viernes, 25 de enero de 2019

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, VENEZUELA, MÁS ALLÁ DEL 23 DE ENERO


El dirigente de Podemos Pablo Iglesias, dijo el 23 de Enero pasado que el gobierno de Pedro Sánchez no podía reconocer un “golpe de estado”, refiriendose así a los acontecimientos ocurridos ese dia en Venezuela y que culminaron con la asunción provisional, de la presidencia de ese país, por el Presidente de su Parlamento, Juan Guaidó.

Esa postura resume de alguna manera, lo que ha venido ocurriendo tanto en el ámbito interno venezolano, como en el externo, donde ya los apoyos y rechazos a cada uno de los dos bandos, dependiendo de la posición ideologica e intereses en juego, se han venido sucediendo de la forma mas o menos esperada, por los distintos gobiernos del continente americano, principalmente, así como por algunos otros, los menos, del continente europeo,  a la espera de que alguna decisión de la Unión Europea se produzca. De modo que paises como Bolivia, Nicaragua o Uruguay, tradicionalmente amigos de los gobiernos de Chávez y de Maduro, a los que se une México, tras haber ganado Andrés López Obrador la presidencia de ese país,  han optado por no desconocer a Maduro, mientras que otros con gobiernos derechistas como Argentina, Colombia o Brasil han reconocido  a Guaidó de inmediato.

Pero calificar lo sucedido este 23 de Enero en Venezuela, como un “golpe de estado” o una usurpación de funciones ¿no supone acaso utilizar el mismo argumento de la oposición venezolana en contra de la nueva presidencia de Maduro?, ¿Quién tiene la razón? Golpe, usurpación o vacío de poder, son conceptos legales, no siempre fáciles de entender y digerir, donde incluso los especialistas pueden no coincidir siempre.

Si realmente se pretende entender lo que pasa en Venezuela, no hay que darle muchas vueltas a la interrogante de si hubo golpe, usurpación, vacío de poder o nada, por que ninguna respuesta, al final, le va a aclarar las dudas al gran público; ese que  lee las noticias a diario buscando encontrar una verdad, una simple verdad. La cuestión, que habría que contestar, en todo caso, es si la crisis  humanitaria y social que ha hecho salir de Venezuela a cerca de cuatro millones de personas, es un invento de las oposición; por qué es ahí donde los Iglesias y los Maduro, muestran su cara mas horrible y cínica, pues no pueden esconderse o refugiarse detrás de las réplicas y las dialécticas conceptuales. Los hechos están allí, a la vista. 

Me preguntaba alguien por qué lo sucedido con Guaidó no se acometió con anterioridad y por que se esperó tanto, dejando sufrir a tanta gente. La que ocurre le dije, es que si bien Maduro desconoció al legítimo Poder Legislativo, desde el mismo mes de Diciembre del 2015 dada la victoria electoral de la oposición, ignorando sus potestades constitucionales primero, y pasándole por encima, luego, con una Asamblea Nacional Constituyente, espuriamente convocada y fabricada, con el único propósito de burlarle sus competencias, resultaba muy cuesta arriba en el Derecho Internacional desconocer a un gobierno que había sido aceptado por los propios venezolanos, tras las elecciones de Mayo del 2013, no obstante la arbitrariedad con que venía desempeñando sus funciones. Circunstancia por la cual no quedaba más remedio que esperar a las presidenciales del 2018. Elecciones que finalmente no se dieron de forma regular y transparente, pues se adelantaron convenientemente siete meses, negándose la oposición a participar, y produciéndose una abstención mayúscula que quedó reflejada para la historia en los medios.

Esa concretamente, fue la causa principal de que muchos países desconociesen esos comicios y advirtieran a Maduro que de no hacerse otros verdaderamente democráticos, no sería aceptado como nuevo presidente de Venezuela para un segundo mandato. De modo, que al concluir el día 10 de Enero pasado, el tiempo de Nicolás Maduro como presidente llegó igualmente a  su final, quedando vacante el nuevo periodo que debería comenzar esa misma fecha, por lo que cualquier tentativa para juramentarse ante el Tribunal Supremo de Justicia sería írrita y una usurpación del cargo de presidente; considerándose como un gobierno de facto cualquier nuevo intento de ejercicio del poder. En consecuencia, se interpretaron desde el único poder público aun vigente que queda en Venezuela, como lo es la Asamblea Nacional, electa democráticamente con un caudal de votos que supera abrumadoramente a cualquier otro parlamento o asamblea anterior, los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución, la misma que hizo Chávez a su medida en 1999.

La situación en la cual se encuentra el Estado venezolano en estos momentos, es totalmente confusa e irregular, con dos presidentes, uno provisional que debe convocar elecciones y otro que pretende ejercer un nuevo mandato de seis años; dos tribunales supremos de justicia, y dos poderes legislativos, además de dos representantes en la OEA, organismo internacional éste, que deberá tomar una posición al respecto mas pronto que tarde. Esto sin contar que hay una embajada norteamericana en Caracas, a cuyo personal le dió Maduro setenta y dos horas para abandonar el pais, orden  que el gobierno de Trump, reconociendo a Guaidó como ya lo ha hecho,  dijo que no acataría, aunque ya ha evacuado al que no es “esencial”.

Mientras tanto, los paises seguirán tomando posiciones, unos con mas cautela que otros, por lo que la labor de la diplomacia, tanto suave como dura, en los próximos días, deberá aclararnos algo más el panorama. Un panorama en el cual Rusia ya ha mostrado los dientes advirtiendo sobre un posible baño de sangre del que resposabilizó a los Estados Unidos, en el caso de cualquier acción militar en Venezuela. Por su parte, el gobierno de Trump anuncia ayudas económicas importantes para paliar la crisis humanitaria venezolana.

El espiritu de 23 de Enero de 1958, como dijimos en un artículo anterior, fue invocado y apareció representado en el pueblo que desbordó con su protesta contra el régimen de Maduro las calles de Caracas y de las principales ciudades de Venezuela, pero sin embargo, faltó el de los militares, y es que después de sesenta años aunque todo se parece, nada es igual.

José Luís Méndez La Fuente,
@xlmlf

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