El dirigente
de Podemos Pablo Iglesias, dijo el 23 de Enero pasado que el gobierno de Pedro
Sánchez no podía reconocer un “golpe de estado”, refiriendose así a los
acontecimientos ocurridos ese dia en Venezuela y que culminaron con la asunción
provisional, de la presidencia de ese país, por el Presidente de su Parlamento,
Juan Guaidó.
Esa postura
resume de alguna manera, lo que ha venido ocurriendo tanto en el ámbito interno
venezolano, como en el externo, donde ya los apoyos y rechazos a cada uno de
los dos bandos, dependiendo de la posición ideologica e intereses en juego, se
han venido sucediendo de la forma mas o menos esperada, por los distintos
gobiernos del continente americano, principalmente, así como por algunos otros,
los menos, del continente europeo, a la
espera de que alguna decisión de la Unión Europea se produzca. De modo que
paises como Bolivia, Nicaragua o Uruguay, tradicionalmente amigos de los
gobiernos de Chávez y de Maduro, a los que se une México, tras haber ganado
Andrés López Obrador la presidencia de ese país, han optado por no desconocer a Maduro,
mientras que otros con gobiernos derechistas como Argentina, Colombia o Brasil
han reconocido a Guaidó de inmediato.
Pero
calificar lo sucedido este 23 de Enero en Venezuela, como un “golpe de estado”
o una usurpación de funciones ¿no supone acaso utilizar el mismo argumento de
la oposición venezolana en contra de la nueva presidencia de Maduro?, ¿Quién
tiene la razón? Golpe, usurpación o vacío de poder, son conceptos legales, no
siempre fáciles de entender y digerir, donde incluso los especialistas pueden
no coincidir siempre.
Si realmente
se pretende entender lo que pasa en Venezuela, no hay que darle muchas vueltas
a la interrogante de si hubo golpe, usurpación, vacío de poder o nada, por que
ninguna respuesta, al final, le va a aclarar las dudas al gran público; ese
que lee las noticias a diario buscando
encontrar una verdad, una simple verdad. La cuestión, que habría que contestar,
en todo caso, es si la crisis
humanitaria y social que ha hecho salir de Venezuela a cerca de cuatro
millones de personas, es un invento de las oposición; por qué es ahí donde los
Iglesias y los Maduro, muestran su cara mas horrible y cínica, pues no pueden
esconderse o refugiarse detrás de las réplicas y las dialécticas conceptuales.
Los hechos están allí, a la vista.
Me
preguntaba alguien por qué lo sucedido con Guaidó no se acometió con
anterioridad y por que se esperó tanto, dejando sufrir a tanta gente. La que
ocurre le dije, es que si bien Maduro desconoció al legítimo Poder Legislativo,
desde el mismo mes de Diciembre del 2015 dada la victoria electoral de la
oposición, ignorando sus potestades constitucionales primero, y pasándole por
encima, luego, con una Asamblea Nacional Constituyente, espuriamente convocada
y fabricada, con el único propósito de burlarle sus competencias, resultaba muy
cuesta arriba en el Derecho Internacional desconocer a un gobierno que había
sido aceptado por los propios venezolanos, tras las elecciones de Mayo del 2013,
no obstante la arbitrariedad con que venía desempeñando sus funciones.
Circunstancia por la cual no quedaba más remedio que esperar a las
presidenciales del 2018. Elecciones que finalmente no se dieron de forma
regular y transparente, pues se adelantaron convenientemente siete meses,
negándose la oposición a participar, y produciéndose una abstención mayúscula
que quedó reflejada para la historia en los medios.
Esa
concretamente, fue la causa principal de que muchos países desconociesen esos
comicios y advirtieran a Maduro que de no hacerse otros verdaderamente
democráticos, no sería aceptado como nuevo presidente de Venezuela para un
segundo mandato. De modo, que al concluir el día 10 de Enero pasado, el tiempo
de Nicolás Maduro como presidente llegó igualmente a su final, quedando vacante el nuevo periodo
que debería comenzar esa misma fecha, por lo que cualquier tentativa para
juramentarse ante el Tribunal Supremo de Justicia sería írrita y una usurpación
del cargo de presidente; considerándose como un gobierno de facto cualquier
nuevo intento de ejercicio del poder. En consecuencia, se interpretaron desde
el único poder público aun vigente que queda en Venezuela, como lo es la
Asamblea Nacional, electa democráticamente con un caudal de votos que supera
abrumadoramente a cualquier otro parlamento o asamblea anterior, los artículos
233, 333 y 350 de la Constitución, la misma que hizo Chávez a su medida en
1999.
La situación
en la cual se encuentra el Estado venezolano en estos momentos, es totalmente
confusa e irregular, con dos presidentes, uno provisional que debe convocar
elecciones y otro que pretende ejercer un nuevo mandato de seis años; dos
tribunales supremos de justicia, y dos poderes legislativos, además de dos
representantes en la OEA, organismo internacional éste, que deberá tomar una
posición al respecto mas pronto que tarde. Esto sin contar que hay una embajada
norteamericana en Caracas, a cuyo personal le dió Maduro setenta y dos horas
para abandonar el pais, orden que el
gobierno de Trump, reconociendo a Guaidó como ya lo ha hecho, dijo que no acataría, aunque ya ha evacuado
al que no es “esencial”.
Mientras
tanto, los paises seguirán tomando posiciones, unos con mas cautela que otros,
por lo que la labor de la diplomacia, tanto suave como dura, en los próximos
días, deberá aclararnos algo más el panorama. Un panorama en el cual Rusia ya
ha mostrado los dientes advirtiendo sobre un posible baño de sangre del que
resposabilizó a los Estados Unidos, en el caso de cualquier acción militar en
Venezuela. Por su parte, el gobierno de Trump anuncia ayudas económicas
importantes para paliar la crisis humanitaria venezolana.
El espiritu
de 23 de Enero de 1958, como dijimos en un artículo anterior, fue invocado y
apareció representado en el pueblo que desbordó con su protesta contra el
régimen de Maduro las calles de Caracas y de las principales ciudades de
Venezuela, pero sin embargo, faltó el de los militares, y es que después de
sesenta años aunque todo se parece, nada es igual.
José Luís
Méndez La Fuente,
@xlmlf
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