEMA

“Sin embargo va creciendo la opinión favorable a que a Maduro hay que dejarlo gobernar muchos meses más para que se puedan freír él y el tipo de gobierno que Chávez y él mismo encarna, para así darle una lección al país y no se vuelva a creer en caudillos y salvadores de la patria. Esbozan  lo difícil que sería para cualquier dirigente asumir el gobierno así tenga a su favor la unidad nacional. Un país quebrado con la violencia más alta del mundo sería ingobernable”. No lo digo yo, por eso el entrecomillado. Lo escribe Nelson Bocaranda, en su muy leída columna Runrunes, una fuente de respetada confiabilidad.

El párrafo anterior sintetiza el dilema político al cual se enfrenta la plataforma opositora con mayor opción de acceder al poder en nuestro país. Podría eliminarse lo de la “lección”, aun así el retrato del dilema queda perfectamente dibujado. A continuación mi análisis del mismo, partiendo de dos premisas.
Premisa primera: el gobierno presidido por Maduro nos conduce a un colapso, crisis humanitaria, etc., cada autor utiliza una denominación distinta para referirse a esa no del todo imaginable situación de desastre generalizado–yo mismo, en este blog, he hablado de un “precipicio guajiro” al cual nos precipita  un proceso dinámico de creciente inestabilidad-. Algunos dicen que ya estamos en el colapso. Pero esto es discutible, la palabra conlleva un mensaje de paralización, entre otras cosas: paralización del empeoramiento y, créanme, la trágica situación todavía tiene espacio para seguir empeorando. Creo que todos los políticos opositores importantes ahora sí están conscientes del inminente colapso progresivo. No todos tuvieron la visión de Leopoldo de prefigurarlo mucho antes de que se hiciera evidente, quizás por razones vinculadas a la formación profesional de cada cual, pero en la actualidad sí se percibe un consenso al respecto. Si existe alguno que todavía no alcanza a escuchar el ruidoso trepidar  del desvencijado autobús  hacia el precipicio, me encantaría que explicitara esa opinión, para tener claro por quién no votar cuando lo viese anotado en alguna lista futura de candidatos a algo –por carecer de una mínima capacidad para el pensamiento sistémico-.
Premisa segunda: el gobierno no va rectificar. Independientemente de la confrontación de opiniones al interior del Régimen, lo único visible es la obstinación de Maduro y su temor a tomar decisiones evidentes e impostergables a pesar de tener cierto consenso interno para tomarlas.  La duda post 6D de si se podría construir un espacio para la rectificación, ya se ha dilucidado y, por ende, es válido incorporar a nuestra cadena de razonamiento esta segunda premisa. Consecuentemente, el viaje en ese autobús hacia el desastre continúa inalterable en su curso, cada día a mayor velocidad. Cada día genera destrucción de las posibilidades de reconstruir el país y se multiplica en un número indeterminado y creciente de días que habrá que invertir para revertir lo destruido. Pero más allá de esa terrible verdad en lo social y económico, un dramático agravante ha dicho “Presente”. La crisis sanitaria ha comenzado a producir un número incuantificable de muertes de inocentes pasajeros. ¡Cada día! Se van sumando, como en un proceso de integración matemática. Esta integración de mortandad humana comienza a imprimirle, desde mi perspectiva personal, un contenido de carácter moral al dilema.
¿Acaso hay tiempo para dejar a Maduro, y a quienes le acompañan, freírse en su propia salsa? Quizás hasta ahora, la consideración de cuál podría ser el “timing” adecuado para la Oposición ir apretando las tuercas estaba revestida de cierta validez. Es cierto que la Oposición no tiene la fuerza necesaria para lograr un cese inmediato de este gobierno. El país está tan mal, pero tan mal, que es hasta comprensible, políticamente, el temor que se pueda producir en quienes aspiran a gobernarlo el tener que tomar sus riendas en estas circunstancias de desastre, destrucción e ingobernabilidad -¿Por qué no pensar que, precisamente, ello es una medida de la profundidad de la crisis?-. A pesar de estas dos verdades, la Oposición tiene el deber de trazarse un plan político distinto al que está haciendo.
Einstein demostró que conforme más cerca esté un observador de una fuente de fuerza gravitatoria, más lento le transcurre el tiempo. Aquí nos ocurre lo contario: conforme nos acercamos a un hueco negro que quisiera tragarnos a todos, el tiempo se acelera. Ya los políticos no disponen de ese estratégico recurso del tiempo para consideraciones que en otro momento serían entendibles. Alguien me argumentaba esta mañana…pero la Oposición ha anunciado que en seis meses se anuncia la vía constitucional seleccionada para salir de este gobierno. ¿Y tú crees que hay tiempo para esperar todo ese tiempo? 
Mi interlocutor se quedó sopesando por unos segundos la magnitud de la crisis, luego admitió que no. ¿Entonces? Eduardo Fernández, con su vasta experiencia, vino a Valencia y dijo, a quienes tuvimos la oportunidad de escucharle: ya no hay tiempo. El Alcalde Alfredo Ramos, transmitiendo su experiencia de calle en Barquisimeto, afirmó lo mismo hoy en el programa de Villegas (11/02). El tiempo que queda es para demostrar que se tiene la voluntad de agarrar el toro por los cachos. El desafío es de gigantescas dimensiones, inconmensurables, pero no queda de otra.
La conclusión lógica de conformidad a las dos premisas presentadas: hay que comenzar a articular estrategias políticas conducentes a acelerar la partida de este gobierno. ¡Ya! El debate dentro de las cuatro paredes de la AN por sí solo no es suficiente. Hay que movilizar, pacíficamente, al pueblo para que le pida a Maduro la renuncia y al PSUV que facilite la integración de un gobierno de transición. No van a acceder. Es muy posible. Pero esa señal frontal hay que lanzarla ya, acompañada de un proceso pedagógico de advertencia al pueblo sobre la mayor gravedad de lo que nos viene. Mientras más tarde actuemos, peor será. Ese dilema, retratado al inicio, no puede seguir pasando por la mente de ningún opositor. Máxime, cuando tal dilema comienza a teñirse de un rojo asesino. Por cierto, a los políticos del otro lado, los del Oficialismo, su propio dilema político que ha dejado de ser sólo político para convertirse en moral, también, les debe apremiar. Las cuarenta y tres muertes que el Gobierno pretende achacarle a “La Salida” se convertirán en una brizna de paja en el viento frente a esa integración de mortandad que ya ha comenzado y no será fácil detener.
Asdrubal Romero
asdromero@gmail.com
@asdromero

Madrid – España

1 comentario:

  1. Artículo 350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.

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