COMO PEDRO POR SU CASA
El narcotráfico en el Estado venezolano no es un fenómeno fortuito sino
la consecuencia directa del intento revolucionario bolivariano. No es que unos
muchachos, desprevenidos, se extraviaron en el camino, sino que a fuerza de ser
fieles al ideario de Chávez llegaron a esa calamidad.
El proyecto bolivariano continental llevó a Chávez a intervenir en las
elecciones presidenciales que pudo para que sus amigos arribaran al poder;
también lo condujo a alianzas con movimientos de la izquierda más atrasada del
planeta para impulsar lo que, aseguraban, era “el sueño de Bolívar”, la de
América una y unida.
En cuanto a Colombia, no hay que olvidar que Chávez inició su mandato
con filípicas repetidas en contra de “la oligarquía colombiana”, hija única y
predilecta de Santander según su indiscreta ignorancia; tales ataques a las
élites vecinas no eran más que la cobertura para unas relaciones cada vez más intensas
con los grupos guerrilleros, especialmente con las FARC. Siempre hay que
recordar que la fascinación por Fidel Castro no fue la única, también hubo
arrebatos –aunque en menor escala– por Manuel Marulanda, el de la toallita
pestífera en el hombro.
Cuando la flecha del Cupido marxista-leninista-guevarista atravesó y
unió los corazones de Chávez y Marulanda, ya las FARC llevaban largo rato en la
coyunda con el narcotráfico: protección para los laboratorios de cocaína a
cambio de millones de dólares para la guerrilla. En el instante en que Chávez
facilita el territorio venezolano como aliviadero de las FARC, también como
base de operaciones y lavado de dinero, fue el momento en que mutó el gen del
proceso chavista y se abrió paso el narcotráfico en los más altos niveles del
Estado venezolano.
No era sólo permiso o hacerse de la vista gorda para que los chicos de
Raúl Reyes y Timochenko entraran y salieran como Pedro por su casa, sino que
hubo que garantizar el tránsito y el tráfico de droga, lo que implicó a
oficiales, soldados, policías, guardias, guardaespaldas, asomados y desde luego
altos funcionarios. Poco a poco, el crimen organizado tejió su red dentro de la
estructura del Estado; no sólo se necesitaron cómplices, sino personal bien
colocado para transitar por el país, abrir y cerrar contenedores, dar permisos
en aduanas y otros salvoconductos burocráticos. Y muchos dólares para la
lubricación del dispositivo.
Lo que fue una idea aparentemente luminosa, la de la “América toda”
transformada en Nación; en manos de un aventurero ignorante se transformó, al
cabo de los años, en la tragedia de un narcoestado.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
El Nacional
Caracas - Venezuela
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