viernes, 10 de marzo de 2017

CARLOS E. AGUILERA A., LA CARICATURA EN DICTADURA

Con especial dedicatoria a nuestros caricaturistas venezolanos: Edo, Weil, Bozzone, Pan-chito Jr, D. Fonseca, Diana Rojas, Pinilla, Rayma, Zapata (+), Luis Velásquez y una hornada de  guerrer@s que plasman su ingenio con el que dibujan sonrisas para este sufrido pueblo, en diarios y revistas de importantes medios impresos del país.

La caricatura, sin lugar a dudas, conforma una extraordinaria simbiosis del periodismo escrito, y constituye un halagador regocijo para los lectores de diarios y revistas en todo el globo terráqueo, además constituye un recurso paródico que más fácilmente provoca el placer humorístico. Pero, no es del agrado de regímenes dictatoriales, por lo que son implacables con la censura, y en grados extremos hasta coartan tajantemente la libertad de información y de prensa. El excelente humorista, Claudio Nazoa, heredero del genio de su padre Aquiles, bien lo refiere en su columna de hace dos semanas en este diario, cuando afirma: “Entre el humor y el poder hay enemistad. El humor pone en evidencia la debilidad del autócrata o del mediocre. Es el humor la pequeña gran venganza de los débiles. Mientras más respetuoso e inteligente, mayor será su efecto demoledor”.

El humor es un tema que ha sido tratado por reconocidos autores desde Platón, Aristóteles, Hobbes, Kant, Hegel, Schopenhauer, pasando por Baudelaire o Pirandello, Freud, Bergson, Huizinga, Jankelévitch, Adorno, Ortega y Gasset, hasta Lipovetsky, entre otros. E incluso ha sido estudiado en otros campos de las ciencias humanas y sociales como antropología, medicina, pedagogía y comunicación lingüística.  Forma parte de la actividad esencial y exclusiva del ser humano, al igual que el pensamiento, y por ello se suele decir que no hay humor si no hay pensamiento, y encerrarlo en una definición resulta prácticamente imposible, no solo en su concepto, sino por qué es un término muy relativo, casi indefinible e inabordable por su propia naturaleza, ya que es compatible con una variedad de argumentos y de actitudes que dependen de momentos históricos, nivel social, cultural y económico de cada persona.

En la caricatura  no todo se reduce a personas con importante presencia en la vida política, sino también a otros aspectos como situaciones, instituciones políticas, sociales y religiosas, grupos y clases sociales. La caricatura política nace por la necesidad de inducir a un cambio social o político, ya que algunas veces el humor, amparado en este fin, logra decir muchas verdades, hasta las más duras incluso, porque tiene las espaldas más anchas que las que puede soportar cualquier columna política o editorial de un diario.

En estos tiempos de cólera del régimen de Maduro, en los cuales molesta mucho que los medios de comunicación saquen a la luz pública, hechos que nada favorecen a la ya deteriorada imagen del inquilino de Miraflores, con aviso de desocupación, así como a sus más inmediatos colaboradores, integrantes del roster de emergentes para las la rotación en los cargos que detentan en Ministerios, empresas del estado, gobernaciones en poder del oficialismo y otras instituciones oficiales, la caricatura constituye una letal arma la cual quisieran soslayar, cual actores de la mala praxis política de la revolución socialista, marxista y mal llamada bolivariana.

El mal humor que generan algunas caricaturas en quienes hoy detentan el poder, es la respuesta de quienes hasta del sentido de éste carecen.  «El sentido del humor es un término muy relativo, es casi indefinible e inabordable por naturaleza propia. Humorismo es una manera de enjuiciar las situaciones con cierto distanciamiento ingenioso, en apariencia, ligero y, aunque muy próximo a la comicidad. El humor surge del pueblo con carácter de crítica, con ansias de reforma y de denuncia de injusticias, y por ello es satírico o mordaz. Ramón Gómez de la Serna en “Gravedad e importancia del humorismo” refiere: “Definir el humorismo en breves palabras, cuando es el antídoto de lo más diverso, cuando es la restitución de todos los géneros a su razón de vivir, es de lo más difícil del mundo”.

En la tan vapuleada IV república, criticada a más no poder por parte de los que hoy día se rasgan las vestiduras denominándose demócratas a carta cabal, pero sin asomo alguno de hacer gala de esta condición, y mucho menos del sentido del humor, los Jefes de estado admitían la caricatura con sentido de crítica sana, constructiva y humorística propiamente dicha. El autor de este artículo presenció en cierta ocasión, cuando el fallecido presidente socialcristiano Luis Herrera Campins, en una gira en la que lo acompañábamos en su campaña presidencial, al término de la dura jornada del día, a la hora de la cena sentados en una mesa del hotel donde nos alojamos, le dijo sonriente a Julio Mesutti, excelente fotógrafo y ocurrente por naturaleza:¡¡Julio échate un chiste de los tuyos!!, al mismo tiempo que le preguntó jocosamente, le dijera cuál es el último chiste que habían sacado de su persona. Eran gobernantes demócratas, unos más circunspectos que otros, pero con real sentido del humor que conocían los chistes o bromas, que generaban su persona.

Los regímenes autoritarios no entienden de humor. No obstante, muchos humoristas no renuncian a reírse de ellos: una forma de resistencia por la que humoristas en otros países tienen mucho respeto. No son muchos, pero de que los hay, los hay. Son nada menos que comediantes, que soportan la duran represión del régimen autoritario en el que viven. Uno de ellos, especialmente perseverante es Zarganar en Birmania – hoy Myanmar- quien fue sometido a severos castigos durante la dictadura militar, que gobernó su país desde 1962 hasta 2010. Este personaje es muy querido por su estilo agudo y lúcido. Gracias a una iniciativa suya se creó un proyecto denominado Instituto para el Arte, la Cultura y los Medios, a fin de fomentar la labor de otros artistas en su país.

¿Por qué los sistemas autoritarios reaccionan tan mal ante el humor? El renombrado sociólogo Anton C. Zijderveld, conocido por su obra “Sociología del humor”, se dedicó a investigar el rol del humor en la sociedad. “El comediante juega con los valores de una sociedad, lo cual genera una tensión, y así nace la broma”, explica. El juego con los valores establecidos se asemeja a jugar con el fuego. En opinión de Zijderveld, el humor político no puede cambiar a una sociedad, pero “el efecto psicológico del humor es importante. Por eso los regímenes dictatoriales castigan tan duramente el humor, porque intenta evitar que fortalezca a la oposición”.

Cuanto más autoritario es un régimen, más se persigue a los humoristas. “En sistemas totalitarios va desapareciendo el humor”, señala el sociólogo Zijderveld. “En Corea del Norte, por ejemplo, el humor político está totalmente prohibido”. En China, los caricaturistas trabajan bajo pseudónimo en Internet.

Joseph Klatzmann, en su obra L'Humour juif (“El humor judío”), lo define según su necesidad: “Reír para no llorar”. Más pesimista, se puede citar igualmente a Nietzsche: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”, Detalles estos que con toda seguridad desconocen los llamados socialistas, marxistas y mal llamados bolivarianos, pues en sus rostros asoma siempre un rictus de soberbia, prepotencia y mal carácter, y no comprenden que el humor surge del pueblo, a manera de crítica con ansias de reforma y de denuncia de injusticias, atropellos, humillaciones y de todo cuanto afecta al cuerpo social de una nación.

Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario