SIN ELECCIONES
No deja de sorprender la actuación inédita de Nicolás Maduro y sus
cómplices, que siempre se jactaron de ser los más antiimperialistas del
planeta y ahora reaccionan con extrema
prudencia, pidiendo cacao al presidente Trump, en vez de sus acostumbradas respuestas viscerales.
De Bush a Obama, todos los presidentes de Estados Unidos recibieron una
andanada de insultos y denuestos salpicadas de vulgaridades, sin embargo, con
Donald Trump, que ha demostrado disposición para arrinconar al gobierno
venezolano, dando luz verde a las sanciones del Departamento del Tesoro contra
funcionarios del gobierno de Maduro, la reacción ha sido prudente, silenciosa,
hasta infantil, al aconsejar a Mister Trump que “abra los ojos porque le están
imponiendo políticas en contra de Venezuela”, eso solo demuestra pavor, miedo a
represalias, a que uno de estos días Trump se levante con una de sus
intemperancias y ordene no comprar más petróleo venezolano y allí, ¡ay papá!,
la cosa se pone color de hormiga porque Estados Unidos es el único socio que
paga cash, no anda haciendo intercambios chimbos como el de las chatarras
militares rusas, ni el de cachivaches desechables de la China.
Trump, con su cara de matarife
espelucado, es el malo de la película, no se parece en nada a ese negrito fino,
fino pero muy fino, con mucha “ciricuntancia” y sin arrogancia como Obama, que
según el ex subsecretario para Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega, “bloqueó
sanciones contra líderes chavistas presuntamente involucrados en el
narcotráfico y promovió el diálogo que debilitó a la oposición venezolana”, lo
que explicaría las visitas de Thomas Shanon como enviado especial. El
presidente Trump sigue otra estrategia diplomática, que involucra a otros
países del continente, plantea directamente a sus colegas del hemisferio la
necesidad de que el gobierno venezolano respete los principios democráticos y
exige la libertad de más de 100 presos políticos, recibe a la oposición
venezolana en la Casa Blanca, como hizo con la esposa del preso de conciencia
Leopoldo López, pide la restauración de las elecciones y quiere un gobierno
democrático a través de una transición negociada. Trump está empecinado en
lograrlo y se ha dispuesto a acorralar al régimen. Es un juego rudo.
Por ahora, Maduro respondió a la solicitud de Trump para liberar de
inmediato a Leopoldo López con la sentencia definitiva del Tribunal Supremo de
Justicia, ahora vendrá el contrataque del Departamento de Estado: más
sanciones, más nombres emblemáticos que develaran el entramado de corrupción y
narcotráfico en Venezuela. En el régimen hay una conmoción, por eso Zapatero
regresa a prestar sus servicios muy bien remunerados de “salvavidas”, para tratar
de impedir que Maduro caiga en el muladar de la historia, como el egipcio Hosni
Mubarak, que gobernó Egipto por 30 años y cayó preso después de protestas
multitudinarias; o del dictador libio, Muamar Gadafi, que después de 42 años en
el poder terminó ejecutado en plena calle por una turba enfurecida.
Maduro, como tantos otros dictadores, anuncia sin rubor que no
habrá más elecciones en Venezuela hasta
que pueda ganarlas, a pesar de tener consigo a una minoría de 12% de la
población, quiere acaparar el poder, ilegalizando partidos políticos,
desconociendo a la Asamblea Nacional y violando sistemáticamente la
Constitución. Si los líderes regionales no permanecen ajenos ante nuestra
tragedia, al régimen no le quedará otra que capitular, como hizo el dictador
africano Yahya Jammeh, que abandonó recientemente el poder después de intensas
negociaciones y amenazas militares. Si la libertad pudo llegar a Gambia ¿por
qué no a la africanizada y martirizada Venezuela?
Marianella Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@aliasmalula
El Nacional
Caracas - Venezuela
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