Los últimos 20 años del modelo instalado en 1959
fueron de gran deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos. A
muchos les disgusta que se les recuerde esta verdad, pues estuvieron entre sus
causantes o sus cómplices, o incluso entre quienes la “disfrutaron”, como hoy
son muchos quienes disfrutan de la miseria y necesidades de sus compatriotas.
Pero fue así, y aquella situación de descomposición fue la que permitió
ocurrieran todos los hechos políticos de finales de siglo, desde el caracazo en
1989 hasta la victoria electoral de Chávez en 1998, pasando por las
movilizaciones diarias de calle de 1990 y 1991, el golpe de Estado de 1992, la
destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993 y la victoria de Caldera contra el
bipartidismo en 1994, en una alianza con fuerzas de izquierda.
El gobierno de Chávez, que se inicia en 1999, va
logrando paulatinamente el control hegemónico del país, no sin antes tropezar
con muchísimos escollos y superar conspiraciones de todo tipo. Recordemos el
paro general de 2001, el golpe de estado de 2002 y el “lockout” petrolero de
2003-2004, eventos todos organizados contra un régimen electo democráticamente,
con respaldo popular mayoritario y que había actuado dentro de la nueva
Constitución aprobada en referéndum en diciembre de 1999. Y hago este preciso
señalamiento no para hacer un juicio moral de sus autores y participantes, sino
para dejar claro que, en la política, la confrontación tiene como objetivo la
lucha por el poder político, por lo que se hace al margen de razones legales,
constitucionales o morales y sin limitaciones de otro tipo.
Las razones legales, constitucionales, éticas y
morales se utilizan para tratar de convalidar lo actuado y las decisiones
tomadas. Y es así como deberíamos tratar los actuales acontecimientos. Quienes
acaban de declarar a Guaidó como Presidente son prácticamente los mismos que
dieron el golpe de Estado de abril de 2002. En aquel momento hablaron de vacío
de poder, sin importarles que ellos mismos eran los causantes del supuesto vacío,
que en realidad no era tal, pues ya se había juramentado ante el órgano
competente el Presidente encargado. Era una simple justificación leguleya de la
acción política tomada. Hoy, aunque no les guste a muchos, estamos en una
situación similar. También se declara un vacío de poder inexistente y se
procede a llenarlo en la forma menos legal y constitucional posible, dando una
serie de justificaciones que son sólo eso, justificaciones de decisiones
políticas tomadas para hacerse con el poder.
De ahí que no tenga mucho sentido la discusión legal
ni constitucional del asunto, pues repito no es lo que determina las
actuaciones. Estamos en presencia de una lucha por el poder: unos por
mantenerlo y otros por tomarlo.
Si fuéramos a los aspectos legales y constitucionales,
Maduro era más ilegítimo ayer que hoy, pues hace 6 años fue candidato
presidencial violando la norma constitucional, que expresamente prohíbe al
Vicepresidente Ejecutivo ser candidato a la Presidencia de la República. Sin
embargo, se lo dejó gobernar sin hacer de esta violación mayores problemas. Y
se hizo de esta manera, porque la oposición no tenía suficientes fuerzas para
asumir esa lucha. O sea, dicho de otra forma para que los fanáticos entiendan,
si es que eso es posible, no tenían con qué enfrentarlo. El asunto entonces es
de poder y no de quién tiene la razón o cree que la tiene.
Esto no significa que estar asistido, o creer estarlo,
por la razón y las leyes no sea importante. Lo es en relación con la unidad de
quienes combaten y los apoyos, externos e internos, que puedan obtener. La
confrontación actual en Venezuela parece irreversible en su desenlace: Maduro
sale, son muy poderosas las fuerzas mundiales que lo adversan, y es rechazado
mayoritariamente por una población hambrienta, desesperada y arruinada, por 20
años de desatinos, corrupción y conchupancia. Lo que se discute es cómo sale,
si obligado internamente por las mismas fuerzas militares que hoy lo apoyan o a
través de una invasión militar extranjera, escenario este último de mayor
gravedad para la patria y su existencia futura, por la destrucción material y
moral que conlleva.
Luis Fuenmayor Toro
@LFuenmayorToro
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