Democracia que no sea representativa, no es
verdadera democrática. Pierde la esencia más importante de su naturaleza, pasa
a ser cualquier cosa menos lo que pretende. Puede tener algunos atributos
adicionales como eso de “participativa” con el que algunos pretenden liquidar
lo de la representatividad, pero no es suficiente. Confunde. En nombre de esa
confusión quieren darle piso real a procesos de cambio revolucionarios en
cualquier dirección ideológica. Lo importante es tener claro que la representatividad
del sistema democrático es fundamental para la vida en libertad y el respeto de
los derechos humanos fundamentales.
Cuando hablamos de representatividad vamos mucho
más allá de lo estrictamente político y partidista. Hay la tendencia a que este
mundo se cierre sobre sí mismo, olvidando deliberadamente o no a los ciudadanos
comunes que no viven de la política, ni de los partidos, ni del gobierno. Viven
del sostenido esfuerzo que realizan como personas naturales o jurídicas para
producir y generar condiciones de bienestar y felicidad para sus familias y
para las de quienes contribuyen con sus esfuerzos. Notamos en buena parte de
Latinoamérica una cierta tendencia a que los gobiernos y liderazgos partidistas
olviden este aspecto básico, característico de una verdadera democracia plural
y alternativa.
Aquí está buena parte de la raíz de los problemas
que estamos atravesando. Ministros y funcionarios que no representan a factores
específicos de la vida interna se convierten en los peores enemigos de esos
sectores que deberían representar. Lo vemos en materia educacional, en todas
las áreas de la economía como la producción, la industrialización y la
comercialización de los productos fundamentales y también en materia de cultura
y hasta deporte. En mi opinión es imposible el desarrollo económico sin que el
sector privado e independiente del aparato productivo protagonice el esfuerzo.
No olvidemos que la mejor política social que puede desarrollar cualquier
gobierno es una economía que funcione. De lo contrario todo puede fracasar a la
larga y a la corta se vivirá en medio de incertidumbres que al prolongarse
matan la esperanza de una vida mejor.
El problema es general. En algunos países con mayor
gravedad que en otros, pero en todos existe el germen del totalitarismo
autoritario que cuando toma el gobierno, avanza hacia el control total del
poder político y el control del dinero apelando, incluso, a la represión
personal e institucional. Nacen así las modernas dictaduras del siglo XXI.
Estamos obligados a combatirlas y a tratar de impedir que cumplan con sus
objetivos.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
Expreso, Lima
Desde El Puente
Caracas – Venezuela
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