“Tuve que vender algunos artículos personales y de uso domésticos para poder comprar comida, el dinero de la quincena se evaporó como por arte de magia, sin hacer gastos esos que llaman superfluos. Ahora si comprobé que la crisis ya no es crisis, ni guerra económica, aquí lo que hay es hambre”.
Es el testimonio de
una venezolana que a duras penas saca a su familia adelante, como madre soltera.
En pocos días, no meses, ha palpado la aguda situación que estamos viviendo en
el país. El dinero que gana con el sudor de su frente, el sueldo de todos los
meses, no le rinde para continuar la modesta vida que llevaba junto a sus
hijos. Ahora no sabe que hacer porque difícilmente puede ocupar un tiempo de
trabajo extra en un centro comercial por la restricción de luz que hay en esos
establecimientos.
Mientras la Asamblea
Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia debaten quién “manda” en Venezuela, el
pueblo literalmente se muere de hambre y enfermo en la calle. El pueblo no
muestra interés por una declaración de emergencia económica o alimentaria, ya
que al final del día ese tema no les resuelve el problema de las tres comidas y
sus enfermedades. Entonces se escucha desde el poder arrancar con una “nueva”
economía y unos motores que en el pasado tampoco arrancaron. También una
tarjeta especial de abastecimiento al estilo cubano, otro vociferando que
Venezuela será una potencia. Lo que no plantean finalmente es cuál será el
camino que debemos tomar para obtener los recursos básicos como en una sociedad
normal.
Lo más grave es que
el pueblo no está representado ni por las Fuerzas Armadas en un momento de tan
difícil contingencia económica, los oficiales son los llamados a defender al
pueblo a poner orden para la normal adquisición o servicios de sus necesidades.
Impedir a toda costa que se desarrolle un ambiente de desesperación y
alteración en la sociedad. Esas fronteras también deben ser custodiadas y
protegidas.
Por esa razón llega a
la memoria de todos los que estábamos en plena etapa de apogeo productivo, los
sucesos que marcaron el golpe de estado en la segunda presidencia de Carlos
Andrés Pérez, nada comparable con lo que esta ocurriendo actualmente, hoy la
situación es brutalmente dramática, debido a la falta de país productivo con
sus normas establecidas.
En aquellos hechos de
la intentona, los militares cumplieron con su deber, se hicieron colas, no por
falta de alimentos y artículos para el hogar, fue solo para restablecer el
orden constitucional y el derecho del pueblo a contar con lo necesario para su
diario vivir. No hubo guerra económica, fue una guerra devastadora del hilo
institucional. Los cerros bajaron a desafiar el alto costo de los precios, pero
hubo comida. Ahora no hay alimentos y los que se consiguen son incomprables
porque el dinero no alcanza con una inflación atómica.
La monumental falla
que tenemos hoy es por el mal manejo de los recursos del estado, no “lograron
los objetivos” y lo que han hecho es empobrecer a todo un país, acabando con
sus medios de producción que tanto critican y a los que le hacen la verdadera
guerra económica. Ahí es donde esta la gran falla. El país lo hundieron por la
visión equivocada en el modo de conducir a una nación sin fines de prosperidad,
arruinándola por ideas políticas arcaicas. Un país prospera cuando se cultivan
medios de producción, solo así Venezuela puede ser una potencia, no la potente
miseria establecida por una revolución que nunca debió perdurar tanto tiempo en
el poder.
Lo necesario en este
momento es definir, por respeto hacia el pueblo, lo que se debe hacer para
salir de esta trampa mortal de país fracturado. Los venezolanos no queremos más
hambre y miseria y al igual que la venezolana del párrafo inicial, se cuente
con un digno trabajo, medios de producción y el respeto a las normas
constitucionales. Ya basta de tropelías y corrupción.
Susana Morffe
susana.morffe@gmail.com
@susanamorffe
www.susanamorffe.blogspot.com
Nueva Esparta –
Venezuela
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